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El Telégrafo
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El definitivo adiós a ‘las hachas de guerra’

El definitivo adiós a ‘las hachas de guerra’
13 de noviembre de 2013 - 00:00

Quito.-

…son deserciones tras la línea de guerra
y supongo que es difícil distinguirte
lejos de tu hábitat
y si me pierdo al descender de tus manos
sabría si es que puedo regresar tras mis propios pasos…
-ESTACIÓN POLAR-

Una tarde fría, pero llena de emotividad fue el escenario para la pira funeraria de los legendarios Mamá Vudú, que en medio del concierto por sus veinte años de trayectoria, anunciaron el fin de la agrupación. Si bien esto sorprendió a unos cuantos, Édgar Castellanos –guitarrista y cantante de la banda- ya había dejado entrever que en un ejercicio de honestidad y ante el desgaste natural, el fin del rito era inminente, pero que lejos de colgar sus Hachas de Guerra, cada integrante histórico pelearía en nuevos campos de acuerdo a sus  necesidades creativas actuales. Así, Édgar buscará la Frecuencia Exacta entre la canción de autor y la electrónica; Roger Ycaza construirá Mundos de ilustración y sonido, mientras Álvaro Ruiz le apuesta a la gestión cultural.

Quienes asistimos a un abarrotado Teatro México disfrutamos de un show difícil de olvidar, donde se evidenció la calidad musical y humana de todos los artistas presentes. Resulta esperanzador –y una muestra de madurez- ver cómo músicos de tendencias tan disímiles a la propuesta Vudú, ensayaron durante más de un mes para rendir homenaje a la banda ambateña. Esto hubiera sido imposible hace unos pocos años, cuando el movimiento under se hallaba fragmentado por el odio infantil entre los diversos subgéneros y estéticas musicales. En una entrevista previa con este mismo diario, Édgar comentaba cómo en más de una ocasión recibieron golpes –incluso con ladrillos- e insultos; el respeto a la diversidad entre los mismos rockeros parecía utópico, pero en el concierto del sábado poguearon como hermanos hip hoperos con punks, el ska con el electrónico y hasta los poperos se animaron a alzar el puño y a girar con los metaleros.

“He pasado algún tiempo tratando de explicar de qué se trata la música independiente, solo momentos como los que se vivió en el Teatro México esta noche son definitorios… una experiencia de afecto y honestidad. Un especial saludo a todas las bandas ecuatorianas que trabajan su camino”, se despidió Édgar Castellanos Molina, vocalista de la banda, esa noche de sábado.

El concierto empezó con los cuencanos Jodamasa, quienes tras un inicio dubitativo donde los pedales de sus instrumentos no estaban bien calibrados, ofrecieron un show contundente. El mejor momento de su aparición fue cuando se fusionaron con los Durga Vassago e hicieron mover la cabeza al estilo grunge a gran parte del auditorio. Las guitarras distorsionadas y manejo escénico de ambas bandas prometen algo interesante a corto plazo.

Tras una breve espera que fue aprovechada para que los ansiosos salgamos a fumar y comprar los discos raros de Mamá Vudú que se ofrecían en el hall del teatro, sonaron los acordes de ‘Vortex’ e inició el rito propiamente dicho. Con la misma viada nos adentramos en la ‘Cámara de Niebla’ y tras saludar al público, Mamá Vudú clavó el Harpón de su disolución: vamos a empezar unos nuevos días de pelea / llenos de temor, pero con las armas sin cadenas.

Pablo Molina de Munn fue el primer invitado en subir al escenario y nos trajo ‘Mastodontes’ que incentivaron al público a dejar sus butacas y sentarse cerca del escenario. Luego el gran Andrés Caicedo de Guardarraya tomó sus baquetas y le dio batería a la ‘Vía Media’. Llegó el turno para que Ibo K Payne ponga voz y actitud rock a ‘Automático’. Con Dennise Santos de Can Can vino la belleza y uno de los puntos mejor logrados de la jornada: ‘Estación Polar’ a tres voces con Roger –quien además es su compañero de vida y Mundos- y Édgar.

Las revoluciones subieron cuando los Vudú convocaron a uno de sus miembros fundadores: Franz Córdova de ‘Misil’, para que le meta bajo al ‘Templo’ y empuñe las clásicas ‘Hachas de Guerra’ que abrirían el infantable  mosh. Cuando ingresó al escenario Luiggy de Muscaria todos los bailarines queríamos una dosis de ‘Violencia’”, pero nos sorprendieron con poderosas versiones de las oscurísimas ‘Oración Matinal’ y ‘Espuma Negra’. Mientras los Mamá Vudú jugueteaban con una improvisación de Raros peinados nuevos de Charly García, se alistaba Jason de la Vega para acompañar a la banda durante su ‘Inmersión’ y se creaba la superficie de un día perfecto.

Llegó el momento de que los Mamá Vudú recuperan su soledad a través de una emotiva interpretación de ‘Métodos’, tras la cual se fundieron en un abrazo y Édgar exclamó: “les dije que iba a llorar hijuepuctas”. El clima tenue siguió con Francisco ‘Pipo’ Castellanos y su voz grave, pero a media canción cambió a un tono furioso para dejar en claro que “Aún Respiro(an)” fuerte pese a los años y cicatrices. Álvaro Bermeo de Guardarraya cantó ‘Retorno’ y Pablo Maya de Biorn Borg activó el ‘Radar’ a fuerza de guitarra. En una actuación de ojos rojos, Guanaco y Nenuco rapearon sobre ‘Plazma’, para dar paso a José Fabara y Hernán Vélez, trombonistas de Rocola Bacalao, en ‘Info’ y ‘Ladrando’, creando el pogo más intenso de la jornada, donde este periodista perdió su libreta y demostró estar falto de estado físico y cerveza para seguir el ritmo, pero eso poco importa cuando se siente la necesidad de participar en el sacramento final de una banda a la que se adora desde la adolescencia.

Como epílogo, los Mamá Vudú –ya sin invitados- tocaron ‘Cazadoras’ y tras el ‘Dulce Altar’, agradecieron al público por el ‘acolite’ de estas dos década, e hicieron un llamado para que no se deje de apoyar a las bandas ecuatorianas que siguen peleando por abrirse un espacio. Se despidieron, pero la hinchada no les permitiría irse sin antes ‘Incendia(r)lo Todo’ con un último tema.

…atrás se quedan flotando
las dudas, las malas dudas,
y mientras me voy deslizando
sobre tu cuerpo se invierte el dolor…
-VORTEX-

Afuera continuaba el frío como un ‘Retrovirus’ en la ‘Autopista’ –dos temas clásicos que faltaron en el concierto- pero una señora que vendía canelazos afuera del teatro y la certeza de haber sido parte de una página histórica del rock nacional, hicieron que la fila del trole para regresar a La Mariscal en busca de  la “Big Morfina” fuera menos amarga.

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