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Ella Fitzgerald, la voz y el rostro perpetuo del jazz

Ella Fitzgerald, la voz y el rostro perpetuo  del jazz
30 de abril de 2013 - 00:00

30-4-13-cultura-chinaVoz de seda que no desgarra pero sí penetra cualquier sensibilidad. Es por eso que Ella Fitzgerald se ganó el título de “The First Lady of Song” (La primera dama de la canción).

De pasar a no ser admitida en el coro del reformatorio por no ser blanca, se convirtió en un ícono del jazz, esta mujer ha logrado trascender por completo en el mundo de la música americana.

Y es que Ella forjó una carrera de alrededor de seis décadas, al calor de sus maravillosas melodías, admirable presencia en los escenarios, “codiciada” por grandes artistas para cantar juntos.

Fitzgerald nació en 1917 en Newport News, localidad del estado de Virginia (Estados Unidos). Nunca le gustó hablar de su pasado, específicamente de su periodo como adolescente: siempre mantuvo en silencio esa parte de su vida.

La muerte de su madre, cuando Ella tenía 15 años, la llevó a crear un carácter rebelde e imponente. No quiso vivir con su abusivo padrastro, por lo que fue internada en un reformatorio. Sus profesores, como E.M. ORourke  de acuerdo con The New York Times, la recuerdan como perfeccionista y alumna ejemplar.    

La energía de Ella siempre estuvo presente, amaba jugar béisbol (su equipo favorito eran los Dodgers de Los Ángeles), y su mayor aspiración era ser bailarina.  

Pero la brújula de la música la llevó por otro lado. En 1935, luego de ganar un concurso de  talentos en el teatro Harlem’s Apollo, tuvo claro que su vocación era el canto. Ese mismo año, impulsada por el saxofonista Benny Carter, integró la orquesta de Chick Webb. Poco a poco se hizo parte de los discursos y declaraciones de críticos musicales.

Al principio, Ella no cantaba jazz: El swing abarcaba su repertorio y esto sería una marca de su estilo. Cuando Webb falleció, la banda acogió el nombre Ella Fitzgerald and Her Famous Orchestra, en 1939. Ya en 1941, comenzó su carrera como solista.   

El scat (denominación de la técnica de canto improvisado en jazz) fue lo que la consagró como ícono. Fue muchas veces criticada por su falta de profundidad emocional y vulnerabilidad. Las acrobacias vocales, exquisita entonación y precisa dicción, fueron determinantes en cada melodía que improvisó Ella.

Su música denotaba dulzura natural y compasiva esperanza. Fue comparada por eso con Billie Holiday, quien es también una de las voces femeninas más aclamadas del jazz, ya que Fitzgerald aportó otra visión de este género musical al mundo. Dejó a un lado la idea del ensimismamiento del artista que cantaba desde su sufrimiento. Ella interpretaba su música desde cierta alegría y entusiasmo vibrante.

Fitzgerald era la perfecta acompañante para realizar dúos. Cantó con Louis Amstrong temas como “Dream a little dream of me”, e interpretó melodías con  Frank Sinatra, como “Lady is a tramp”.

Firmó un contrato con Verve Records, con quienes produjo varios álbumes hasta 1966. Realizó covers de canciones de Cole Porter, Harold Arlen y otros cantantes reconocidos en los famosos songbooks, que comenzó a realizar en 1957. “Nunca supe lo buenas que eran nuestras canciones hasta que escuché a Ella Fitzgerald cantándolas”, decía el músico Ira Gershwin. El primer álbum que grabó la cantante afroamericana, con Decca Records, fue justamente “Ella sings Gershwin”, en 1950.

Sin embargo, dejando a un lado lo aclamada que era en el mundo de la música y de los famosos, Ella siempre se mantuvo reservada, pero era libre y sencilla, su público lo notaba. Antes de comenzar cualquier canción la palabra “gracias” era lo primero que pronunciaba. Ella cantaba siempre con un pañuelo blanco en mano para secarse el sudor.

Es que, a diferencia de Sinatra u otros cantantes, Fitzgerald se mantuvo lejos del “show-business”, no quería que la vean como una diva. Su glamour radicaba, en definitiva, en su voz.

Fitzgerald recibió una  gran cantidad de galardones. Desde 1958, ganó alrededor de 14 premios Grammy, el primero en la categoría Mejor solo de jazz, por sus interpretaciones en el álbum “Ella Fitzgerald Sings the Duke Ellington Songbook”.

En 1980 sufrió varios problemas respiratorios, pero esto no apagaba aún su voz.  Años después, empezaría a retirarse de la escena musical. En 1993, sus piernas fueron amputadas debajo de las rodillas, sufría de diabetes y su sistema de circulación de sangre presentaba muchas complicaciones.

Ella Fitzgerald falleció a los 79 años, en 1996. Y el jazz estuvo de luto. Pero su viva voz le concedió la perpetua eternidad en la memoria musical del mundo.

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