Jorge Núñez Sánchez, director de la Academia Nacional de Historia del Ecuador
“González Suárez fue un patriota”
El director de la Academia Nacional de Historia, Jorge Núñez Sánchez, destaca los aportes de Federico González Suárez al desarrollo de esa ciencia en el país.
Resalta, también, su patriotismo y posición frente al convulso momento en el que le tocó vivir.
¿Qué resalta de la labor intelectual de monseñor Federico González Suárez, a los 100 años de su muerte?
Fue un notable historiador y arqueólogo. Comenzó los estudios arqueológicos científicos en el Ecuador. Inició a Paúl Rivet, quien había venido con la segunda Misión Geodésica Francesa, en los asuntos de la arqueología, de la antropología americanas. El propio Rivet reconoció que esas influencias le indujeron a desarrollar toda esa metodología de investigación que le sirvieron para crear el Museo del Hombre.
Fue maestro, autor de textos y buen escritor.
Hay sectores que critican su aparente apego excesivo a la historia documental...
González Suárez fue el padre del positivismo histórico en el Ecuador. Esa corriente que propugnaba que la única historia científica era aquella que podía construirse a partir de los documentos. Hoy existen concepciones más avanzadas. Pero en su momento, el positivismo fue la más progresista escuela del pensamiento científico respecto de la historia.
¿Su positivismo le permitió comprender a las culturas prehispánicas?
A través de la arqueología mostró su interés por las culturas prehispánicas y la importancia que les daba como el origen lejano de nuestra nacionalidad. Pero él no admitía, como el padre Juan de Velasco que, a partir de eso hubiese existido una dinastía de reyes parecida a la de los incas: la de los Shyris. Pero él se interesó, les dio gran valor.
¿Cuál fue su actitud como intelectual y religioso en el área política, dada la efervescencia de la época que tuvo que vivir?
Fue un religioso muy moderno para su época, porque en el tiempo en que le tocó vivir y actuar había una iglesia muy plegada al pensamiento de García Moreno, a los proyectos políticos del conservadurismo y a los intereses de los terratenientes. Además, era una iglesia que a finales del siglo XIX seguía resistiéndose a valorar el poder republicano.
Pero había unos sectores que, pese a formar parte del bando conservador, eran republicanos. Juan León Mera era un gran pensador en ese sentido.
Y González Suárez, que no tenía bandería política, estaba bastante cerca de esa forma de pensamiento.
Entonces, él era un obispo que aceptaba la existencia de un poder republicano, surgido de elecciones hechas a partir de la voluntad popular. Y ya no seguía con la cantaleta aquella de que el único poder era el que emanaba de Dios y era transmitido a los príncipes.
Eso le habrá ganado muchas enemistades...
No solo eso. Por su apego a la verdad, no tuvo empacho en revelar el tomo IV de su Historia General de la República del Ecuador documentación colonial, según la cual, ciertas órdenes religiosas, sobre todo la de los dominicos, estaban llenas de pecados y de escándalos.
Y ese fue uno de los motivos que le ganó la enemistad de muchos religiosos. Primero protestaron los dominicos. Y luego, también, duramente el obispo de Portoviejo, Pedro Shumacher.
¿Y su posición frente al ascendente liberalismo?
Es nombrado obispo de Ibarra en 1894; el 95 triunfa la Revolución Liberal. Los conservadores derrotados emigran a Colombia y allá los protege y ayuda el obispo de Pasto y, disimuladamente, el Gobierno de ese país.
Los emigrados ecuatorianos empiezan a formar ejércitos de cristeros fanáticos para invadir el Ecuador y derrocar por las armas al gobierno de Eloy Alfaro.
Entones, González Suárez emitió una comunicación para su vicario, indicándole que estaba prohibido que los curas, cooperadores religiosos, monjas y feligreses de esa diócesis colaborasen con las invasiones.
Dijo algo así como que “no puede pretenderse sacrificar la religión, sacrificando la Patria, como no se podría sacrificar la religión, para salvar la Patria”.
Fue patriótico también durante la crisis limítrofe de 1910...
Así es. Él era un hombre de paz; lo había dicho en sus escritos. Y, sin embargo, llegó el año de 1910, se inhibió el rey de España de establecer un fallo sobre los reclamos limítrofes en la frontera del Perú, porque el país descubrió que el Gobierno del Perú había influido grandemente en los asesores del rey.
Y entonces, había la amenaza de una guerra. Alfaro fue a la frontera, puso 10 mil hombres y frenó la agresión.
Y en esa situación, Federico González Suárez dijo aquella fantástica frase: “Si ha llegado la hora de que el Ecuador desaparezca, que desaparezca. Pero no enredado en los hilos de la diplomacia, sino en los campos del honor, al aire libre y con el arma al brazo. No lo arrastrará a la guerra la codicia, sino el honor”. Eso nos muestra a un patriota absoluto. (I)