Hay pinturas que representan milagros. En una aparece un hombre que sobrevivió después de caer de un barranco; en otra, con mejores detalles, alguien se salva de morir electrocutado en una carretera, luego de tomar unos cables del alumbrado público para cargar una batería de carro. Los cuadros fueron hechos por encargo de los fieles y permanecen en los templos de las vírgenes y santos a quienes atribuyen el milagro. Es una forma de agradecimiento que deja una huella, un testimonio.

El arte que resulta de la fe de los pueblos, de sus creencias y prácticas, ha permanecido en comunidades sin que se estudie o exponga con el énfasis de otras estéticas y objetos, explica Ximena Carcelén Cornejo, coordinadora del Museo de Arte Colonial y curadora de la muestra Exvotos y religiosidad popular en el Ecuador.

En museos, galerías y repositorios hay colecciones de grandes maestros, algunos de quienes han interpretado el sentir de lo religioso de lo popular. Artistas de comunidades que la muestra incluye, abarcando cuatro siglos, del XVII al XX.

Entre los retablos populares está el que se conserva en el Santuario de Guápulo y que muestra a Juan de la Cruz Zúñiga escapando de un caimán.

La primera sala de la muestra -que estará abierta hasta febrero de 2018- está dedicada a la figura de Jesús del Gran Poder, que empezó a destacar desde los años 60 del siglo pasado. Vinculada con la feria taurina en Quito, la imagen se sumó a otras que, por iniciativa de la Iglesia católica, era un medio para atraer a fieles en un contexto en el cual la teología de la liberación ponía en discusión las prácticas más tradicionales. La Capilla de Villacís, aledaña al convento de San Francisco, acogió a la escultura que data del siglo XVII, junto a su altar. Muletos, peticiones, fotos y bastones de mando se dejaban junto a la figura como una muestra de devoción.

En la religión católica, los exvotos son estas ofrendas que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos en señal y recuerdo de un beneficio recibido, y que se cuelgan en los muros o en la techumbre de los templos. La estética que tiene puede ser descrita como barroca, pero caracterizarla desde un estudio profundo, que incluya la antropología y teoría del arte es aún una tarea pendiente.

El trofeo de Jesús del Gran Poder, entregado a los toreros durante las primeras décadas de la celebración, es parte de la exposición y el nombramiento de la feria taurina de la capital con su nombre sigue la tradición española. Oswaldo Viteri prestó un traje de torero y un capote que están en la muestra, además el pintor ha representado las corridas y a los toros.

En las capillas aledañas a Cuenca permanecen las cartas de familiares de migrantes que piden porque su destino sea venturoso, recuerda Carcelén. La creatividad de los creyentes es motivada por su devoción y, al ver los exvotos agrupados, da la impresión de que unos y otros intentan destacar frente a los objetos pasados.

La Virgen de La Merced, en la Colonia (siglo XVI) fue nombrada “protectora de la ciudad”, está en otra sala del museo. Los favores de esta Virgen a la colectividad fueron recreados por Víctor Mideros. La imagen suele ser sacada en procesión cuando hay amenazas de desastres naturales. Un video muestra un ritual oculto, el cambio de ropa a la imagen que está en el altar mayor de la iglesia de La Merced, sobre la que se dice que es la escultura más antigua. Pesa 50 kilos y el vestuario es cambiado 3 veces cada año. Los exvotos para esta figura provienen de expresidentes de la república, militares y otros pobladores.

En la sala de los santuarios marianos las imágenes de los conventos parroquiales extienden la muestra a estéticas que narran historias, además de presentar testimonios. Hay pinturas sobre la Virgen del Cisne, que es el centro de una de las mayores procesiones del país.

La figura de San Antonio concita peticiones que tienen que ver con conseguir marido y hay fieles que hasta lo ponen de cabeza. En San Francisco, los custodios del santo aún recogen exvotos como cartas y hasta ropa interior de sus fieles.

La Virgen de El Quinche sirve para hablar de la historia de romerías y su movilización, a Imbabura y otros lugares, con fines milagrosos y políticos. Una de las escenas muestra la forma en que la efigie llegó a San Antonio de Ibarra para librar a la comunidad de una plaga. (F)

Una casa del siglo XVI fue monasterio de clausura
El repositorio que coordina Ximena Carcelén ocupa una casa del siglo XVI, de alrededor de 1584. Está en las calles Cuenca y Mejía, frente al convento de La Merced, y tuvo propietarios que pertenecieron a la nobleza de la Colonia y la República.

En 1944 empezó a ser el museo de la ciudad que ahora tiene más antigüedad, funcionó en varios lugares (Escuela de Bellas Artes, Teatro Nacional Sucre, Quinta Presidencial) y ahora pertenece a la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Tuvo una caballeriza en la parte posterior y dos patios interiores.

Un vacío, entre los siglos XVIII y XIX se mantiene en cuanto al recorrido historiográfico de la casa, puesto que los encargados de investigarlo fueron interrumpidos por las restauraciones en el Archivo Nacional, que aún no se abre.

Alrededor de 1584, la edificación era propiedad de un mercader panameño de apellido Troya Pinque. María de Ciliceo, su esposa, pidió autorización a la Corona española para fundar el Monasterio de clausura de Santa Catalina después de la muerte de Troya, acaecida mientras exploraba la Amazonía. El hijo de ambos fue Cristóbal de Troya, fundador de la ciudad de Ibarra.

Los primeros salones Mariano Aguilera se realizaron en el lugar que se conserva con su majestuosidad casi intacta. (I)