'El rock and roll ya era poesía antes de Bob Dylan o Leonard Cohen, y lo seguirá siendo'
Esta noche, Danny Torres Estrella presenta el poemario Ceniza, con epígrafes extraídos de canciones. Durante la última Feria del Libro, los lectores se acercaron a la irreverencia de José Eugenio Sánchez.
Entrevista / José Eugenio Sánchez / poeta, performer y cineasta Mexicano
"Poesía: objeto peligroso que los burócratas no entienden"
El lector más joven que se acercó a José Eugenio Sánchez (Jalisco, 1965), durante la última Feria del Libro de Quito, tenía 5 años y estaba fascinado con los versos del autor que presentó el espectáculo Un país cayendo a pedazos junto con el baterista Enrique Camacho.
José Eugenio obtuvo el X Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la joven creación, en 1997, año en que conoció, en Madrid, España, al poeta chileno Gonzalo Rojas (1916-2011), quien le soltó una frase que marcaría su pensamiento y escritura: “Todos aquellos que pensábamos que éramos vanguardistas, novedosos, que estábamos en la punta del lenguaje nos dimos cuenta al leer tu libro (Physical Graffiti) que habíamos envejecido”. La idea, desde entonces, dice Sánchez, es jugar y su lucha es tratar al lector como una persona “inteligente, sexy y brillante”.
La poesía y el rock confluyen en tu obra. ¿Cómo recibiste la noticia sobre la entrega del Nobel a Bob Dylan (Minnesota, 1941)?
Mi teoría es que es un premio a la lengua inglesa, a la poesía, a Estados Unidos que tiene una de las literaturas más importantes del universo. El último Nobel que había ganado ese país fue para Toni Morrison (Ohio, 1931), cuya literatura es proafroamericana; pero, de alguna manera, se había borrado de la historia a la generación beat, que es la cultura literaria más importante del siglo XX en EE.UU.
Esos jóvenes desencantados –que estuvieron muy preocupados por luchar contra la guerra, contra su propio Gobierno y contra la censura– generaron una influencia en el cine, la música y siempre fueron desdeñados por la academia. No han pasado ni 10 años desde que los académicos tomaron en serio a Allen Ginsgberg (1926-1997) o Jack Kerouac (1922-1969). Y, extrañamente, el primero fue un judío gay, loco y contestatario. Dylan es algo similar, no sé si gay pero sí defensor de los derechos civiles, de las diversidades y es un seguidor de los beats. El único que queda de esta generación de literatos es Lawrence Ferlinghetti (Bronxville, 1919) pero no es un autor como para recibir el Nobel.
Premiar a Dylan es premiar a la literatura americana que ha defendido sus derechos.
¿Estás de acuerdo con quienes dicen que Leonard Cohen (1934-2016) también era merecedor del Nobel de Literatura?
Sí, pero el de Dylan es un premio para la literatura de Norteamérica. Sigo diciendo que tras ambos están los beatniks. Dylan y Cohen no son parte de ellos, pero son sus herederos y la poesía siempre es un objeto peligroso que, por fortuna, los burócratas no entienden [...] Sé que el rock and roll, ahora, parece un asilo de ancianos porque todo el mundo está tocando hasta que se le descompone el oído o tiene problemas como el retiro. El de Eric Clapton, al igual que el de Phil Collins, fue por cuestiones físicas, por ejemplo. Pero todo el tiempo están surgiendo bandas.
¿La irreverencia en el arte pierde sentido cuando se hace ruidosa, popular, masiva?
No; tiene que ver con la calidad. Siempre hay mal y buen gusto, pero a la irreverencia siempre la voy a apreciar, como al humor, porque me aburren las cosas anquilosadas, cuadradas, sin detonantes activos.
En mis tiempos de ser chavillo, pues, me tocaba afrontar cosas como la indiferencia de las autoridades hacia mi locura: la veían como algo irreal o sin calidad porque tenía mucho desmadre, risa, en fin. Pero es algo para tomarse en serio y reivindicar. (F)
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Entrevista / Danny Torres Estrella / poeta, gestor cultural y librero ecuatoriano
“Si Cortázar hablaba de jazz, pues a mí me pega el metal”
Danny Torres Estrella (Cayambe, 1976) es el librero ideal para encontrar textos musicales. Biografías, reseñas o cancioneros. En 1992, mientras sostenía un grupo de grindcore que tocaba versiones de Napalm Death o Fear of God, empezó a escribir un libro (Ceniza) cuya propuesta consiste en “aunar las influencias del metal extremo con la literatura”.
A las 19:00, el libro de versos breves y conceptuales será presentado en el Centro Cultural Benjamín Carrión por Santiago Páez e Isabel Dávila. Danny obtuvo una Mención de honor en el V Concurso de Poesía César Dávila Andrade, en 2005 (por la escritura de Signos), antes de publicar el poemario postergado que editó con los años –alimentado por influencias de la música, el cine y la literatura– y que inicialmente iba a ser una novela larga.
Signos contuvo un homenaje al disco homónimo de Soda Estéreo, pero en Ceniza está el influjo de sonidos más pesados...
Sí, está la brevedad del metal extremo y una singularidad que me parece muy interesante: una vez que te enfrentas a esta masa de ruidos (noise significa ruido) y a su crudeza, no puedes dejar de sentirte llamado por esta música. Los textos fueron transformándose en esta oscuridad, una ceniza iba quedando, a través de frases pequeñas de canciones de grupos como Kreator, Paradise Lost, Metallica o Depeche Mode. Y, ahora, el tributo también es a escritores que me han marcado como Alejandra Pizarnik (1936-1972), César Vallejo (1892-1938) o Roberto Juarroz (1925-1995).
¿De qué forma marca el ritmo de tu poesía la música de las bandas que nombraste?
Es una especie de tempo o pulso; si (Julio) Cortázar (1914-1984) hablaba del jazz, pues a mí me pega el metal. Por eso inicio un poema con la frase Now I know what dwells / within me (Ahora sé qué habita / dentro de mí) del tema ‘Terror Zone’, del álbum Coma of Souls (Kreator, 1991). O con el estribillo de ‘South of Heaven’, del disco homónimo de Slayer: Before you see the light / you must die (Antes de ver la luz /morirás). Los textos que vienen a continuación son fuertes y contienen imágenes un poco filosóficas o surrealistas.
En un momento me sentí tentado a que el libro solo fuera literario, digamos, sin esta parte de metal extremo, porque no sería bien visto por el mundillo de las letras. Luego dije ¡qué importa!, esto es lo mío, es mi mundo, lo que me identifica y lo voy a dejar patente.
¿Cómo te sentiste al saber que Bob Dylan es el nuevo Nobel de Literatura?
Excitado, feliz y es una de las pocas veces que me siento de acuerdo con la Academia Sueca. Debo aclarar que no es el premio más importante, sino el que más propaganda tiene, pero Dylan se lo merece por un trabajo que viene haciendo con su poética y música. Sé que muchas voces literarias no están de acuerdo con esto, pero son las de siempre, un grupo atrincherado que cree tener la verdad de la literatura, una a la que no acceden todos.
¿También eres fanático de Leonard Cohen?
No tengo toda su discografía, pero su muerte me dolió. Las pocas canciones que entiendo y he escuchado de él me han llegado mucho. Él también es judío, como Dylan, aunque polaco, y antes de morir hizo una afirmación: que entregarle el Nobel al segundo es como ponerle una presea al Himalaya [...] La música vuelve a la poesía una especie de animal peligroso, escurridizo. A pesar de que uno trata de domesticar palabras, las libera y mantienen su lado salvaje, auténtico. (F)