Entrevista / Jorge Núñez Sánchez / Director de la Academia Nacional de Historia
"Ya superamos la visión hispanista de nuestra historia"
La historia —ese oficio que se inscribe desde la memoria para enfrentar el presente— ha sido vista como un quehacer de generales y doctores reunidos en las capitales para tomar decisiones políticas, dice el historiador Jorge Núñez Sánchez, quien preside la Academia de Historia de Ecuador, desde 2013. Más allá de fechas simbólicas y héroes, el panorama del pasado está compuesto por grandes fenómenos sociales, como gestas de los pueblos o desastres naturales, que suelen ser imprevisibles o no. Esta conversación, ocurrida en la redacción de EL TELÉGRAFO, inicia con una constatación geográfica.
Una erupción volcánica o un terremoto pueden cambiar un mapa para la posteridad...
Ahora sabemos que la comunidad de los Yumbos, habitantes precolombinos del noroccidente de la provincia, fue arrasada casi en su totalidad por las erupciones del volcán Pichincha. Entonces, ellos dejaron su centro tradicional, Tulipe (Nanegal), y se marcharon. Los terremotos tampoco constituyen solo un cataclismo geológico, sino también social, hacen que la gente huya de sus regiones, incluso, alterando la vida colectiva y la infraestructura. Por eso, los desastres naturales pueden ser trascendentales en la historia.
¿Qué implicaciones sociales dejó el más grave terremoto acaecido en Ecuador, en 1797?
Destruyó totalmente la antigua ciudad de Riobamba (provincia de Chimborazo), que se reconstruyó en otra zona del país. También afectó a Latacunga, Ambato, Guaranda, Alausí... una enorme cantidad de poblaciones. Entonces, Juan de Dios Morales, abogado y profesor de la Universidad de la capital (la llamada Real y Pública Universidad de Santo Tomás) fue delegado por la Audiencia de Quito para llevar la ayuda que, mediante limosnas, se había recogido para ayudar a los damnificados. Al llegar a la zona del desastre, Morales solicitó que se emplearan los fondos que había en las cajas de la realeza para la reconstrucción, pero el presidente de la Audiencia, Luis Muñoz de Guzmán, quien descansaba en una quinta de El Quinche, se opuso diciendo que “los fondos del Rey eran sagrados, casi intocables”. Ahí Morales fue tomando conciencia del poco interés del poder colonial por los problemas de la gente de esta colonia quiteña.
Esa tragedia fue determinante...
Junto a un grupo de profesores universitarios, Morales lideró, en 1809, la revolución quiteña. El cataclismo de 12 años antes hizo que los ilustrados de la ciudad, quienes ya tenían una conciencia previa acerca de ideas patrióticas, siguieran la estela de Eugenio Espejo, quien dijo: “Desgraciado sea el país que no se preocupara de sí mismo y no confiara su suerte a sus propios esfuerzos”. El terremoto de Riobamba mostró a los ciudadanos la necesidad de tomar el manejo de su destino.
Pero parece que los desastres naturales no dejaron una conciencia a largo plazo...
Es que para la naturaleza estos fenómenos no son un desastre como tal. Lo son para la sociedad a la que afectan, pero son fenómenos normales para el entorno, que incluye sequías e inundaciones.
Sin embargo, estos sucesos exigen a la sociedad que tome conciencia de sus efectos y prevengan su ocurrencia futura. Cuando se produjo el terremoto en 1797, al reconstruir la ciudad se tomó en cuenta una serie de criterios antisísmicos, muy avanzados para la época: la ciudad tendría calles anchas, para que la gente pueda refugiarse del posible derrumbe de sus viviendas; habría muchas casas y parques para acampar ahí; las edificaciones no sobrepasarían un piso; y otras características y ordenanzas dictadas con un sentido de prevención. Esos principios fueron usados también para la reconstrucción de Ibarra (Imbabura), casi 7 décadas después.
Como historiador, usted puede prever ciertas cosas asistido por la perspectiva del pasado. ¿Habrá un uso político del último terremoto?
El único uso político posible para lo que ocurrió el 16 de abril en la Costa ecuatoriana dependerá del buen o mal manejo del esfuerzo de atención a los damnificados y de reconstrucción de la zona afectada. Si el Gobierno atiende, como lo ha hecho, rápida y eficientemente a los damnificados, y si, como parece, van por buena ruta los esfuerzos de reconstrucción, eso va a producir un gran beneficio político, sin duda. Ya hay encuestas que muestran un crecimiento de la popularidad del presidente Rafael Correa en las zonas afectadas.
¿Qué ocurrirá en cuanto a los desplazamientos humanos en lugares como Pedernales?
Después de este tipo de cataclismos se producen migraciones porque la gente descubre, unas veces de forma instintiva, otras con plena conciencia e información científica, que viven en zonas de tremendo riesgo. En el libro colectivo Los desastres naturales en la historia de Ecuador y el sur de Colombia (coeditado por la Academia Nacional de Historia y la Casa de la Cultura Ecuatoriana) hay una parte sobre la historia de los terremotos en la provincia de Manabí. Ahí vemos cómo, en 1942, se produjo un terrible sismo en el mismo sitio de este año, afectando a las mismas poblaciones y, prácticamente, de la misma magnitud. Hay a quienes el amor por su tierra, su lugar natal, les hará quedarse allí, pese al riesgo.
¿Por qué sigue siendo una excepción ver a jóvenes integrando academias de historia?
No es fácil que lo hagan porque en los requerimientos de los estatutos dice que sean historiadores con un prestigio logrado y una obra reconocida, lo cual es difícil de lograr antes de los 40 años. El historiador tiene que formarse primero, trabajar, realizar investigaciones y publicaciones para merecer la atención de entidades de tipo académico. Sin embargo, hemos hecho esfuerzos por vincular a gentes de menor edad que las de antes, quienes eran octogenarios y nonagenarios. También se han incorporado varias mujeres (ver Datos). Y eso es un logro.
¿Qué pasará con entes como el Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, que trabajan por fuera. ¿Estarán vinculados a la Academia?
No. Son organizaciones que tienen sus propios objetivos y espacios. Hay personas que llegan y están cerca, pero nosotros superamos ya la historia hispanista. Estamos preocupados por la historia de la época hispánica, sin duda, pero la visión hispanista la hemos superado. Estamos preocupados por una visión nacional, étnica (...). Y, previa evaluación, en unas semanas, posicionaremos a los primeros historiadores indígenas y afrodescendientes. (I)