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El Telégrafo
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4 INSTITUCIONES TRABAJAN en conjunto para la rehabilitación de estos espacios

Edificaciones patrimoniales, entre el descuido y el olvido (INFOGRAFÍA)

Edificaciones patrimoniales, entre el descuido y el olvido (INFOGRAFÍA)
08 de mayo de 2014 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

Cada ciudad es una composición entre su pasado y su presente. La forma en la que evoluciona y sostiene su cultura es un precedente de  su ciudadanía e identidad.

En Guayaquil, una parte de los bienes inmuebles que describen la cultura con la que se empieza a construir la urbanidad desaparecieron en el gran incendio de 1896.

Muy poco de lo que era la ciudad se rehizo en el siglo XX y algunas de estas producciones son parte de lo que se conserva como bien patrimonial, en el marco de una ley que comienza a regir en 1978.

Según la Ley de Patrimonio, tanto las restauraciones como las reparaciones que se realicen en un bien privado declarado Patrimonio de la Nación deben estar autorizadas por el Director del Instituto Nacional de Patrimonio (INPC).

En esta ciudad existen 422 bienes inmuebles inventariados como Patrimonio de la Nación. No existe una estadística manejada por el INPC en la que se revelen cuántas viviendas con estas características han dejado de serlo por incendios o como consecuencia de alteraciones de los usuarios, pero hay varios motivos que constantemente ponen en riesgo la preservación de estas edificaciones, sobre todo en su condición de privadas.

Los conflictos que estos enfrentan son, en parte, resultado de las dinámicas de interacción con el espacio urbano y el descuido de los propietarios. Según el arquitecto Florencio Compte, una solución para esta problemática sería establecer con los usuarios lo que sí pueden hacer con un bien de estas características, no únicamente lo que está limitado.   

La historia decanta varios hitos en los que bienes inmuebles patrimoniales privados están deteriorados o destruidos a pesar de  que su historia pone en escena a actores y épocas de relevancia social.

El Barrio Las Peñas fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 1982. Sus casas son parte de la reconstrucción de la ciudad en la que trabajó el gremio de carpinteros de naviera a inicios del siglo XX. Este, es de los pocos sitios que luego del gran incendio conserva en su infraestructura los materiales típicos de la Costa, la tipología naval y técnicas de circulación y ventilación ancestrales.

El hospedaje del Che

En 1944, en lo que ahora son las gradas que conducen al Barrio Las Peñas, por el Malecón Simón Bolívar, se ubicaba la residencia del psiquiatra Fortunato Safadi y de su esposa, Ana Moreno, ambos militantes del Partido Comunista del Ecuador. Ese fue el lugar al que llegó Ernesto Guevara de la Serna, el conocido Che, durante su segunda gira por América Latina en 1953.

Según el libro Las Peñas, historia de una identidad perdida, del historiador Fernando Jurado Noboa, su hospedaje en este lugar se produce por la conexión con Cristóbal Garcés Larrea durante la visita de Guevara al Café Costa, frecuentado en la época por poetas, pintores y escritores. Durante su estadía hizo de pediatra gratuito y visitaba con frecuencia las casas de vecinos, como Enrique Gil Gilbert. Además, fue parte de la relación que tenían los guayaquileños con el río Guayas, donde fue fotografiado bañándose por Miguel Rogelio Jordán, archivo que figura en el libro de José Guerra, otro testigo de su visita. La casa donde se hospedó el Che se cayó deteriorada por el descuido.

La casa de A. Neumane

Según el relato de Jurado, el tercer y cuarto solar de Las Peñas formaron uno solo hasta el incendio grande. La casa es actualmente conocida como la Lilia Pintado. En 1866 fue alquilada a Antonio Neumane y a su esposa Idálide Turrí. Según el historiador, fue en esta casa donde Neumane compuso el Himno Nacional, luego de que su vecino, el general Secundino Darquea, lo convenciera. Este hecho, es justificado con la declaración de la hija de Neumane a Diario El Telégrafo en 1930.

Barrio Centenario

En 1919 se fijaron los cimientos del primer sueño planificado de una clase burguesa que buscaba establecerse fuera de la sobrepoblación del centro, que se evidenciaba en la época, fenómeno característico de las ciudades en desarrollo. El proyecto se llamó El Centenario, pues la constitución del barrio fue también una excusa para la celebración de los 100 años de independencia guayaquileña. El diseño del sector se ubicó en la calle El Oro entre Rosa Borja de Ycaza y 6 de Marzo, que a inicios del siglo XX colindaba con la Hacienda La Esperanza del expresidente Emilio Estrada. Con el tiempo el sector se fue ampliando.

Según el historiador Ángel Emilio Hidalgo, el diseño arquitectónico de estas viviendas, réplicas de las casas de campo de Estados Unidos, es un antecedente de la arquitectura moderna en la ciudad.

