Dos filmes de Blancanieves le anulan su valor como relato
Difícil concentrarse en la gran pantalla, no por el siempre presente ruido del proyector -aún los digitales suenan-, mientras el gran fotograma recuerda o bien al último video musical de Avril Lavigne o a un comercial de costoso perfume. Se trata del último intento de Hollywood para ganarse al público “encantado” con los cuentos de hadas, “Blancanieves y el cazador”.
Curioso que esta nueva versión del ya famoso relato haya sido estrenada con apenas 2 meses de diferencia que otra revisión cinematográfica del personaje y su eterna enemiga, La Reina, titulada “Espejito, Espejito”, con Julia Roberts en el papel de la villana. En realidad es imposible evitar atar cabos y darse cuenta de que una película resulta difícil no asociarla con la otra. Solo así ganan en calidad y en sentido, ya que comparándolas, en solitario o en conjunto, con la historia original que los niños aún escuchan, quedan “fuera de juego”.
Una versión, “Espejito, Espejito”, es la excusa de los estudios para traer de vuelta a la consentida de Estados Unidos y ganadora de un Oscar, Julia Roberts, pero esta vez como villana y en una suerte de pastiche audiovisual con un torcido sentido del humor, una ironía que se queda sin piso y una mordacidad, al igual que un sarcasmo, que no cuaja. La escritura, o reescritura, que hacen Jason Keller y Marc Klein, además de Melisa Wallack de lo planteado por los Grimm, deja muy mal a Blancanieves, quien para empezar suele ser vista como el epítome de la fragilidad e ingenuidad femenina.
Lo destacable de “Espejito, Espejito” es su visualidad, la dirección de arte, el diseño de producción, el vestuario, el maquillaje, los peinados y, algo menos, la fotografía, que sí remiten a una época medieval irreal, propia de un libro, de aquellos en que las figuras saltan de las páginas. La historia es madura, tal vez para adolescentes, pero la imagen es caramelo visual para los niños y de más estaría mencionar el uso de los globos de nieve y marionetas para introducir el relato, con la voz en off de Julia Roberts, para destacar que lo que sigue es la historia de La Reina, no de Blancanieves.
De “Blancanieves y el cazador” hay que destacar a Charlize Theron, también ganadora del Oscar, por su caracterización de Ravenna, la reina usurpadora y malvada madrastra de la protagonista. Sin olvidar los llamativos efectos visuales que enfatizan la maldad de esta antagonista, sus poderes y la relación con el famoso espejo mágico. El supuesto príncipe, ahora hijo de un duque y amigo de la infancia de Blancanieves, no aporta mayor cosa, sino la figura de un adalid para que ella retorne a su trono.
Kristen Stewart como Blancanieves aún recuerda mucho a Bella Swan, a quien interpreta en los filmes de la saga de Crepúsculo. Al compartir pantalla con el mimético Chris Hemsworth -quien también narra buena parte del filme- se establece una “pelea” cualitativa interesante.
Aún queda la duda de si la dicotomía cazador/leñador en la historia original, Blancanieves, es realmente necesaria ahora, ya que reporta muy poco desarrollo para cualquiera de estos personajes. Quien va al cine se evade, disfruta, mientras el lector sufre por la masacre descarada: “Blancanieves ha muerto, Dios salve a la Reina”.
Gusto por el villano opaca a la heroína
Tal como ocurre con la novela gráfica, el género del cómic, la TV y el cine, el adaptar constantemente los cuentos de hadas busca que sean ambivalentes y atraigan a una audiencia juvenil o adulta. Como sucedió con “The Dark Knight”, en la que es el villano quien se lleva las palmas.
Las protagonistas, en este caso Blancanieves, quedan aplanadas y con poca razón de ser, a menos que se desempeñen como la lógica antítesis a un gran malvado, su claro opuesto.