Huerto acuapónico del CAC activa a las comunidades
El corredor norte del Centro de Arte Contemporáneo de Quito (CAC) empieza en el cruce de dos calles cuyos nombres resultan una aparente contradicción: La Habana y Estados Unidos.
A la entrada de este sitio se ubica el nuevo Huerto Acuapónico del CAC, que fue diseñado por el arquitecto Daniel Moreno Flores y que es parte de los proyectos de mediación comunitaria de la institución. Como complemento de este espacio que reproduce un ecosistema donde se crían peces y plantas de diversas variedades, también se instaló una andoteca.
“Pueden dejar y coger los libros que quieran; están al alcance de todos. Con esto no hay la excusa de que son caros”, dijo Fernanda Riofrío –coordinadora de las Andotecas– durante la inauguración del Huerto que contó con la presencia de distintas organizaciones (como la Federación de Barrios de Quito, y 60 y Piquito) y la colaboración de los vecinos de San Juan.
Juntando dos técnicas como la piscicultura y el cultivo de plantas en agua se crea un Huerto Acuapónico.
De forma simbiótica se hace que este sistema -cuya estructura fue construida con elementos reciclables que sobraron luego de la readecuación del CAC en 2017- simule un microhábitat, es decir, un ecosistema donde los peces que generan desechos sirvan de nutrientes para las plantas que crecen en el agua.
Belén Santillán, coordinadora del CAC, recordó que con la activación del huerto también se cumplen los 10 meses de su gestión.
“Lo que queremos es que esta institución esté más permeada por diversos saberes, conocimientos y prácticas comunitarias. Este camino empieza con Huerto Acuapónico, al que le sigue un corredor verde y cierra con una andoteca que fue donada por FES-ILDIS”.
Un trabajo comunitario
Sobre tres tinas de baño recicladas flotan diversos tipos de plantas que se protegen y estimulan mutuamente. En una tina con piedras pómez se cultiva coliflor, apio, tomate, maíz, sandía, cebolla y lechuga. Y en otra tina en la que las plantas están en contacto directo con el agua –apenas sostenidas por vasos plásticos sobre una cama de espumaflex– conviven el nabo, la espinaca y la remolacha. También hay espacio para la zanahoria, la papa, el zuquini y la cebolla.
El mentalizador de este huerto fue Daniel Moreno Flores, quien trabajó junto con Roberto Albán y mantuvo varios diálogos con los vecinos aledaños al CAC. Vinculado con proyectos de diseño y construcción en los que incorpora materiales de reciclaje, Daniel ha creado filtros vegetales que limpian las aguas negras y grises.
“Estas aguas contaminadas luego generan vida; plantas de pantano se vuelven frondosas”, reconoce el arquitecto mientras sostiene una semilla de aguacate que añadirá al Huerto Acuapónico.
Las plantas de este espacio se nutren de los desechos que generan dos tipos de peces –unos comestibles, como las tilapias, y otros decorativos, como los koi, los dorados o los cometa– que habitan en el huerto en dos tinas recicladas. A partir de una bomba se genera una circulación del agua que conduce los nutrientes hacia las plantas, y luego esta agua regresa filtrada, limpia, hacia donde están los peces. No se necesita de un sustrato, como la tierra, que esté lleno de nutrientes (como los minerales) para que las plantas crezcan.
“Cuando hablamos con los vecinos (de San Juan) se activó la memoria y nos remitimos al agua. Decían que antes había más fuentes de agua, surcos y quebradas que la gente recorría. Por ello mis intereses de investigación están en revelar cómo estos flujos han sido alterados con la presencia del hombre y cómo no tenemos conciencia sobre el agua como una gran fuente de vida”, reconoce Daniel.
El huerto, además de ser una fuente de alimentación, también sirve como un espacio de contemplación de la naturaleza.
Entre las ventajas de la acuaponía está el consumo reducido del agua, porque siempre está en circulación. A su vez, el crecimiento de las plantas es más rápido y está libre de plagas, no necesitan de pesticidas. (I)