La suspensión de la quinta edición de El Carpazo pone en debate las prácticas de quienes prefieren la música alternativa
Escena musical independiente del país vive crisis que pone en riesgo sus festivales
Este año, la salud de los festivales de la música independiente se vio comprometida en Ecuador. A inicios de agosto pasado, el Quitofest celebró su XV edición anual con un récord negativo y -ante el descenso de auspicios estatales- fue la primera vez que se cobraron entradas ($ 30 por día). En dos jornadas (una de grupos alternativos y otra de metaleros) la audiencia no sobrepasó las 7.000 personas, de 30.000 que se estimaban. Estas cifras pusieron en riesgo la continuidad del evento, según sus organizadores, la fundación Música Joven que, en esta edición, se asoció con la empresa Global Shows.
A inicios de este mes, los gestores de El Carpazo difundieron en un comunicado que el festival no llegaría a celebrarse por quinto año consecutivo, como estaba previsto, el sábado pasado. Las razones tenían que ver con las cifras de taquilla que no fueron las esperadas para un evento cuyo récord de convocatoria ha sido de 3.000 personas. Pese a que la organización, en la que trabajan una decena de personas hace siete meses, no hará públicos montos de pérdidas por la cancelación, la empresa TicketShow devolverá las preventas. La continuidad de los conciertos en la carpa escénica es incierta.
Este diario habló con José Fabara y Edgar Castellanos, dos de los principales gestores de El Carpazo y el Quitofest, que son músicos y han encabezado el montaje de cada evento desde sus inicios. José Fabara es trombonista y cantante del grupo Rocola Bacalao, mientras que Castellanos es guitarrista y cantante que mantiene una propuesta como solista después de haber fundado el grupo Mamá Vudú.
Barón Rojo era uno de los grupos invitados al Quitofest. El cuarteto visitó Ecuador por última vez en abril de 2016 ante un público similar en número. Foto: Marco Salgado / EL TELÉGRAFO
Ambos han tenido que hacer cuentas, con menos esperanza que en épocas pasadas. Coinciden en que fue un riesgo planificar las ediciones para este año y que entre las dificultades que tuvieron como gestores están los permisos que organismos de control, como la Intendencia de Policía y el Municipio de Quito, exigen que se tramiten.
Fabara explica que los parámetros para que estas entidades definan, por ejemplo, el aforo de la carpa escénica que iba a instalarse en el Valle de los Chillos fue cambiado sin que se transparentaran las razones técnicas y que los parámetros para la seguridad requerida tampoco tienen un estudio previo adecuado. “En una de las reuniones que tuvimos con la Intendencia -cuenta vía telefónica-, ellos decidieron, sin hacer un análisis de la seguridad que requería el festival, que las personas que trabajen en eso sean 100, cuando habíamos puesto a 60. Cada persona extra en seguridad cuesta $ 30. Se debían invertir $ 1.200 más y así ocurrieron un sinnúmero de cosas similares”.
Castellanos ya había anunciado que los organizadores del Quitofest no se ‘aferrarán’ a la continuidad del evento si es que el público no responde a través de la compra de entradas. Lo había dicho en una entrevista radial, dos semanas antes de que volvieran a montar un escenario en el Parque Itchimbía en el que actuaron 18 bandas.
“Para lo que estábamos acostumbrados y todo lo que representa el festival, hay pérdidas grandes -admite en un departamento del norte de la capital, adonde llegó de visita desde Ambato, donde reside-. Ahora tratamos de resolver eso, luego veremos cómo se retoma el proceso, pero tenemos que evaluar muchas cosas, reenfocarnos, revisar todo. Es complicado”.
La cancelación de El Carpazo provocó que una docena de grupos dejara de actuar para el público del festival, que se ha caracterizado por renovar su oferta frente a conciertos similares. “Mi apuesta siempre fue que la gente confíe en el festival y en lo que nosotros curamos porque son bandas, artistas de calidad”, dice Fabara. “Creo que hasta el año pasado eso funcionó. Siento que este año el festival se volvió mainstream (una tendencia), más de lo que yo quería. Hubo gente que no conocía las bandas y las tachaba de desastrosas, cuando Los Tres es uno de los grupos que ha influenciado en varias bandas de Latinoamérica”.
Además del grupo chileno al que alude este ecólogo de profesión, a la carpa estaban convocados Chico Trujillo, la reunión de Sal y Mileto y los electrónicos Wolf + Lamb, que integraban su género para convocar una nueva parte del público. En el Quitofest, los canadienses Kataklysm debutaron en el país, al igual que artistas como Ximena Sariñana; mientras que Café Tacvba, Sepultura y Barón Rojo volvían a un escenario ecuatoriano.
La crisis del Quitofest ha hecho que sus organizadores analicen no solo al público y a los músicos, sino que empiecen a cuestionarse, llegando a la autocrítica. “Hay problemas al determinar la demanda del público”, dice Castellanos, para quien “estilos como el hip hop o la música electrónica han crecido en los últimos 15 años” en el país y “no darles espacio a este tipo de tendencias puede ser un error”. (I)
DATOS
Este año el cartel de El Carpazo tenía entre las bandas invitadas a Sal y Mileto, el trío es conformado por Igor Icaza, Lucho Pelucho y Franco Aguirre. Estos proponían un retorno a la escena musical.
Además estaría el músico ecuatoriano Nicola Cruz, cuya propuesta nace de la música de los Andes ecuatorianos y la fusiona con un sonido electrónico.
También estaban en el cartel la banda Chico Trujillo, Helado Negro, Fat Chancho, Wolf + Lamb y Los Tres. El valor de las entradas vendidas en preventa sería reembolsado.
5.000 asistentes hubo en la primera jornada del Quitofest este año. Café Tacvba encabezó el cartel esa noche. Sepultura, al día siguiente, convocó a 2.000 personas. Foto: Marco Salgado / EL TELÉGRAFO