Entrevista / Alexandra Cuesta / cineasta, profesora en binghamton university
“Hay dos caminos para el cine nacional”
Alexandra Cuesta lleva alrededor de 10 años trabajando y pensando el cine desde lo experimental. Su formato de expresión es una cámara Bolex de 16 milímetros. Con ella logra “comunicar con la imagen”, según dijo en una entrevista con este diario horas antes de despegar a Chile.
Y es que desde hoy esta ecuatoriana que ha pasado casi desapercibida por el ámbito mediático de Ecuador será parte del jurado de la selección internacional de la 21 edición del Festival de Cine de Valdivia, que se realiza hasta el domingo 12 de octubre en la ciudad chilena del mismo nombre.
Este año, el festival se acopla un poco a la visión que tiene Cuesta sobre el cine.Esto, considerando que una de las actividades paralelas es una muestra gratuita llamada ‘Primeras Naciones’, compuesta por 11 películas realizadas por pueblos originarios americanos, con factura en México, Canadá, Bolivia, Brasil y Chile. A lo que se agrega una muestra individual de la filmografía de Cuesta.
En este tipo de festivales está el nicho de la cineasta ecuatoriana que actualmente se mantiene dando clases de cine en Binghamton University, en Nueva York.
Su recorrido por los festivales empezó con su primer largometraje, ‘Recordando el ayer’. Este filme narra la historia de unos migrantes ecuatorianos en Shot in Queens en Nueva York. Cuesta estrenó su documental con excelentes comentarios en uno de los más importantes festivales de Estados Unidos, el New York Film Festival en la categoría de Filmes de Vanguardia.
Luego de eso, siguieron más festivales, filmes premiados y muestras individuales en ciudades como Buenos Aires, Nueva York, Bélgica y Chicago.
Actualmente se encuentra terminando ‘País invisible’, un filme que recibió fondos del Consejo Nacional de Cine de Ecuador para la producción y la postproducción.
¿Por qué cine experimental?
El cine experimental es un término súper amplio que de verdad no me gusta tanto usarlo. Justamente porque es muy amplio y la gente que trabaja de esta forma tiene formas distintas de hacer cine. Lo que describe a este mundo es que se está haciendo un trabajo desde otra búsqueda. Se interesa más experimentar con el lenguaje visual o con cómo entiende al cine la audiencia. Hay mucha experimentación con el proceso.
Es como un intermedio, es cine, pero no tienen las mismas preocupaciones del cine narrativo. Digamos que no interesa mucho cuánta plata se gaste, no es una cuestión de entretenimiento, se trata de exploración, de darle una experiencia a la audiencia de lo que está viendo y que se cuestione.
Tú llamas al cine que haces como etnográfico y poético, ¿por qué?
El tipo de cine que yo hago es bien individual. A veces trabajo con un sonidista, pero por lo general trabajo sola. Yo misma filmo. Esto es una búsqueda visual con la cámara. Mis películas las llamo etnografía visual porque son películas que retratan espacios públicos con diferentes ideas; el proceso es muy importante porque es estar en la calle, con el espacio público. En el cine comercial hay esta especie de jerarquía, pero existe otra forma de hacer cine. Me interesaba hacer cine trabajando más independientemente porque de esta forma estás más enfocado en la búsqueda de artista, que en vender un producto. El cine que hago está más ligado a la poesía que a la prosa. Las imágenes en sí están construidas como un poema.
¿Trabajas con un guión?
No, para nada. Sí trabajo con una exploración visual e investigación. Luego salgo y colecciono imágenes con la cámara. En ese proceso estoy aprendiendo del lugar, del espacio de las personas, no con un guión, sino con la experiencia. Al final ves todas estas imágenes que capturaste pero dicen algo que nunca estuve pensando al inicio. Es como una escultura, es una idea que se transforma.
¿Por qué tu preferencia por grabar en 16 milímetros?
Los países que tienen una industria de cine tienen esta historia del cine de vanguardia. En Ecuador no ha habido una industria y ni este tipo de infraestructura para hacer cine. Pero en países grandes sí. Cuando empecé a hacer fotografía análoga, que siempre me había interesado fue cuando viajé a Estados Unidos, a los 17 años. Luego empecé a entrar en el mundo del cine fue porque conocí cineastas de vanguardia. Me encantó, yo lo entendía y lo podía hacer sola.
De a poco encontré a los 16 milímetros como medio para mis películas. Considero que es una forma distinta de capturar el mundo, la luz es super específica y yo puedo comunicar a través de ese material. Lo que hago no solo es sobre contar mi historia, sino comunicar con la imagen. En mis películas no hay sonidos pero hay diálogos. El significado viene de la imagen como tal.
¿Tienes rechazo al cine digital?
Me gusta el cine digital pero es un proceso muy diferente. Utilicé este formato con el largometraje ‘País Invisible’, película que filmé en Ecuador.
Tu ausencia mediática en Ecuador es contradictoria porque por un lado no estrenas en salas locales pero estás en una docena de festivales. ¿No es importante estar en salas?
Considero que ese mundo es de entretenimiento y está bien, pero yo no creo que el cine sea solo eso. Hay mucha más gama. Otra cosa que me encontré en Ecuador, es la necesidad de mostrar otro tipo de cine, y cuando lo planteas a la gente le interesa mostrar solo cine ecuatoriano, pero es limitante porque para crear audiencia también tienes que mostrar otro tipo de cinematografía.
En Ecuador se habla mucho que no hay una industria de cine, que aún hay historias que contar; uno de los aspectos que se configura es el auge del formato documental y está también la presencia del Consejo Nacional de Cine (CnCine) como motor del crecimiento. ¿Cómo ves todo esto desde afuera?
Yo creo que el Consejo Nacional de Cine ha sido súper beneficioso para la creación, pero tampoco creo que deberíamos esperar que todo venga del CnCine. Tienen que abrirse otros caminos para sacar financiamiento, porque el hecho de que la entrega de fondos esté concentrada por un organismo haría que todo tenga una mirada muy homogénea. Hay muchas posibilidades por ser un país en el que se está empezando a explorar una identidad cinematográfica.
Por un lado está la de estancarse, que el cine se quede repitiendo los mismos patrones y estructuras; o, por otro lado, que haya una exploración real de lo que se puede hacer.
¿Cómo percibes los intereses de los cineastas locales a diferencia de los que te vinculas fuera?
Tal vez en Ecuador estamos muy aferrados a la expectativa de grandes audiencias, de la taquilla y no sé si eso sea la forma de experimentar con el cine que queremos hacer. Creo que primero se tiene que pensar en el cine y luego en hacer películas.