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El Telégrafo
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Juan Carlos Arteaga, escritor ecuatoriano

“Hay que preguntarse por los límites entre sensualidad y arte”

“Hay que preguntarse por los límites entre sensualidad y arte”
Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
03 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

El cine de Bernardo Bertolucci entra en diálogo con los métodos del violador austríaco Josef Fritzl; el intercambio de fotos nudistas de jóvenes en Estados Unidos genera un tratado sobre la sensualidad; y el canibalismo del alemán Arimm Weis se convierte en una búsqueda existencial y literaria.

Cada ensayo del libro Contra el silencio (Tiresias Ediciones, 2018) se inicia con una nota de prensa sobre hechos atroces que el escritor Juan Carlos Arteaga contextualiza en la historia del pensamiento. Sucesos reales, contemporáneos encuentran una reflexión en las artes.

El autor fue dando forma a distintas ideas, que conformaron ensayos sobre lo (in)humanos que pueden ser ciertos acontecimientos que develan a las personas como tales. En su oficina, Arteaga reitera que la ficción es algo que nos sigue afectando.

Usted critica el silencio de estos tiempos, pero también hay ruido, sobreinformación...

Vivimos en una cultura altamente pornográfica. Obscena en la necesidad de mostrar todo, no guardarse nada. Ya no es la literatura del siglo XIX que, para usar una metáfora, deja cosas fuera de la habitación, fuera de campo. Ahora la cámara entró a hacer primeros planos. Entonces hay que preguntarse por los límites entre la sensualidad y el arte porque se han desdibujado en un mundo que expone todo. ¿Por qué existe el fenómeno del sexting y en qué se diferencia de una foto de David Hamilton?

El ensayo El canibalismo nos vuelve humanos cuestiona la forma en que se trató al caso del ‘caníbal de Rotemburgo’ desde el periodismo, ya que diario El País usó las palabras “macabro” y “espeluznante” para describir el suceso...

La pregunta de ese ensayo es ¿qué significa ser libres en un contexto como el contemporáneo? Aparentemente podemos decir y publicar cualquier cosa ahora, pero hay una estructura no tan evidente que va normando nuestro comportamiento. El canibalismo se toma como un motivo, se explica cómo aparece en lo literario, artístico pero lo central es preguntarse sobre lo que está permitido y lo que no.

Los medios tratan de informar; ¿cuál es el papel del ensayista?

El ensayo debe incomodar al lector sacándolo de una zona de confort para hacerle cierto tipo de preguntas que tienen que ver con su experiencia propia. No tiene una función informativa, eso le pertenece a las notas de prensa, busca abrir interrogantes aunque sean existenciales, por decirlo de alguna manera. Incomodar sirve para que repensemos cierto tipo de atrocidades.

Hay estruendos superficiales, como los del sensacionalismo. ¿Qué ocurre con esta forma de relatar el mundo?

Allí está la diferencia con la literatura, cuyos motivos se tornan profundos con el fin de conmover al lector. Cierta parte de la prensa, la amarillista, trata de escandalizar a las audiencias porque sabe que eso las complace; pero en el caso de las artes, el motivo del canibalismo, por ejemplo, tiene una connotación simbólica distinta.

Pablo Palacio con el cuento El Antropófago, personaje que bajo los efectos del alcohol agrede a su esposa e hijo, ya no da una mirada superficial del canibalismo sino un intento de entender qué connotaciones simbólicas tiene.

La idea del libro es hacer dialogar estos niveles, el superficial y el de la profundidad, para ver cómo funcionan las cosas.

¿En Ecuador hay una ausencia de polemistas, de columnas que generen amplios debates?

Hay una tradición de mirar hacia otro lado cuando se trata de polémicas. Desde el periodismo y la crítica literaria no conozco un autor que genere estas reflexiones. No se trata de establecer una polémica que escandalice a ciertos públicos, eso existe y es fácil; se trata de increpar a las audiencias y hacerlas mirarse a sí mismas, cuestionarse, eso lo difícil.

¿Lo importante está pasando desapercibido?

Según Marcel Schwob (a quien cita en el libro), Eróstrato tuvo como castigo la desaparición de su nombre de los libros de historia por haber incendiado el Templo de Artemisa. Ese es uno de los castigos más terribles. La literatura -aunque esta no es su función más importante- debe construir testimonios de hechos y épocas para que no se pierdan. (I)  

Ensayo

Contra el Silencio

Tiresias Ediciones inaugura una serie de publicaciones ensayísticas con el autor Juan Carlos Arteaga.

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