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El Telégrafo
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Guayarte monta contenedores con arte urbano y gastronomía

Los artistas urbanos Apitatán y Entes establecieron un diálogo sobre sus trabajos en las torres principales.
Los artistas urbanos Apitatán y Entes establecieron un diálogo sobre sus trabajos en las torres principales.
Fotos: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
02 de diciembre de 2018 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

Es hora pico y hay carros estacionados —a veces sobre la vereda— desde el paso elevado que sale de la ciudadela Ferroviaria hasta el inicio de Bellavista, en la av. Carlos Julio Arosemena. Aunque es gratis por este domingo 2 de diciembre, nadie puede entrar al nuevo Parqueo de la Plaza Guayarte —donde hay 40 nuevos espacios frente a la Universidad Católica y 80 del lado de Urdesa— hasta que llegue el alcalde de la ciudad, Jaime Nebot.

Estudiantes con camisetas de sandías, bananas, gafas grandes, cabellos de colores, informales infiltrados que tocan sus cajoncitos, gente más formal y uno que otro ciclista con la “bici” al costado, buscan espacio para hacerse una foto con los murales que están delante de los parqueaderos o entre las escaleras. Algunos quieren ver las galerías o los restaurantes del segundo piso y esperan por los ascensores copados de gente.

El último jueves de noviembre, en la víspera del último año de su cuarto período como alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot Saadi se sienta en la primera fila de las sillas de plástico colocadas para inaugurar este espacio, la Plaza Guayarte, en el Malecón del Salado, entre la Universidad Católica y la de Guayaquil, construido en 2003 y ahora readecuado y renombrado en el marco de un proyecto del concejal Josué Sánchez para el arte urbano y la gastronomía.

La expresentadora de televisión del extinto programa Combate, Michela Pincay, anuncia con la llegada del Alcalde y su comitiva, incluida la candidata a la sucesión, Cynthia Viteri, un video sobre el proyecto que se promociona como “un espacio que no existía en Guayaquil para el arte urbano”.

“Este video tiene el gracias que todos queremos decirle a ustedes, que han hecho esto posible”, dice Pincay. De inmediato, una serie de artistas, emprendedores y actores vinculados a la participación del espacio dicen “Gracias, Alcalde, por darnos la oportunidad de llevar a cabo este proyecto. En nombre de todos los emprendedores les damos las gracias”, “gracias abogado”, “gracias al abogado Nebot por lograr cosas impensables”, concluye el actor Víctor Aráuz.

“Esta plaza nació de muchos ustedes, seguiremos escuchando sus sueños para hacerlos realidad”, dice, finalmente, el concejal Sánchez. Pincay toma la posta e invita al público a gritar “gracias”. Así, le da paso al Alcalde para que inaugure oficialmente el espacio.

Él agradece a Josué Sánchez, a los gestores del proyecto “que son los autores” y a Fundación Siglo XXI. “Nosotros somos los ejecutores —dice Nebot—. Les tenemos dos sorpresas más. Es una coincidencia que sea Navidad porque nosotros trabajamos todo el año: Daremos 60.000 créditos para jóvenes informales, para que puedan emprender, hacer realidad sus sueños. Eso va acompañado de 50.000 tablets para 50.000 hogares”.

El remate de la sorpresa del Alcalde de la ciudad llega cuando dice que desde el 1 de enero se duplica a 90 minutos el servicio de internet gratuito sin cable.

El resto de invitados se levanta para “la selfie grupal” y el Alcalde se va mientras le gritan “Nebot presidente”, de manera breve.

La plaza Guayarte es una evolución del Festival de Arte Urbano que inició el año anterior el concejal Josué Sánchez con una serie de murales en el centro de la ciudad. La contratación de los servicios estructurales de la plaza se entregó en noviembre del año pasado, con un plazo de 10 meses al Consorcio Urban-Arte por un monto de $ 4’460.825.

Este consorcio empezó sus operaciones en octubre del mismo año, con Patricio Gregorio Cabal Bravo como representante legal.

El Malecón del Salado se inauguró en 2003 como un espacio administrado por Fundación Siglo XXI, con un monto de inversión de $ 12 millones derivados de la recaudación de impuestos. En julio de 2012, este espacio, también como iniciativa del concejal Josué Sánchez, inauguró el llamado Paseo de la Juventud, o puente Zigzag, con un presupuesto de $ 3 millones. Este ha sido sede principal de encuentros enfocados para la juventud, como el Mercado del Parque.

La Plaza Guayarte tiene entre su oferta más de 40 locales, repartidos entre emprendedores y sedes comerciales conocidas. La oferta se formó a partir de un concurso público y subasta inversa electrónica. Los containers en los que funcionan se entregaron a concesión por cinco años, con un contrato de arrendamiento que oscila entre $ 650 y $ 1.500.

Así, Sweet and Coffee inauguró su local 90, a menos de un kilómetro de otras tres sedes, y Almodóbar, un pub conteiner, su primer local, impulsado por jóvenes que se proyectan como productores de cerveza artesanal.

En el plano general de la plaza se ve en grande el diálogo que generaron el quiteño Apitatán y el peruano Entes. Juntos forman el colectivo Primates. Pintaron las torres centrales pensando en habitantes imaginarios de este tiempo, en zonas que tienen más contacto con la naturaleza.

De un lado hay un hombre con una planta y un colibrí y, del otro, una mujer con un pedacito de ciudad en medio de la selva.
Apitatán, la noche de inauguración, con los lentes aún manchados de aerosol, cree que “es lindo no perder el equilibrio entre la ciudad y la naturaleza, no quedarnos solo con lo gris”.

La plaza habilitada por el Municipio de Guayaquil genera un espacio para el arte urbano, aún cuando cualquier mural no autorizado en la ciudad termina pintado de gris -siendo el proyecto Litro x Mate, de Daniel Adum, el ejemplo más claro, pues su autor además enfrentó cargos judiciales-.

Para Apitatán y colegas suyos, como Carla Bresciani, otra de las autoras de los murales que se montaron en la plaza, este sí es un espacio ganado. “No todo tiene que ser estrictamente ordenado, en el arte pienso que todo es válido. Esto es aspiracional, se puede cambiar y generar más propuestas”, dice Apitatán. Para Bresciani, este espacio “es algo muy necesario para la evolución cultural de nuestra ciudad. Nosotros pintamos todos los días en todos lados, donde toque pintar. A mí me gusta pedir paredes aunque después las borren”. (I)

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