Diez años después de que las primeras casas del Barrio Centenario se consolidaron, se empezó a poblar el sector cercano al actual camal, el Barrio Cuba. A pesar de la época y las coincidencias territoriales, el Cuba y el Centenario están divididos por una muralla tácita, sin que nunca haya habido una interacción, comenta Hidalgo.   

Actualmente, un factor común en varias de estas casas es la oferta de venta de residencias descuidadas y aparentemente abandonadas, lo cual se conjuga con la oscuridad a la que se enfrentan sus calles por las noches. Los nuevos flujos habitacionales marcados por la preferencia de zonas residenciales fuera de la ciudad han ido devaluando el primer barrio residencial de Guayaquil. Por su parte, el INPC se encuentra en una revisión de las casas de la zona para incluir algunas de ellas  en el listado de bienes inmuebles patrimoniales privados.

Villa Rosita, la época del Péndulo

En las calles Colón y Quito, sector que también se empezó a poblar a inicios del siglo XX, está la Villa Rosita, casa construida en 1935 y que según moradores en 1950, año en el que llegaron a habitar, ya era un cabaret que ofertaba shows con orquestas y al que frecuentaban marinos. En 1965 el negocio cambió su razón social a una casa de citas y duró hasta que el arrendador a cargo se ahorcó, según cuenta la gente del sector.

Tras ser abandonada durante algunos años, la propiedad de la familia Ledesma Núñez ha sufrido 3 incendios, que según los moradores fueron provocados por maleantes que se refugiaban en el lugar.

Luego del incendio ocurrido en 2006, el jefe de la Segunda Brigada del Cuerpo de Bomberos, José Farhat, hizo un llamado al alcalde de la ciudad, Jaime Nebot, para que permita la demolición de la vivienda. Tal acción no fue permitida por sus condiciones de bien patrimonial, declaración de 1990 por el INPC. Según comenta la arquitecta Lilian Ricaurte, el INPC propuso rehabilitar la casa al Municipio de Guayaquil, para cambiar las condiciones de peligrosidad de la zona y que sea un espacio donde se brinden talleres educativos; pero la propuesta no trascendió. Una vecina asegura que luego de ese último incendio la casa fue bloqueada por los moradores para impedir el acceso de ‘maleantes’, mientras las herederas de la vivienda buscan darle de baja en el listado de patrimonio, bajo el criterio de que no hay razones para considerarla como tal.

La casa tiene el formato de una quinta y no hay documentación que revele su uso como cabaret desde los inicios de la construcción. Sin embargo, podría pertenecer al grupo de lugares de las calles Machala y Quito, que en la década del 30 se conocía como ‘el infierno de Guayaquil’, la zona que Fernando Ferrándiz describe como ‘el Péndulo’, en su libro de crónicas 25 estampas de Guayaquil. “La barriada de burdeles de las calles de Machala y Quito es un escaparate de cuerpos femeninos en continuo balanceo, como si el movimiento pendular fuera la clave de la excitación erótica (...) En toda ciudad burguesa existe un infierno formado por los barrios donde se refugian los vencidos por la miseria”, describe Ferrándiz sobre la zona.

Ese espacio de burdeles fue trasladado a lo que actualmente conocemos como la 18, por una ordenanza municipal.

El Cafetal

La calle Panamá se constituyó con el segundo boom cacaotero como el sitio exclusivo para secar la fruta. Hasta hace 20 años la escena se mantenía en esta zona de Guayaquil, a pesar de que el puerto, ubicado a inicios del siglo XX a una cuadra del sector, se había trasladado al sur. Esta etapa fue decisiva para que varias familias de la Costa compren terrenos en zonas fértiles para la siembra de cacao y poder exportarlo desde Guayaquil.

En esta calle se mantienen 2 casas como reflejo de la época. Ambas fueron declaradas bienes inmuebles patrimoniales entre junio y julio de 1990. La que está del lado izquierdo (en dirección norte-sur) fue el negocio que permitió construir la casa de la otra esquina, actualmente alquilada por varias personas para vivienda.

El Municipio de Guayaquil inició en 2011 la expropiación de estas casas para implementar en ellas el Museo del Cacao y la Casa del Arte. Según el arquitecto José Núñez, director de Urbanismo, Avalúos y Registro del Municipio de Guayaquil “se ha considerado que ante la realidad actual descrita de este importante sector del centro-norte de la ciudad, del cual también se requiere impulsar su desarrollo preponderantemente moderno y contemporáneo de Guayaquil, debíamos preservar estas 2 únicas edificaciones patrimoniales y guardar reminiscencias de lo que en el pasado fue la calle, al margen de que en la actualidad sean solo una minoría”.

Para Ottón Landívar, habitante del sector desde hace 50 años, estos proyectos benefician la zona “a pesar de que por la afluencia de carros a la Zona Rosa los arreglos de regeneración urbana que se realizan actualmente en la calle Panamá están sujetos a su deterioro, como pasa con los muros circulares de la vereda”, comenta Landívar.

