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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Fernando Vallejo arremete contra el idioma español

México, México DF.-

Polémico y genial, el escritor Fernando Vallejo rescata la figura del gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo en su libro “El cuervo blanco”, una biografía que traspasa los límites del género y en la que el autor demuestra su amor por la lengua española, un idioma que -dice vehemente- “hoy es un desastre”.

“Este idioma démoslo ya por muerto y pongámonos a hablar inglés. Pero eso sí, en un inglés libre de contaminaciones hispánicas y latinismos, como escupiendo, en puro anglosajón”, afirma Vallejo (Medellín, 1942) en una entrevista, en la que dedica duras palabras a su país de origen, Colombia, y a España: “La colombianidad es la podredumbre del alma. Pero España es peor: un país de hidalgos prepotentes, soberbios, gritones, altaneros, groseros”, son algunos de los dardos que lanza este escritor apasionado, radical y lúcido, considerado uno de los mejores escritores en lengua castellana, como se lo reconoció en 2011 con el Premio FIL de Literatura en lenguas romances.

Residente en México desde 1971, Vallejo canoniza en su libro a Cuervo (Bogotá, 1844 - París, 1911), el filólogo que trató de apresar el genio del idioma en su monumental “Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana”, pero ese genio es “rebelde, cambiante, caprichoso, se sale de donde lo quieren meter y no lo agarra ni el loquero”, dice el autor en su libro, publicado por Alfaguara.

La labor que hizo Cuervo fue de tal magnitud que puede considerarse “una locura”. Y es que “él era de alma española. O sea loco. Como don Quijote, metido a arreglar lo inarreglable”, subraya Vallejo.

Fruto de una investigación exhaustiva, el libro rinde homenaje a este filólogo en el centenario de su muerte, y le da pie al autor a reflexionar sobre la historia de Colombia desde la segunda mitad del siglo XIX y, también, a criticar a la Iglesia, a los políticos, la hipocresía, la falsa moralidad y la burocracia.

Entre los materiales que ha consultado, figuran las mil seiscientas cartas que Cuervo “recibió de unos doscientos corresponsales de países de Europa y de América, y se las dejó de herencia, junto con sus papeles y sus libros, a la Biblioteca Nacional de Colombia”.

También ha manejado las mil cartas que el propio Cuervo escribió y que el Instituto Caro y Cuervo ha logrado reunir. “He dispuesto de una documentación inmensa”, asegura.

Desde niño, cuando Vallejo leía las “Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano”, quiso saber más y más de Cuervo. “Nunca imaginé que un día, ya al final de mi vida, habría de llegar a saber tanto de la suya”, dice el autor.

“Fue un hombre modesto, bondadoso, puro, que no conoció la soberbia, ni la envidia, ni la traición. Ni la lujuria, ¡y mire quién se lo dice!”.

Y continúa: “¡Qué diferencia con esta partida de tartufos que ha canonizado la Iglesia y que con los miles que recientemente el papa Wojtyla (la alimaña polaca canonizadora) les sumó han hinchado el santoral hasta el punto de casi reventarlo!”.

El autor se muestra pesimista con la evolución del español y no cree que este idioma tenga salvación. Y le echa la culpa de muchos de los fallos que se cometen -o “fallas”, como se dice en América- a los españoles, a los que en “antaño fueron la metrópoli y hoy no son más que una provincia anómala del idioma. Y en plena quiebra por lo demás, de vuelta otra vez a los chiqueros del siglo dorado de Carlos V”, afirma.

Y no le parece que en Colombia el español sea mejor que en otros países, como mucha gente opina: “El español de Colombia es más desastroso que el país. Es un idioma en ruinas para un país en ruinas. Por lo menos en esto somos consecuentes y estamos de acuerdo con nosotros mismos”, indica Vallejo.

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