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Ecuador, 27 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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EL SECTOR LA TERESA SE EXTIENDE A 3.000 METROS. EN ELLOS HAY VARIAS TOLAS

“El patrimonio no vende y la gente prefiere la agricultura” (Galería)

Ha descubierto utensilios de la cultura Milagro-Quevedo bajo su casa, construida sobre una tola. Hace 20 años halló los primeros restos arqueológicos con los que aún convive. Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
Ha descubierto utensilios de la cultura Milagro-Quevedo bajo su casa, construida sobre una tola. Hace 20 años halló los primeros restos arqueológicos con los que aún convive. Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
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Ha pasado sus 56 años viviendo sobre una tola, esos espacios que construyeron las culturas prehispánicas, especialmente en zonas de lluvia. Sobre ellas también edificaban casas, pero además escondían en la tierra parte de lo que atesoraban en la vida y en la muerte. Quienes han excavado en ellas han descubierto los utensilios de la cotidianidad del pasado, su oro y los esqueletos de una generación.

Cuando el abuelo de don Israel Recillo llegó a buscar terrenos en La Teresa, un pequeño poblado de la vía Jujan-Mata de Cacao, se atribuyó el trabajo de más de 20 hectáreas, según cuenta don Israel.

Construyó su casa de caña y la cubrió de paja toquilla. Decidió hacerlo justo sobre el espacio más alto de la tierra, en el centro de los 60 metros de largo y 12 de altura que tiene la tola, sobre la construcción que tendría 2.000 años.

Luego de la muerte de su padre, don Israel compró el espacio en el que nació. En ese momento las tierras eran propiedad de una tía que, al encontrarse enferma y viviendo en una localidad cercana de la Costa, la había abandonado y no tuvo mayor inconveniente en vendérsela a su sobrino.

Don Israel  construyó su casa sobre el terreno en el que se asentaba la de sus abuelos, esta vez de madera y sin cubierta. Las 3 hectáreas que le pertenecen las dedica al cultivo de soya y arroz; además, cuida de 2 caballos y una vaca.

Hace 20 años descubrió los primeros restos arqueológicos con los que aún convive. Fue mientras sembraba una planta de caña a unos pocos kilómetros de su casa. Entonces, empezó su exploración y su interés por conocer la cultura que había estado enterrada bajo su vivienda tanto tiempo.

Su primer hallazgo fueron unas vasijas de geometría cóncava que mantiene con sus fisuras en exposición. Cuando las descubrió quiso restaurarlas pegándolas con cemento hasta que le dijeron que no era el proceso adecuado y decidió dejarlas con los rasgos.

Las chimeneas se construían para enterrar vasijas con osamentas. Foto: Carina Acosta/El Telégrafo

En su exploración encontró una chimenea, un ducto redondo en el que se enterraban vasijas sobre vasijas, de acuerdo al orden funerario. En el fondo de este sarcófago común aún reside la primera vasija con sus huesos.

La forma en la que se concibe este cementerio, debajo de la tierra, ha protegido del clima a los restos fósiles.

Don Israel intenta conservar el espacio cubriéndolo con un pequeño tronco de árbol de mango que había sembrado su abuelo, que además impide que sea una trampa de animales que pasan por la zona.

De a poco fue comprobando que a lo largo de la tierra en la que asentó su casa se extienden restos de vasijas. En una exploración superficial encontró narigueras, aretes, instrumentos de cocina y  la cerámica redondeada con la que intercambiaban bienes económicos las culturas que se asentaron en la zona.

Don Israel reunió cada evidencia para compararla con el testimonio de arqueólogos que escribieron un libro de la cultura Milagro-Quevedo. No hay duda, ese territorio les perteneció.

Desde entonces, él ha explorado varios aspectos de la forma de vida de la cultura Milagro-Quevedo, es experto en los materiales que usaban para sobrevivir y relacionarse con otras culturas.

Así, se convirtió en un arqueólogo. Experimentó lo mismo que quienes se dedican a la búsqueda de la cultura enterrada. Vivió ese romanticismo que existe entre el arqueólogo y las ruinas, esa dinámica que el antropólogo Marc Augé sitúa entre la historia, la memoria y el tiempo puro.

Empezó a reunir los cráneos que iba encontrando en su territorio compartido. Los colocaba frente a su cama para diferenciar sus tamaños, sus formas, sus colores. Presentarse ante ellos como el futuro de una cultura y explorar un pasado.

Su hallazgo lo conmovió al punto que quiso mostrarlo a todos. Empezó a construir cabañas para exponer los restos. Compró caballos para que en las visitas de los interesados exista una interacción entre el espacio y la naturaleza.

Se contactó con escuelas, empezó a ser guía turístico e integró al recorrido las tolas que están próximas a su casa, cruzando el río Chilintomo, el cual se ubica a 800 metros de la casa de don Israel y divide la provincia de Los Ríos de Guayas.

Según explicó, al cruzar ese río hay al menos 10 tolas. Pero el río y los caballos generaban mayor interés que los bienes patrimoniales que había desenterrado.

Augé lo advirtió: el espectáculo de las ruinas puede generar sentimientos distintos a distintos espectadores. Por un lado puede simbolizar la unidad de una nación o pueden ser parte de un gran mito o una memoria colectiva.

¿Qué significado tienen estas tolas y sus restos para el patrimonio ecuatoriano?

Luego de 3 años de sostener el modelo de negocio patrimonial decidió dejar su iniciativa. Entre las razones está el robo de varios caballos de los 9 que había comprado, la negación de un préstamo del Banco Nacional de Fomento para agrandar el negocio y su conversión al adventismo.

Aunque antes se convenció de que “el patrimonio no vende”. “La única forma de hacerlo es el turismo, pero para eso se necesita invertir y la gente prefiere dedicarse a la agricultura”, afirmó.     

A pesar de que actualmente está vendiendo la casa para mudarse a Guayaquil, don Israel es una de las pocas personas del lugar que ha conservado la tola. Ha sido testigo de cómo en los 3 mil metros cuadrados en los que se extiende La Teresa, varios propietarios han derribado el pasado de la cultura Milagro-Quevedo con tractores. Algunos lo han hecho por explotar la tierra con la agricultura, otros en la búsqueda de oro.

Para él, su tola ha estado en riesgo desde que en 1973 se construyó a poca distancia la carretera de desvío. Asegura que si la trazaron por ahí fue para destruirla, como lo hicieron en ese tiempo otras personas de la zona.

También le han ofrecido explorar los cimientos para encontrar oro, pero el único ofertante que ha tenido quería quedarse con el 75% de todo y hacerlo en la noche, cuando nadie lo viera. Don Israel se negó a la idea. Pese al interés que existe por este tipo de exploraciones en la zona, cuando viaja a Guayaquil está seguro de que nadie ingresa porque “la gente se asusta”.

Con ello se juntan algunos mitos. Hay quienes dicen haber visto venados de oro o culebras. También están quienes se llevaron huesos de obsequio y regresaron a devolverlos. Para don Israel, el muerto está muerto y no hay más vueltas que darle.

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