El proyecto del Museo Municipal de Guayaquil para la expropiación y restauración de casas se extenderá a un edificio de la calle Rocafuerte y Loja, que se dedicará a un Museo de Arte Moderno, mientras que en el Barrio del Astillero, el Castillo Martínez de Espronceda se convertirá en Biblioteca Pública Municipal. Estos últimos proyectos aún no reflejan avances.

Urbanizadora del Salado

Hoy llamada a secas Urdesa, fue la sociedad que conformaron Ernesto Estrada, Julio Vinueza y Jacobo Ratinoff para comprar el terreno que en 1954 ofertaba la Junta de Beneficencia de Guayaquil y posteriormente comercializarlo. En 1959 esta sociedad había resuelto los problemas de acceso al sector junto a la provisión de servicios básicos.

Las calles mantienen la denominación de nombres de árboles nativos en orden alfabético, una estrategia para dar con la dirección urdesina de todo buen taxista: Acacias, Bálsamos, Cedros, Dátiles, Ébanos, Ficus, Guayacanes, Higueras, Ilanes, Jiguas y Laureles.

La familia Feraud fue de las primeras en habitar la zona, pasando primero por la calle Bálsamos para posteriormente asentarse definitivamente en Circunvalación Sur y Todos los Santos.

Gladys de Feraud es la viuda de Pancho Feraud, uno de los fundadores de lo que fue la gran disquera J.D. Feraud Guzmán, la misma que materializó la fama de Julio Jaramillo. Poco a poco construyeron la casa de la que es propietaria, con pisos importados de Brasil, un jardín de entrada de más de 10 metros que permanece sin amurallar, a diferencia del resto de la ciudad. En su interior hay una ruta de esculturas de divinidades cristianas que conducen en la parte baja a una capilla y en la alta a un salón copado de muebles de estilo Luis XV. Este espacio tiene salida a la piscina que ya nadie usa, como al estero Salado que delimita la vivienda.    

La casa tiene habitaciones para toda la familia, a pesar de que solo la ocupan Gladys, una de sus hijas y una nieta, que está por mudarse y que, según confiesa la propietaria, en caso de que le oferten lo justo por la vivienda, también se iría a un lugar más pequeño.

Al igual que en el Centenario, algunas de las edificaciones de Urdesa están en proceso de revisión para ser incluidas en la lista de bienes inmuebles patrimoniales.

Acciones de control

Para Daniel Rubio, gerente del proyecto de rehabilitación de bienes inmuebles patrimoniales privados, el patrimonio debe ser visto como una zona nuclear, que interinstitucionalmente permita generar áreas de influencia y de intervención. “Pensar que una sola institución va a sostener el patrimonio no es dable, esto debe ser un trabajo de varias instituciones, incluidos los municipios, según lo que establece el Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (Cootad), es cosa de las familias también. Los jóvenes están dejando acabar el patrimonio porque ya no quieren vivir en ese tipo de casas por más que las hereden, porque la tendencia a la modernidad se presume como sinónimo de la confortabilidad y la tecnología, aunque es posible habilitar estas viviendas para generar este tipo de interacción”, dice Rubio.

Actualmente el Ministerio de Cultura y Patrimonio trabaja en coordinación con el INPC, los gobiernos autónomos descentralizados y el Banco del Estado para financiar proyectos que busquen la conservación y dinamización de bienes patrimoniales públicos y privados.

Otro de los incentivos en los que se ha enfocado el Ministerio de Cultura es la rehabilitación de bienes inmuebles privados. El INPC trabaja en estudios previos para determinar la situación de las viviendas a rehabilitar.

Este trabajo se realizó en Guayaquil en las 21 casas de Las Peñas, donde a pesar de que los estudios de rehabilitación total tenían un presupuesto entre $ 30 mil y $ 40 mil por edificación, la intervención que se hizo en cada una fue de $ 5 mil. Según Daniel Rubio, este es el costo reglamentado por vivienda.

Según, Miguel Yturralde, director regional del INPC, la idea es que esta ley se trabaje en coordinación con los municipios, que tienen la potestad territorialmente, para que la entidad tenga el control sobre el respeto de las características de las viviendas patrimoniales, tal como lo establece la ley.

DATOS

La Ley de Patrimonio comienza a regir en el país en 1978, con la que se crea el Instituto Nacional de Patrimonio (INPC).

El Ministerio de Cultura y Patrimonio trabaja actualmente en la presentación de una nueva ley.

Según la ley vigente no puede realizarse reparaciones, restauraciones ni modificaciones de los bienes pertenecientes al Patrimonio Cultural sin previa autorización del Instituto.

En el caso de una intervención de un bien patrimonial, según la ley, en el que se alteren las características de un bien cultural el propietario estará obligado a restituirlo a sus condiciones anteriores; debiendo el Instituto imponer también una multa anual hasta que esta restitución se cumpla. Las multas se harán extensivas a los contratistas o administradores de obras, autores materiales de la infracción; pudiendo llegar incluso hasta la confiscación.

No existen estadísticas de viviendas que hayan sido dadas de baja como Patrimonio Cultural de la Nación por casos de incendio o alteraciones.

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