Cuy, capulí y café: rostros de identidad
Memoria, identidad y nación son algunas de las palabras que surgen cuando se mencionan los bienes patrimoniales materiales e inmateriales en Ecuador, país en el que la diversidad natural y cultural es muy amplia, y ahora está organizada en el Atlas de Infraestructura y Patrimonio Cultural de las Américas capítulo Ecuador, uno de los subsistemas del Sistema de Información Cultural, que presentó, el pasado jueves, el Ministerio de Cultura.
Según esta plataforma, en el país existen 1.006 fiestas populares. Es Azuay la que más celebraciones concentra con 182, seguida de Manabí con 75 y El Oro con 69. La provincia austral, que tiene a Cuenca, su capital, como Patrimonio Cultural de la Humanidad declarada por la Unesco, en su lista de festejos incluye temas religiosos, gastronómicos y de artesanías. La de Corpus Christi es la que más fieles convoca desde hace 400 años.
Los azuayos también tienen sus fiestas sui géneris: así, rinden pleitesía a “La Botija”, un recipiente de barro cocido de forma alargada y cónica que sirve para transportar la chicha de jora en ocasiones festivas. El árbol de capulí tiene también su festejo, así como el cuy, ese mamífero, familiar de los roedores, al que lo prefieren asado.
La provincia costera de Manabí celebra a la montaña, a la cosecha del café, así como al marisco. En la jurisdicción de El Oro existe la fiesta del banano, uno de los productos que permiten el ingreso de divisas al país, resultado de su exportación.
Las tres localidades, sin embargo, tienen un festejo común: el de las vírgenes, los santos y del patrono; son estos los motivos que los agrupan, convocan y en los que interactúan e intercambian saberes, favores y hasta prestigio.
La fiesta en el mundo andino, en cambio, es un espacio atravesado “fuertemente por los rituales que no solo se presentan en los momentos excepcionales de la vida de los pueblos, sino en lo cotidiano”, explica Santiago Cabrera, docente e investigador de la Universidad Andina Simón Bolívar.
El catedrático añade que las cifras del informe no deben llevar a “enarbolar ideas estereotipadas como que los ecuatorianos son unos fiesteros”, sino que ese inventario permite reflexionar sobre “esa riqueza cultural inmaterial de los pueblos. La población ecuatoriana articula procesos identitarios con sus celebraciones”.
Sobre la religiosidad que está presente en las celebraciones expuso que hay una especie de herencia; así, en la etapa de la Conquista y de la Colonia predominó, mientras que en la República se ligaron los conceptos de nación con los imaginarios católicos. Para el siglo XX se dio una “eclosión” marcada por los emigrantes, quienes a través de las fiestas populares, sobre todo de santos, “nuclearon” sentimientos de nacionalidad fuera del país.
Otra lectura de la fiesta popular es que “invierte los órdenes sociales, las jerarquías de poder” y el licor funciona como alterador de roles.
La fiesta popular tiene también que ver con la noción de reputación que se marca a través de la inversión que realiza un prioste (patrocinador principal del festejo) y es juzgada bajo la filosofía de que mientras más se gasta en licor, alimentación o recuerdos, uno más se destaca.
Se piensa: “Yo me coloco como prioste en una posición distinta a mis pares de la comunidad. Y espero que se me devuelva esa inversión, pero no en dinero, sino en un capital de prestigio”, cuenta Cabrera.
Para Gabriela Eljuri, subsecretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, el patrimonio inmaterial es el que con más fuerza pone en evidencia la diversidad cultural en la que se edifica la nación.
Eljuri, que lidera a través de la Subsecretaría el “Concurso Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial 2013”, explicó que tanto el capital material como el inmaterial pueden contribuir al desarrollo sostenible, porque generan posibilidades para los cambios de la matriz productiva. “Aquí no se habla netamente de conocimientos enteramente inmateriales, son saberes y conocimientos que finalmente se tangibilizan en procedimientos concretos, incluso productivos, como artesanías, gastronomía, medicina tradicional, formas tradicionales de cultivo, de pesca. El manejo de los recursos está detrás del Patrimonio inmaterial”, indica la funcionaria.
Lo que busca la Subsecretaría, así como el Gobierno tras el decreto de emergencia sobre Patrimonio Cultural, firmado en 2008, es que el ecuatoriano empiece a manejar su territorio de otra manera y a pensarse desde un ser humano integral que se proyecte al futuro sin olvidar los elementos heredados. Para Eljuri, “el Patrimonio es un tema de derecho; al igual que el derecho a la identidad”.