José Saramago vuelve a sus orígenes, junto a un árbol de olivo
Las cenizas de José Saramago reposan desde ayer en Lisboa bajo la sombra de un olivo centenario nacido en su tierra natal, la aldea lusa de Azinhaga, en un reencuentro con esas raíces que idealizó en su obra "Las pequeñas memorias" y que llega cuando se cumple el primer aniversario de su fallecimiento.
En un acto cargado de simbolismo, la viuda del literato, Pilar del Río, enterró sus restos en un jardín frente a la Casa dos Bicos, edificio de la capital portuguesa que albergará la sede de la fundación que lleva el nombre del escritor.
Ante decenas de ciudadanos y autoridades, sus cenizas fueron sepultadas acompañadas de tierra recogida en España, donde vivió sus últimos años, y de su libro "Palabras de una ciudad", más bien una carta de amor dirigida a Lisboa.
"Un año sin Saramago no. Se cumple un año sin José. Saramago ha estado más presente que nunca", dijo la viuda del autor de lengua portuguesa premiado con un Nobel de Literatura.
Textos, una película y nuevos libros sobre su figura se han sucedido a lo largo de todo el año, e incluso sus versos se leen en camisetas, como se pudo ver en el entierro de sus cenizas, en un acto en el que aparecieron los claveles, símbolo de la Revolución portuguesa de 1974.
El carácter inmortal de la obra de Saramago se ha reflejado en el epitafio grabado en un banco de piedra colocado al lado del olivo bajo el que reposan sus restos.