Federico García Lorca y el don de la ubicuidad
"Ustedes comprenderán que a tal hombre, a tal poeta, teníamos que perdonárselo todo y solamente gente sin dignidad, sin conciencia y sin humanidad pudo no perdonarle la vida", dijo en una ocasión Pablo Neruda al referirse a Federico García Lorca, el poeta irresistible, luego de contar una anécdota en la que, con catadura compungida, lo retrataba.
"Muchísimas veces, en su generosidad y en su simpatía, prometía encontrarse con veinte personas a la vez, en veinte sitios diferentes de una ciudad. Yo me había disgustado con Federico y les había dicho a mis amigos que jamás lo perdonaría, entonces una noche, no mucho tiempo después de haber sugerido que él se creía una vedette, me lo encontré en una taberna; yo estaba sentado en la barra y sentí que alguien me tocaba suavemente el hombro, miré y era Federico.
Actué como si no lo conociera y volvió a tocarme el hombro, entonces sacó de su bolsillo un pañuelo, lo levantó, lo desplegó, atrayendo todo el tiempo mi mirada, lo puso en el suelo y se arrodilló, mirándome fijamente a los ojos". ¡Quién podía resistirse a Federico!
Los franquistas. El 18 de agosto de 1936, a las 4:45, fue fusilado. Tenía 38 años (nació en 1898) y había buscado refugio en Granada, en casa de la familia de su amigo el poeta Luis Rosales, donde se sentía seguro ya que dos de sus hermanos, en los que confiaba, eran destacados falangistas de Granada.
El poeta Gabriel Celaya, no sin impotencia, decía que Lorca se reía de ese hecho como si aquello no fuera más que una travesura de niños. "No veía nada detrás. Se reía como de una buena broma. Pero esa risa, esa confianza en que el hombre es siempre humano, ese creer que un amigo, fascista o no, es un amigo, le costó la muerte. Porque fueron unos amigos, amigos que él contaba entre sus mejores, quienes en el último momento resultaron ser ante todo y sobre todo fascistas".
Y lo curioso es que Lorca jamás se identificó con ningún partido político, estaba ocupado escribiendo, haciendo teatro, pintando, tocando el piano, y, cómo no, seduciendo, no solamente con el verbo, sino también con su encanto.
Le imputaron tres delitos: espía de los rusos, masón y homosexual. Y con ese argumento, un mes después de que estallara la Guerra Civil en España, fue asesinado.
Como una pequeña muestra del vituperio al que sería sometido, sus imberbes compañeros le decían "Federica" en la época del colegio, tiempo en el que descubrió a Óscar Wilde y Rubén Darío, dos personajes que cambiarían su vida.
Su vasta obra es una mezcla de tradición y vanguardia porque hizo romances y canciones populares (hasta que murió Franco no se podía leer su Romancero Gitano completo y sin censura).
En su inventario literario predominan la elipsis (técnica narrativa) y las metáforas (recurso literario) y sus poemas se caracterizan por llevar recurrentemente simbolismos como la luna, la sangre, el toro, el caballo, los metales, la hierba y el agua.
El maleficio de la mariposa (1921); Mariana Pineda (1927); La zapatera prodigiosa (1930); Retablillo de Don Cristóbal (1930); Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933); Bodas de sangre (1933); Yerma (1934); Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935); La casa de Bernarda Alba (1936) y Comedia sin título (inacabada) (1936) forman parte de sus obras teatrales.
Entre sus poemarios figuran Libro de poemas (1921); Poema del cante jondo (1921); Oda a Salvador Dalí (1926); Romancero gitano (1928); Poeta en Nueva York (1930); Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935); Seis poemas gallegos (1935); Diván del Tamarit (1936); y Sonetos del amor oscuro (1936) figuran entre sus poemas.
El poeta, dramaturgo y prosista español hizo teatro, poesía y música; tocaba el piano y pintaba. Su estancia en la residencia de estudiantes era lo más progre de la época en la que le tocó vivir, año 1919; allí trata al pintor Salvador Dalí y al cineasta Luis Buñuel.
Conoce a Juan Ramón Jiménez, quien influye en su poesía; luego viaja a la ciudad de Nueva York, donde descubre lo que es el capitalismo. De Estados Unidos opinaba que era una civilización sin raíces porque "los ingleses construyen casas pero no escarban la tierra".
Va luego a La Habana, y en 1931, cuando se instaura la Segunda República, regresa y codirige la compañía de teatro popular La Barraca. Viaja a Buenos Aires donde tiene muchísimo éxito su obra de teatro "Bodas de sangre" y cuando regresa en 1934 el clima en España es intolerante, de confusión política.
La situación se vuelve totalitaria, y México y Colombia le ofrecen asilo, pero rechaza ambas ofertas porque estaba ya conjugando el verbo amar en la piel de quien sería su último amor, Juan Ramírez de Lucas, joven de 19 años que no podía viajar debido a que aún no cumplía la mayoría de edad (21 años).
Se declaró católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico, un cóctel tan disímil como ambivalente. Y esas dicotomías se ven materializadas en sus querencias porque era amigo de personajes de toda laya y reputación, como el poeta Juan Ramón Jiménez, el falangista José Antonio o el pintor Salvador Dalí.
El magnicidio de Lorca, como llaman algunos de sus seguidores a su asesinato (y no suena a fanfarronada), es la fotografía de una página oscura en la historia de España, un folio en el que, al rescate de la memoria, los puntos de interrogación aún no cierran, por ello hoy, 84 años después, la búsqueda de sus restos no cesan.
Un dato que puede asumirse como la metáfora de su vida es que fue fusilado con dos banderilleros y un maestro, letra y sangre, un maridaje, una boda, su no obra.
“No sé si será bueno como escritor, pero es lo único que quiere hacer”, dijo su padre cuando autorizó su viaje para que fuera a estudiar a Madrid y producto de esa nueva vida formó parte del grupo de intelectuales La Estancia, cofradía en la que confluía lo más progre de esos tiempos.
A pesar de que era un enemigo público, el periódico falangista "Unidad" publicó una elegía, el día 11 de marzo de 1937, llamada “A la España imperial le han asesinado su mejor poeta”.
Y Antonio Machado bajo el influjo de su plectro le dedicó unos versos: "Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada. Mataron a Federico, cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos, no osó mirarle la cara...".
A Federico García Lorca lo han buscado por oriente y por poniente; Aute y Machado; al alba y al ocaso, pero el poeta no aparece, o más bien está en todos lados: en Granada, en Nueva York, en Argentina, en Cuba, en todos los sitios donde estuvo, y en los que no también, como hoy en Ecuador, porque 84 años después de su muerte ya desarrolló el don de la ubicuidad...