Fernando Falconí desorganiza el mundo
Fernando Falconí (Guayaquil, 1980) usa las sagradas enciclopedias, esas exclusivas proveedoras del conocimiento durante su infancia, para desmenuzarlas y reconstruir su propio universo simbólico, una nueva mitología en la cual, posiblemente, también se identifiquen los espectadores.
Se trata de desjerarquizar, de levantar su propia data a través de un acto perverso y prohibido en su niñez, el recortar los libros y las enciclopedias, en su mayoría de la línea Salvat, que eran su única manera de acceder a las imágenes del mundo.
Falconí usa la técnica del collage, una forma de expandir la pintura a través de la apropiación de un universo que intenta explicarse científicamente. A pesar de que el collage es una técnica, no hay un método que el autor tenga establecido para encontrar un orden a lo que quiere. Solo deja que el azar vaya hallando las formas y sentidos.
A partir de una mayor exploración de piezas anteriores, Falconí presenta su última muestra individual, Tesauro, en la galería urdesina DPM. El tesauro en latín significa “tesoro” y también es una especie de índex para ordenar las cosas que se relacionan entre sí. En los diccionarios o almanaques, por ejemplo, existe un tesauro.
Lo que Falconí propone en esta serie de 17 obras no es precisamente un orden. “En realidad trato de desordenar esta jerarquización, este orden que hay en las enciclopedias. Juego también con la idea del mapa, del territorio. Los griegos siempre son protagonistas”, dice el autor.
Falconí encuentra parte de sus intereses en una cita del filósofo Umberto Eco cuando, en su libro Historia de las tierras y los lugares legendarios, dice irónicamente que “los mapas medievales no tenían una función científica, sino que respondían a la demanda de lo fabuloso por parte del público, del mismo modo que hoy las revistas de papel cuché nos demuestran la existencia de platillos volantes y en la televisión nos cuentan que las pirámides fueron construidas por una civilización extraterrestre”.
Casi todas las propuestas tienen su nombre en latín. La obra que abre la muestra se llama “Tesauro” y es una especie de mapamundi, en el cual se define un mundo redondo y a la deriva, donde los continentes están tan separados como su riqueza lo permite.
En todas las geografías que ha preparado Falconí en esta muestra hay una sobrepoblación de hongos, vegetación perdida y animales pequeños que miran de frente a arquitecturas olvidadas.
El curador de esta muestra es el historiador de arte Rodolfo Kronfle, quien apunta en su texto curatorial: “Podemos equiparar los collages resultantes como un conjunto de cartografías gozosas y llenas de una inventiva lúdica que revela su propio Imago Mundi, donde alrededor de fragmentos de mapas interactúan animales de especies diversas y un sinnúmero de ejemplares del reino vegetal que, a su vez, se entremezclan con lo más variado de la invención humana: las referencias que van de la agricultura a la obtención de combustibles fósiles parecen enfatizar la voluntad de dominio y afán exploratorio del hombre sobre estas geografías”.
Agrega Kronfle que las obras de Falconí, “aunque repletas de ficciones ilustradas como en los mapas antiguos, permiten pensar alegóricamente la acción humana en el mundo real”.
En la obra “Mirabilia (el exceso coherente)”, Falconí utiliza una de las representaciones de la creación bíblica.
En “Mirabilia (el exceso coherente)”, el artista utiliza como parte central de cuatro cuadros de pequeño formato una imagen de la creación bíblica, cuando sus personajes comen del fruto prohibido. El cuadro está rodeado de señales fálicas, hongos, choclos, zanahorias, frutos partidos, instrumentos de tortura, venus y granos de polen. De allí el nombre, que en español se traduce como objetos maravillosos, que pertenecen a lo sabrenatural.
Al modo de las series que tiene la enciclopedia Salvat, Falconí presenta “Congruencia I, II, III y IV”. Cada uno de los dípticos y trípticos tienen mapas y su geografía la define el tomo de la enciclopedia que Falconí usó para su obra.
La paleta de colores depende de los tonos que tienen los mapas; él la completa en acrílico y goma, juega con la idea de reorganizar. Así, Arabia Saudita está encima de Estados Unidos y la Amazonía en Ecuador sigue siendo verde, a pesar de la carretera que la atraviesa.
“No sé si sea por mi antecedente de pintor, pero estos colores de las cartografías me gustan mucho y trato de seguirlos”, dice Falconí.
De acuerdo a Rodolfo Kronfle, el interés del artista “por deshacer el orden y retar la sistematización de los temas que configuran estas enciclopedias para crear su atlas personal, apunta a la creación de ‘un caos orgánico’, como él mismo señala, de donde emergen curiosas e insospechadas relaciones sobre ‘la tierra’, ‘la naturaleza’, ‘hombre y sociedad’ o ‘el mundo viviente’, categorías y clasificaciones que a su vez emplea como subtítulos de algunas piezas”.
La muestra puede pensarse en tres partes: aquellas obras que surgen del trabajo de recortes de enciclopedias; las que provienen del imaginar los paisajes de hombres que intentan representar el mundo con cámara oscura; y la instalación “La zarza ardiente”, en la que simula un arbusto que servía para jerarquizar las especies que habitan en el planeta.
En los cuadros que aluden a los paisajes que exploradores y científicos intentan representar a través de la cámara oscura, los creadores le dan la espalda al universo y Falconí repite el gesto del dique en imágenes apocalípticas, a veces desiertas, como una metáfora de la mediación que existe entre el mundo y quienes lo representan.
En esta muestra, el autor, dedicado a la docencia, confiesa su intención de zafarse de la lógica de la enseñanza en el país, en la que los docentes y los estudiantes siguen replicando las mismas cosas que hace 20 o 30 años: pruebas estandarizadas, falta de reflexión, seguir las pautas que dan los textos guías, evaluar a todos los estudiantes con la misma vara o la homogeneización que sigue presente en la educación.
“El trabajar con collage me da libertad porque me concentro en las minucias, en los detalles, en lo que aparentemente no es importante, al final es igual. La poesía no tiene una utilidad pragmática, medible, tasable, pero sin poesía no se puede sobrellevar la vida”, dice Falconí.
Friedrich Nietzsche diría en El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música que “la relación que el filósofo mantiene con la realidad de la existencia es la que el hombre sensible al arte mantiene con la realidad del sueño”. (I)
En “Congruencia IV (Hombre y sociedad)” utiliza la idea de un paisaje nocturno y un afiche antimezcla racial.