La fama, los años y la enfermedad le habían hecho buscar un refugio que la alejara de quienes se definían como sus fans, ese tipo de lectores -y no tan lectores- que quieren desentrañar a los personajes célebres por sus ficciones.

La escritora Harper Lee se refugió tras el misterio que solo tienen los lugares anónimos, aunque su residencia tenía un nombre: The Meadows (Los Prados). El pequeño edificio, de una sola planta, está en Monroeville (Alabama, Estados Unidos), y alojó a la autora de Matar a un ruiseñor durante varios años antes de su muerte, el jueves 19 de febrero.

Harper Lee había sido testigo de 89 primaveras y, al final, prefirió estar en Los Prados, según el periódico Alabama proud. Su reconocida novela vendió más de 30 millones de ejemplares, y la autora se mostraba poco en público, sobre todo desde que, en 2007, padeciera una enfermedad cerebral de origen vascular que, por aquellas condiciones que suele imponer el azar durante la vejez, no pudo predecir.

Esquiva ante los medios y las convenciones sociales, su silencio de estos años tuvo protagonistas en papel: publicó Ve y pon un centinela -precuela de Matar a un ruiseñor, que estuvo en la sombra durante más de 55 años-.

La ficción de Lee le había granjeado el Premio Pulitzer en 1961. Su obra insigne narra 3 años en la vida de Maycomb, el pueblo imaginario en el que la escritora volcaba sus propios recuerdos del período 1932-1935.

La mirada de Scout, una niña de 6 años que vive con su hermano y su padre viudo -el abogado Atticus Finch- era su leitmotiv. Ve y pon un centinela muestra a una Scout de mayor que, en la década del 50, vive en Nueva York, como Harper Lee, y vuelve a Maycomb para ver a su padre.

El regreso la obliga a afrontar las actitudes de su padre ante una sociedad cambiante, mientras carga con la nostalgia del pueblo de su infancia. En la década del 80, Lee trabajó en la secuela titulada El largo adiós, que nunca le satisfizo, al igual que otro libro sobre un asesino en serie, basado en hechos reales. (I)