En 2010, Banksy fue seleccionado por la revista Time (USA) como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Pero cuando le pidieron que envíe una foto, él mandó una en la que ocultaba su rostro con una bolsa de papel. Sus obras están valoradas en $ 300 mil y se exhiben en las calles de Londres, Reino Unido, Australia, Francia, Estados Unidos y Canadá. Algunas autoridades europeas lo señalan como un “terrorista del arte”, pero su arma es un ‘stencil’ (plantilla) y un aerosol. En las pocas entrevistas que ha dado, contó que aprendió su trabajo en las calles de Bristol, una ciudad de Inglaterra, acostumbrada al arte clásico. Allí, el adolescente grafitero afinaba sus trazos. Hacer grafitis en las paredes era un delito, y Banksy, para no caer preso, inventó la técnica del ‘stencil’, una plantilla lista para pintar la irreverencia del mundo. El turismo también se ha fijado en su trabajo. En Bristol, los vagones de los trenes tienen una guía con los lugares intervenidos por él para que puedan ubicarlos. Por la poca información que se ha filtrado sobre Banksy, se lo  describe como un tipo rubio, de unos 37 años. A este artista no le interesaba la fama ni quería mostrar su identidad, prefería la clandestinidad para difundir sus mensajes. Estos incluyen grafitis de dos policías besándose y una rata negra que simboliza todos los personajes que “adornan” las calles. Para él,  las paredes son lienzos urbanos en los que se plasman los pensamientos callejeros. (I)