El poeta de las curvas se eterniza en su Brasilia
Ha muerto Óscar Niemeyer. Ha muerto en Río de Janeiro, ciudad que lo vio nacer, después de 33 días de estar internado en el Hospital Samaritano de la capital carioca, mientras padecía un malestar digestivo que se agravó con una insuficiencia renal y terminó con complicaciones respiratorias. Es día de llorar su muerte y saludar su vida, ha dicho Dilma Rousseff. Y no es para menos: Niemeyer, más allá de ser el creador de los principales edificios públicos de Brasilia, la capital brasileña, es considerado como el padre de la arquitectura moderna.
Inventor de un estilo en que las curvas toman dimensiones protagónicas -despreciaba la línea recta, a la que consideraba una creación artificial que no está presente en la naturaleza-, Brasilia, cuyos edificios públicos fueron en su mayoría diseñados por él, terminó por convertirse en 1987 en la única ciudad construida en el siglo XX que ha sido declarada como Patrimonio Cultural e Histórico de la Humanidad. A la capital brasileña la levantó de la nada, en un proyecto al que llegó junto a su colega Lucio Costa, urbanista para el que trabajaba.
Considerada como la obra maestra de Niemeyer, Brasilia se construyó entre 1957-1963, promovida por el gobierno socialista de Juscelino Kubitschek de Oliveira, que para ese menester había formado un equipo de profesionales de igual ideología. Les gustaba pensar en ella como la ciudad de la esperanza. Quisieron construir una utopía.
Entre esos estaba Niemeyer, invariable, siempre en la izquierda: un histórico militante clandestino del Partido Comunista de Brasil, que no renegó nunca de sus convicciones. Un sujeto que murió defendiendo a Stalin (en una de sus últimas entrevistas dijo que, para él, “la URSS eran sesenta años de gloria para la humanidad”) y que por su tendencia política tuvo que vivir varios años exiliado en Francia (donde diseñó el “volcán” del Centro de Arte de Le Havre en 1982).
Como evidencia final de esa filiación, al saberse su muerte en Cuba, el Granma, diario oficial del gobierno de la isla, destacó “la pasión por los más humildes como revolucionario”, la amistad con Fidel Castro y la admiración por Cuba que sintió el arquitecto brasileño, fallecido a los 104 años, a tan solo diez días de alcanzar los 105.
A sus más de 600 proyectos se antepone siempre Brasilia, donde diseñó el Palacio de Planalto, edificio en que Dilma ahora le rinde homenaje. De la sinuosidad de la curva -dice la mandataria-, Niemeyer diseñó casas, palacios y ciudades. De las injusticias del mundo, él soñó una sociedad igualitaria.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, también ha dado su “sincera condolencia” a la familia de Niemeyer y al pueblo de Brasil. Y elogió el trabajo del arquitecto en el diseño del cuartel general de la ONU en Nueva York. Niemeyer trabajó ahí junto a su maestro, el suizo Le Corbusier, considerado como uno de los más claros exponentes de la arquitectura moderna, un sujeto que insistía en pensar las casas como “máquinas para habitar”.
A Rousseff y Ban Ki-Moon se sumó el Mercosur, que designó a Niemeyer como “ciudadano ilustre”, precisamente en otro edificio diseñado por el icónico arquitecto en la capital brasileña: el Palacio de Itamaraty.
Mientras las personalidades del mundo se lamentan, otras figuras menos conocidas han hablado también del centenario Niemeyer. Su mujer, Vera Lucía Cabreira, con la que se casó a los 99 años (luego de que su primera esposa muriera en 2004 y de que Cabreira fuera su secretaria personal de toda la vida), contaba a EFE que hasta la mañana del martes su esposo seguía lúcido, interesado por saber cómo marchaban sus proyectos. “Perdí a la persona que más me gustaba en el mundo. Perdí a un amigo, lo perdí todo”, ha dicho Vera. “Está claro que es un ícono”, expresó su nieta, Ana Lucía, quien añadió que, para ella, tan importante como la arquitectura de su abuelo, lo es su trabajo por la democracia y la justicia social.
El entierro de Niemeyer está previsto para la tarde de hoy en el cementerio de Sao Joao Batista, en el barrio de Botafogo, muy cerca de donde este brasileño universal nació el 15 de diciembre de 1907. Cerca también del hospital donde falleció. Termina donde empezó, como si de cerrar un círculo se tratase, en una curva sensual que fue siempre la predilección de su lápiz.