“Donde la televisión interfiere solo hay un ruido efímero”
Usted es crítico a partir de sus novelas y ensayos con los gobiernos. ¿Cómo ve a Latinoamérica en esta época?
Creo que la literatura que uno hace, en particular la novela policiaca, lo que te refleja es una relación con la sociedad, que es vertical y no horizontal. O sea, el crimen baja y viene de arriba, desde los poderes. Viene de un entramado de corrupciones y vinculaciones de los grandes negocios de la criminalidad con el sistema. Entonces, cuando haces novela policiaca, lo que estás haciendo es revelar la parte escondida, el iceberg. La ventaja de la novela es que hace lo que no te permite hacer la sociología o el periodismo que, al trabajar con elementos subjetivos, te puedes meter en la cabeza de los personajes, y puedes especular. A menudo el resultado es una radiografía mucho más potente de la sociedad y del hecho criminal que la que te daría las ciencias que se supone que trabajarían con más precisión sobre la realidad.
¿Cómo ve a la sociedad de América Latina a través de esa radiografía que usted hace?
Creo que en todos lados de América Latina ahora encuentras una parte reactiva. El neoliberalismo en América Latina vino manchado de una variante de corrupción, abuso del poder, paramilitarismo, violencia, agresión contra la sociedad y contra sus derechos naturales, censura, control monopólico de los medios de comunicación. Todo esto en nuestros países generó una situación reactiva mayor o menor, a ritmos diferentes. Pero sin duda hay un despertar a lo largo de América Latina.
¿Cómo ve a la izquierda de América Latina en esta época?
Creo que estas izquierdas que han tomado el poder, moderadas o no, han introducido cambios, han frenado el proyecto neoliberal, mientras que en otros países como México, la derecha es impulsada como si fuera un barco de vapor que más bien parece que tuviera velas, porque es desastrosa. En México -prácticamente- están acabando con la nación.
Usted ha hecho biografías de íconos de la revolución de gente que, en épocas distintas, cambió con sus acciones el rumbo de América (Che Guevara y Pancho Villa). ¿Cree usted que ahora en América Latina existen figuras destacadas frente a los procesos que se experimentan?
Cuando uno hace historia, lo hace con la intención de apropiarse de esa historia, de nuestro pasado y que otros también se apropien de él. Esta es una batalla por recuperar los pasados de América Latina a través de estos personajes; hay que tener claro que no es un libro que da recetas. Cada época crea su nivel de dirigente, su nivel de representación. Hay grandes momentos de representación: la Revolución Mexicana con (Emiliano) Zapata o el proyecto bolivariano del (Ernesto Guevara) Che. Pero cada época crea sus dirigentes con mayor o menor fortuna.
Usted también es gestor cultural. Creó La semana negra de Gijón, en España, y Para leer en libertad, en México. Así, ¿qué rol juega hoy el gestor cultural?
La Semana de Gijón y Para leer en libertad tienen dos objetivos diferentes. La primera tenía la misión de crear un nuevo modelo de festival popular que vinculara la cultura con la fiesta en España y al mismo tiempo tenía como iniciativa tender un puente entre América y Europa. En el caso del segundo, se trataba de usar la gran ciudad de México, un conglomerado urbano de 20 millones de habitantes, como una zona de experimento para organizar democráticamente, horizontalmente, una red de lectura y debate, que afectara a millones de ciudadanos. Y aprovechando el libro como el gran instrumento revelador y destructor de neuronas averiadas, vinculándolo a una línea intelectual progresista, se han hecho conferencias, debates. También se crearon bibliotecas de barrio y ferias de libros con textos muy baratos para romper con el bloqueo de los precios. En tres años hemos distribuido 6 millones de libros y regalado 250 mil.
¿El programa no lleva una lucha desigual a partir de sus nivel de representación contra los niveles de representación de la televisión como la que opera en México?
Es desigual a favor nuestro. Ellos tienen un aparato que manda una señal a la que no se puede responder, nosotros tenemos una inercia popular que construye diálogo. Donde nosotros construimos la piedra queda, donde la televisión interfiere solamente hay ruido mediático, efímero.