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Haneke, una mirada sin concesiones

Haneke, una mirada sin concesiones
11 de mayo de 2013 - 00:00

Madrid, España.- La mirada artística de Michael Haneke, penetrante, poética y sin concesiones, está de moda y crea devotos. Así al reciente éxito de su filme “Amor”, y sus incursiones en el mundo de la ópera se suma ahora el Príncipe de Asturias de las Artes, un galardón que premia una voz a contracorriente.

Una propuesta artística e intelectual que está empeñada en sacar a la luz esa parte más oscura y violenta del ser humano; esa parte menos brillante pero más real e interesante que pone de relieve también las grietas emocionales de un sistema cuyas instituciones, curiosamente, no paran de premiarlo.

Michael Haneke, nacido en 1942 en Múnich (Alemania) pero criado en Austria, siempre ha dicho que su lenguaje y estética es una reacción “contra el mainstream (la cultura de masas)”.

Y el pasado jueves, este hombre,  que ha recibido el premio Príncipe de Asturias porque, según el jurado “ilumina y disecciona con deslumbrante maestría aspectos sombríos de la existencia como la violencia, la opresión y la enfermedad”, se ha convertido en un ídolo reverencial que llena  las salas de cine, teatros o espacios adonde acude.

Su último largometraje “Amor”, la historia de una pareja otoñal que se enfrenta a la cruda realidad de la enfermedad, con la dignidad y el amor por medio, ha sido ganadora del Oscar a la Mejor película de habla no inglesa y de la Palma de Oro en Cannes, festival que adora y premia su cine.

También “La cinta blanca” se llevó la Palma de Oro en Cannes, este filme es un retrato en blanco y negro de una familia, cuyo padre es un  pastor de almas de  hijos aterrorizados, en el contexto de un pueblo cargado de prejuicios y de maldad. Esta cinta está cargada de  tremenda violencia, que se torna invisible pero insoportable.

En este certamen francés, en cuya competición oficial ha presentado la mayor parte de sus películas, igualmente su perturbadora cinta “La pianista”, con una perversa Isabelle Huppert, consiguió el Gran Premio del Jurado, así como la Mejor dirección con la desasosegante película “Caché”.

Cintas, todas ellas, en las que se deja ver la formación que tiene el realizador austriaco en filosofía, drama y psicología y que le permiten tener herramientas para colocar en el diván a la sociedad en su conjunto. Perseguidor del ritmo tanto en sus películas como en las adaptaciones que ha hecho en las óperas de Mozart, “Don Giovanni” y “Cosi fan Tutte”, Haneke está empeñado en sacudir  sensibilidades.

El Premio de las Artes con el que fue distinguido es el primero que se falla en la trigésimo tercera edición de los Premios Príncipe, destinado a galardonar a quienes hayan hecho una aportación relevante al patrimonio cultural de la humanidad.

El premio, al igual que los otros siete que concede anualmente la Fundación Príncipe de Asturias, está dotado con una escultura de Joan Miró -símbolo representativo del galardón-, 50.000 euros,  un diploma y una insignia.

Haneke se impuso en las últimas votaciones al bailarín y coreógrafo cubano Carlos Acosta, al artista estadounidense Bruce Nauman, al compositor estonio Arvo Pärt y a la artista serbia Marina Abramovic, los cinco finalistas de entre los 33 candidatos que optaban a este galardón en la presente edición.

El director es el sexto galardonado con el Premio de las Artes procedente del mundo del cine, tras haberlo obtenido también a lo largo de sus treinta y dos ediciones anteriores  Fernando Fernán Gómez,  Pedro Almodóvar, Woody Allen, entre otros cineastas.

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