La "Fiesta" de teatro no acaba para el grupo Papagayo
Tan solo cuando todos los niños que han llegado al teatro se sientan, algunos aún protegidos por sus padres, puede empezar la Fiesta del grupo Papagayo.
Aleida Santiago (Cuba, 1956), la directora y creadora de los formatos que lleva a escena la agrupación desde 2005 viste una bata larga estampada de flores y lleva un tambor en su vientre con el que anuncia cuándo empieza la función.
Lyzbeth Badaraco toma el teclado y Alondra Santiago un pequeño ukelele rojo, como su vestido y sus zapatos. Abren con música en tonos agudos una obra enfocada para la atención, a veces tan dispersa, de niños entre 0 y 6 años.
En 2014 el grupo de Aleida Santiago decidió desarrollar teatro para bebés, luego de haber trabajado en formatos para niños de varias edades. “Este es nuestro público porque no hay nada para ellos en Guayaquil”, pensó Santiago.
Durante todo junio montaron ocho funciones de Fiesta, una versión dramatizada de las tradicionales fiestas infantiles, a propósito del Día del Niño. En esta propuesta se salen los estereotipos del payaso que cuenta chistes, no hay juego de la silla, ni la adivinanza táctil para ponerle la cola al burro con los ojos vendados.
“Hay que romper con el estereotipo del payaso, qué puedo hacer con los elementos de la fiesta para que sea teatral, esto es una fantasía, eso hay que pensarlo como un niño, no como una persona adulta, hay que crear a partir de lo que les gusta”, dice la directora.
Para Alondra pensar como niños es mantenerse en su universo, pensar en “cómo se divierten y cómo hacíamos cuando éramos niños. En estos 13 años de trabajo ya sabemos bien cómo funciona”.
En la Fiesta de Papagayo, Badaraco, en el teclado; Mia Espinosa, Aleida y Alondra Santiago en el escenario se proponen contar una historia cargada con música infantil como aquel clásico de Una muñeca vestida de azul.
También cantan las canciones que crearon durante los ensayos, a partir de ideas conjuntas, que varían de acuerdo a las circunstancias de la obra, como la que cantan tras el acto de magia en colaboración con el público de pequeños, en el cual aparece la mamá coneja que fue a comer zanahorias y dejó solos a sus pequeños.
“Hacemos nuestra música ahora que hay cosas tan malas que se escuchan para los niños”, dice Aleida Santiago. Para Badaraco, que canta y está todo el tiempo tras su teclado, es su primera vez en una función solo para bebés, donde ante la ausencia de una dramaturgia, los cambios se definen a través de pequeños gestos y acciones.
Badaraco ya había trabajado antes en teatro para niños, pero aquí “cada función es diferente porque hay que improvisar la música a partir de las acciones. Mientras ocurre un problema con algún niño que se escapa de su lugar en el público hay que jugar con eso y mantener el estado de armonía y bienestar aunque haya caos”, dice Badaraco.
El escenario de esta Fiesta, montada en el Teatro Sánchez Aguilar está construido con objetos de tela, que la directora hace a mano, mientras no está pensando en las acciones que podrían divertir a los niños en el teatro.
En esta última función del grupo unos niños abuchean al mago, otros intentan cruzarse demasiado en el escenario. “Siempre hay ruido, el bebé tiene hambre, hay madres que lo amamantan aquí y hay que jugar con eso, si estuvieran todos en silencio sería raro. Hay niños de hasta cinco meses y han visto la obra”, dice Santiago.
A pesar del ruido y la forma en la que algunos niños piensan en desafiar a los actores, al final de la función los padres preguntan: “¿te gustó la obra?”, la respuesta va de “sí” a “me encantó”. Tal vez cuando crezcan quieran volver a ser parte de la magia del teatro. (I)