Luego de un velorio abierto a sus lectores, El funeral será hoy en el Cementerio Metropolitano de Santiago de Chile
Falleció Pedro Lemebel, narrador marginal (Enlace)
Uno de los escritores chilenos más leídos en Hispanoamérica fue, desde mediados de los 50 y durante la siguiente década, un niño pobre que vivía a orillas de un basural. Pero ese es un dato menor. Pedro Lemebel, fallecido la madrugada de ayer a causa de un cáncer a la laringe, también fue artista en el más amplio sentido de la palabra: poeta, narrador, profesor de arte y, como se definió: “drogadicto, traficante, pobre y maricón”. Una figura indiscutible que empezó a hacerse notar en medio de la dictadura de su país.
Sobre la pobreza y la homosexualidad de Lemebel, Roberto Bolaño le explicó en una entrevista a diario El Mercurio: “eso tiene un gran valor moral y poético. Yo soy pobre y heterosexual, que viene a ser casi lo mismo. Todo escritor que lo sea de verdad, en algún momento de su vida ha sido pobre y homosexual, en el sentido de estar en una especie de intemperie con respecto a la sociedad. Lo impresionante de Lemebel es que lo dice desde una literalidad absoluta, no desde la metáfora”.
Una realidad desde la que Pedro Mardones Lemebel -adoptó el apellido de su madre como compromiso hacia lo femenino- logró ganar el Premio Iberoamericano de las Letras José Donoso «por su asertividad a la hora de exponer la complejidad de la sociedad chilena». En su última visita a Quito, la revista CartóNPiedra le rindió un homenaje. (HÁBLAME DE PEDRO)
Cronista de un mundo marginal
Después de su célebre obra de ficción ‘Tengo miedo torero’ (2001) -a la que definía como una “novelita rosa”-, Pedro Lemebel retomó la crónica con los libros ‘Zanjón de la aguada’ (2003), ‘Adiós mariquita linda’ (2005) y ‘Serenata cafiola’ (2008). El cuarteto de títulos que le preceden en no ficción fueron ‘Los incontables’ (1986), ‘La esquina de mi corazón’ (1995), ‘Loco afán: crónicas de sidario’ (1996) y ‘De perlas y cicatrices’ (1998). El conjunto de estas obras lo convirtió, según el escritor y catedrático catalán Jorge Carrión, en un caso particular de la historia de la crónica.
Carrión escribió, en su antología ‘Mejor que ficción’ (2012) que la voz de Lemebel, aquella “masculina y femenina -y la figura travestida que esa voz construye- se puede ver como la antítesis de la que (Ernest) Hemingway, uno de los periodistas narrativos que más hincapié hicieron en su condición masculina, puso en la escena de sus libros de no ficción”. La operación “autoconsciente” que Lemebel emprendía al convertirse en el narrador bizarro y freak en primera persona, hacía, siguiendo con Carrión, que la política se encarne “en un cuerpo incómodo, que deviene verborrea crítica, retórica que denuncia, texto. Porque en este cambio de siglo el cuerpo humano, los géneros líquidos y la sexualidad se han convertido en auténticas obsesiones para los cronistas”.