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Ecuador, 23 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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La Divina Comedia- Dante Alighieri

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No se sabe por qué, pero nacemos con determinadas inclinaciones. Yo nací escorada hacia las letras. La literatura me atraía de una manera instintiva y poco comprensible. Digo poco compresible porque en mi casa no había libros, no nací en una familia lectora, así que este amor a las páginas debía de venir ya impreso de algún lugar remoto. La cosa es que, como decía, en casa de mis padres apenas había libros. Ellos había comprado una mínima colección –tan mínima que eran cuatro libros- encuadernada en piel de color rojo de “Obras Inmortales”. Así que con diez u once años leí sucesivamente La Divina Comedia, El Decamerón, La dama de las camelias y Madame Bobary, extrañas lecturas para una niña, por muy precoz que literariamente fuera.

Podría decir entonces que me sumergí en el mundo de los libros así, a lo bestia, y no sé muy bien cómo mi mentalidad infantil asimilaría tal densidad, pero creo que iniciarme en la lectura con La Divina Comedia me arrastró definitivamente a una ansiedad literaria que se convirtió en mi manera de percibir el mundo, a través de la lectura y la escritura. Dante, Virgilio y Beatriz pobablan mi imaginación, con ellos crucé la Laguna Estigia y fui párvula en los nueve círculos. Seguramente no comprendí muchas cosas, tantas alegorías, maravillosos juegos matemáticos, las referencias clásicas… Tampoco ahora entiendo todo, cosa que es muy de agradecer para seguir gozando del misterio, para seguirlo cuestionando, seguirlo imaginando, investigando.

Continúo explorando esas páginas –aún conservo el libro rojo de mis padres-, ese largo poema de la vida y la muerte, del amor y el pecado, sus registros lingüísticos, la extensa sabiduría dantesca. De tal manera me marcó que lo he utilizado como hilo conductor de mi último trabajo poético, que precisamente con el título de “Divina” saldrá en unos meses y que relata mi propio viaje –bioirónico- por el infierno, el purgatorio y el paraíso de la niña que fui y las consecuencias de la educación que recibí en un colegio de monjas que nunca me recomendaron este tipo de lecturas. Ahora que lo pienso, no creo que me recomendaran leer en absoluto.

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