El Salón de Julio revisa su primera década
En 2016, el Museo Municipal abrió una muestra previa al Salón de Julio con una selección de 12 obras sobre los últimos 20 años del certamen. Aquella selección daba cuenta de trabajos ganadores, con desarrollos distintos.
Esta vez, en vísperas de la edición 59 del salón, la dirección de cultura a cargo del arquitecto Melvin Hoyos, hace 26 años, dispuso que la muestra sea más específica: la primera década del Salón, de 1959 a 1969.
Hasta el 14 de julio se exhibe en la Sala Polivalente, del Museo Municipal, los primeros ganadores de este certamen dedicado, desde entonces, a las artes plásticas.
Aquella primera década el salón hacía sede en la nueva Biblioteca Municipal, inaugurada en 1958 con el diseño del arquitecto Guillermo Cubillo Renella. En el relato de la muestra también está la ausencia de la edición de 1963, año en el cual no se realizó por la tensión del país por la dictadura.
Al subir las escaleras a la sala, las obras se fijan en orden cronológico, en el sentido que se mueven las manecillas del reloj.
Frente al espectador se encuentran los colores y la abstracción de uno de los tres maestros extranjeros que influyó en el desarrollo de las artes plásticas del país, principalmente en Quito, Lloyd Wulf Schomaker (1913-1963) con su obra Danzantes (1959).
Esta pieza fue la primera ganadora del salón y define la influencia de estilo que recibieron la generación de artistas como Tábara, Theo Constante en Guayaquil, incluso maestros como el esmeraldeño Humberto Moré.
La obra de Wulf tiene un tratamiento geometrizante de inspiración cubista cuyas siluetas parten, de acuerdo al catálogo trabajado por Manuel Esteban Mejía -con el cual se adecuaron las cédulas de la muestra-, de los grupos indígenas de la Sierra ecuatoriana.
El siguiente año, el Salón se atribuyó a la obra Puerto, de Carlos Vicente Andrade, con un estilo similar al de su predecesor en el salón.
Andrade, como Tábara, Constante y Espinel, estudió en la Escuela de Bellas Artes, en Guayaquil. Está el conjunto de obras premiadas de Bolívar Mena, en 1961.
Se destaca Gris precolombino, el trabajo de Tábara premiado en el certamen de 1967, en el cual se evidencia la potencia de su trabajo y la búsqueda por representar las culturas precolombinas.
Gran parte de los ganadores de la primera década continuaron su trabajo en la plástica. De algunos, sin embargo, se perdió la pista como en el caso de Andrade, que no se conoce la fecha de su muerte; o de Patricio Gudiño, ganador en 1968 por su trabajo expresionista, tras su partida a Brasil. (I)