“La verdad está en los detalles de las vidas reales”
El último desafío fílmico del materialista mágico fue escuchar a jóvenes de su país
El documental Últimas conversas (2015) fue el último trabajo del cineasta brasileño Eduardo Coutinho. En medio de la producción del filme, el realizador falleció con 81 años de gran fertilidad cinematográfica. Para entonces, habían transcurrido 32 horas de grabación y Coutinho llevaba un cuaderno de rodaje que siguió su productor, João Moreira Salles, para terminar la obra. Desde 1999, Jordana Berg había trabajado con ambos en la edición y decidieron hacerle un homenaje a su maestro y amigo documentalista.
La tarde del viernes 20 de mayo, la últimas conversaciones de Coutinho con personajes reales abrieron la XV edición de los Encuentros del Otro Cine, en la sala mayor del Ochoymedio, en Quito. Moreira Salles —quien dirige la revista piauí— le comentó al público que el montaje es una suerte de progresión que desarrolló el cineasta fallecido.
“Coutinho decía que nadie es consecuencia de alguien. O sea, no se debe colocar a un personaje en un orden determinado, como si no condujera naturalmente al próximo, está allí como parte de una cadena trascendente, que lo sobrepasa”. La premisa es común en la filmografía del insigne brasileño, quien también fue actor y guionista.
El amor, como tema recurrente, teje un hilo conductor sin que los testimonios de los personajes sean premeditados. “Se obedece la orden oral de los personajes, la cual es arbitraria, no se debe tanto a razones narrativas”, dijo Moreira Salles, que asumió el azar de quienes intervinieron en la última producción de su mentor.
“A veces, el azar hace que ciertos testimonios sean extraordinarios aunque el final no vaya a ser el mejor”, sostuvo el periodista cuyo método recuerda al estadounidense Mark Kramer y su frase que reposa en los decálogos del periodismo narrativo: “La verdad está en los detalles de las vidas reales”.
Ante la ausencia de Coutinho, sus compañeros de trabajo incluyeron al llamado documentalista de las personas corrientes, de lo cotidiano como entrevistador que termina siendo protagonista de una historia acaso biográfica sino un epílogo de sí mismo.
Eduardo Coutinho fue el artífice de un diálogo entre sus películas, las que conforman una obra. “Uno de los elementos esenciales de su cine es el tiempo de la memoria. Lo importante no es lo que se vivió sino la experiencia que queda de aquello. Cuanto más tiempo pasa entre un hecho y los recuerdos sobre este, mejor porque en ese transcurso se añaden contenidos, invenciones, olvidos... es la ficción de la verdad”, explicó Moreira Salles, pero, en Últimas conversas, asumieron el riesgo de poner a adolescentes delante de la cámara, a ellos que no habían recorrido mucho camino luego de narrar lo que habían vivido.
El resultado es esperanzador. “Es como si en el último momento de su vida como cineasta, en la última hora de rodaje, Coutinho hubiera encontrado la fuente de la que mana el lenguaje”, concluye João recordando a la niña que dice “Dios es un hombre que ha muerto”, uno como el materialista mágico del cine universal. (I)