La escuela del terror, una generación muestra su caos en la galería Violenta
En La escuela del terror, la última muestra que abrió Galería Violenta, sur de Guayaquil, se encuentran los lenguajes cotidianos de una generación nacida a mediados de los 80 y principios de los 90. Sus autores estarían catalogados como una generación ‘millennial’ por un estudio sociodemográfico estadounidense que se ha extendido al resto del mundo (a pesar de que las condiciones de crecimiento y hábitos no son las mismas).
Pese al estigma que genera esta catalogación de los grupos sociales nacidos después de los 80, en La escuela del terror los seis autores participantes la contradicen de alguna manera. Sus prácticas surgen del encuentro cotidiano con el dibujo como modo de lenguaje para el registro del paso del tiempo, con héroes ochenteros como el luchador mexicano El Santo y los discursos detrás de la máscara o la tecnología.
Los Chivox, el grupo que fundó esta galería en el centro-sur de la urbe, abrió una convocatoria el año pasado a través de sus redes sociales para que artistas de esta generación planteen sus propuestas gráficas en el espacio. La convocatoria será anual y se llama ‘Carne fresca’.
En esta convocatoria, de la cual surgen algunas de las propuestas que se presentan en La escuela del terror se mezclan las estéticas del expresionismo y la influencia de ‘lo grunge’, ese movimiento de rock que nació en California influido por el punk, según comentó David Orbea, uno de los integrantes de Los Chivox.
A la convocatoria se sumó el trabajo de dos autores invitados, uno de ellos es el artista Roberto Noboa (1970), que a pesar de que su obra ocurre en años anteriores al trabajo del resto de los participantes de la exhibición, puede conjugar con esta estética expresionista, donde el trazo del dibujo se muestra como pulsión.
“Hago lo que quiero en mi pintura y ese es el único sistema que funciona para mí. Es una especie de autoanálisis, es buscar entrar en mi método y localizar el momento cerebral preciso para que ocurra algo que me interesa como elemento pictórico y entender cómo y por qué ocurrió”, describe el artista sobre su obra.
En el tríptico que se encuentra junto a la obra de Noboa, Josué Ayala muestra tres autorretratos movidos por la pulsión de enfrentarse a sí mismo, en tres momentos distintos (lo evidencian los resultados y sus diferencias). “En el momento en que estoy trabajando intento ser súper gestual, hacerlo con mucha fuerza. Es como si todo el malestar que sintiera en el momento puede manifestarse”.
Frente a estos tres autorretratos están los dibujos cotidianos de Pancho Baquerizo, una serie a la que llama ‘Corte C (Serie Bitácora Roja de Observando: el tiempo)’.
Este trabajo integró su tesis en 2015 como una forma de explorar el paso del tiempo. El autor trabaja con una libreta en la que registra su tránsito por la ciudad, sus animadversiones.
“El dibujo es una forma de anotar la extensión del tiempo, la gente tiene un diario, yo en él intento graficarme a mí mismo porque siempre hay un riesgo en la mirada del otro, ese es un juego de poder”, dijo sobre su obra el día de la inauguración.
El trabajo de Janio Navarrete se construye con el interés de plantear las relaciones homosexuales y lo violentas que pueden llegar a ser. Una parte de su interés tiene que ver con su experiencia que va decantando en muchas formas de sentido.
En 2015, cuando inició su búsqueda, encontró una página porno donde había gente con cuerpos normales, hombres gordos, que fácilmente se encuentran en la calle sin que parezcan salidos de ningún anuncio publicitario.
Los hombres emulan en sus fotografías porno a luchadores. Para Navarrete se trata de ver “cómo desde lo gay se asume también una especie de belleza genérica. Yo soy un tanto delicado, lampiño, y me cuestiono sobre los modos de masculinizarse para entrar en un canon aún dentro del mundo homosexual, cómo quieren perpetuar ese canon para representarse”.
En su representación de la lucha libre se repite la figura de El Santo, ese héroe mexicano de principios de los 80 que llegaba a Ecuador en cómics. El autor conjuga las máscaras que se utilizan en la lucha libre con la cara de un águila para aludir al mito de Ganimedes, el amante predilecto de Zeus.
Navarrete construye un mural a partir de estas imágenes. En este espacio gris confluyen imágenes pornográficas entre las figuras toscas de los luchadores, anuncios de revistas gays, competidores que se lanzan al vacío dibujados y al final el grafiti edulcorado de la palabra ‘Marica’, los héroes de lo masculino luchan esta vez por los estigmas de una palabra que se utiliza para agredir y minimizar.
Por su parte, en audiovisual, Brenda Vega utiliza una imagen estática de la naturaleza para mezclar un discurso del filósofo Michel Foucault con una canción.
La obra titulada ‘The digital self, extract I’, es el manifiesto de la artista contra la dependencia tecnológica y la forma que distancia al hombre de la naturaleza. (I)
Colectivo
‘Carne fresca’
Los Chivox, el colectivo que maneja el espacio cultural en el sur de Guayaquil, abrió una convocatoria el año pasado para reunir el trabajo de varios artistas que no “se ven frecuentemente” en muestras. La convocatoria será anual.
6 autores participan en esta muestra. Roberto Noboa y Jose Oliveira son los artistas invitados.
Las imágenes Kitsch
→Jose Oliveira como artista invitado presenta una obra a la que titula ‘Yo soy tu padre’. En ella vuelve ‘sexy’ a Darth Vader.