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Ecuador, 19 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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La galería imaginarte (cumbayÁ) expone ‘trazos íntimos’, muestra abierta hasta el 24 de abril

“Estos últimos siete años han sido de soledad”

Jaime Zapata, artista plástico. Nacionalidad: Ecuatoriana. Año de Nacimiento: 1957. Educación: Universidad Central del Ecuador. Premios: Medalla de Plata, Salón de la Sociedad de Artistas Franceses (2004), Premio Iberoamericano Cristóbal Colón (1983).
Jaime Zapata, artista plástico. Nacionalidad: Ecuatoriana. Año de Nacimiento: 1957. Educación: Universidad Central del Ecuador. Premios: Medalla de Plata, Salón de la Sociedad de Artistas Franceses (2004), Premio Iberoamericano Cristóbal Colón (1983).
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La más reciente exposición del pintor quiteño Jaime Zapata abarca una serie de retratos que celebran la figura y la belleza femenina con un realismo desconcertante y una dicotomía que oscila entre el misterio y la seducción. Zapata reside en París, y presentó la muestra el 10 de abril pasado, en la galería Imaginarte.

Parte de la tradición romántica de un pintor es hacer desnudos, y también vivir en París, vivir de la pintura. ¿Cómo se desmarca de ese cliché?

Es verdad que todos cuando comenzamos a trabajar en el arte, en general, nos planteamos una meta a seguir. Hay muchos que se quedan en Ecuador, felices. Guayasamín, por ejemplo, fue uno de los artistas nacionales más importantes y nunca tuvo la idea de salir. Yo trabajé aquí los 10 primeros años y luego sentí que el espacio se achicaba. Me fui para tratar de abrir el radio, el espectro para mostrar lo que hago, de dónde vengo, ir a decir a otros qué es lo que hacemos, cómo somos.

Nunca fue mi intención vivir en París. Yo llegué por casualidad invitado a una exposición y mi plan original era ir a España. Pero me quedé en Francia, donde es más fácil ser anónimo. Me siento bastante extraño allí, es muy lejano a mi propia naturaleza. Esto me ha hecho ser bastante celoso de quién soy, de dónde vengo y al mismo tiempo tratar de mantenerme firme en un medio distinto. París es una metrópolis, es un centro a donde llega gente de todo el mundo, quizá con mi misma intención.

Si un poeta escribe sobre la mujer que ama, ¿el pintor se enamora de la mujer a la que pinta?

Para mí las mujeres retratadas son seres con los que convivo en momentos de íntima soledad. No es una soledad triste. Uno se va enfrentando a una serie de momentos en la vida que acarrean sorpresa, y estos últimos siete años han sido de soledad. Pero no el abandono, si no el saber que estás en un país que no es el tuyo, que tu familia está lejos. No hay nostalgia en estos retratos.

Había un Zapata preocupado, por ejemplo, por la conquista, por el enfrentamiento colonial, y después con obras como Hombre Celular, una mirada crítica a la sociedad actual. Ahora, la obra de esta exposición se aleja por completo de esa línea.

Hay una intimidad. Es la obra que hago para llenar esos espacios cuando estoy en casa, haciendo nada. Yo no paro de pintar, pero la obra mayor es algo que se hace con mucho tiempo de investigación y a largo plazo. Esto, en cambio, es espontáneo y directo. De pronto me enamoro de la modelo en el sentido estético, platónico. Estas mujeres son parte de mi vida.

Sus retratos y su técnica son muy pulidas y clásicas, recuerdan a grandes pintores como Rembrandt. Están alejados de la corriente del arte contemporáneo.

En la época que vivimos ahora, cargada de tecnología, los artistas están confrontados a muchas formas de expresión. Los medios son más accesibles, y esa facilidad no existía antes. Debías dedicarte a hacer pintura, comprabas tres pinceles y un tubo de óleo y punto. La era de internet pone la tecnología a nuestro servicio, y eso da una falsa sensación de que todo está al alcance. El arte contemporáneo se convierte en pequeños retazos de muchas expresiones que han encontrado un espacio en esa corriente. Además, es un arte oficial, está íntimamente ligado a la institución.

Muchas veces aparenta lo opuesto: Parece que es irreverente o que cuestiona las concepciones tradicionales que tenemos sobre el arte.

Al contrario. Se crea en sociedades bastante cómodas, como la europea, que ha vivido muchos años de bienestar, de confort. No vas a encontrar arte contemporáneo en Libia, en Afganistán. No puede ser irreverente porque los artistas no plantean temas globales, problemáticas actuales como la guerra, la violencia, los conflictos.

¿Cómo concibe a estas mujeres/musas? Hay algo de sensualidad en los retratos, pero también hay misterio.

Es una cuestión, no sé si llamarla hormonal, o química. Hay una fascinación por la mujer, un gusto por su anatomía y un deseo por ella. El misterio es porque no puedo conocerla completamente y eso me resulta atractivo.

¿Cómo mantiene viva su pasión por este oficio después de 30 años de carrera?

Es que sé que el arte no es una profesión. No es algo que haces para ganar dinero, no lo haces obligatoriamente. Realmente es un placer permanente. No hay jubilación, no hay seguridades, no existen las reglas que uno tiene en la sociedad. Puedes trabajar tres semanas sin dormir, puedes no comer, no vestirte, no estar bien, sin importar lo que otros piensen. Por eso vivir de esto es bonito.

¿Es obsesivo con su obra?

Sí. Aún hoy hay cuadros que me parecen horrorosos porque no llegaron a ser exactamente aquello que yo quería. Pero estoy aprendiendo a dejar ir.

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