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El Telégrafo
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El eterno retorno del hombre murciélago

Serge Kutuzov / Unsplash
Serge Kutuzov / Unsplash
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Son memorables las historias en las que el multimillonario Bruce Wayne ya no tiene la energía para seguir siendo Batman. Una de esas es Knightfall, cómic de 1994 en el que aparece por primera vez el enemigo más temible -que no el más divertido ni profundo- del Hombre Murciélago: Bane. A pesar de que Joel Schumacher decidió hacer una mala broma de este personaje en su película de 1997, Bane, un mercenario nacido y criado en una isla del Caribe llamada Peñadura, es un tipo sumamente inteligente y un guerrero poderoso, capaz de quebrar -literal y figuradamente- a un Batman que ya venía arrastrando problemas por su vejez. En otros arcos argumentales, el mejor detective del mundo (como le encanta resaltar a Ra’s al Ghoul), al borde de la jubilación y acompañado de su hijo y nuevo Robin, Damian Wayne, enfrenta -y vence- a Superman. Estas historias, tomadas por Christopher Nolan y Zack Snyder en sus versiones cinematográficas del Caballero de la Noche, tienen una particularidad: todas responden a la primera opción de autocompletado que Google ofrece a sus usuarios cuando escriben “Does Batman ever...?”. El buscador sugiere continuar la pregunta con die (morir).

Does Batman ever die?
En serio, ¿se muere alguna vez?
Podríamos ser literales y citar las veces que ha pasado. El Joker lo asesinó. Lo hizo Superman, pero brevemente. Darkseid también. En la memorable Red Son, el Batman ruso se suicida en un ataque kamikaze con una bomba de kryptonita plantada para acabar con el régimen del Superman soviético. En Earth 2 también muere. Una vez lo mató Wonder Woman. Otra vez murió en Emperor Joker, un arco en que el Joker es prácticamente un dios que mata y revive para volver a matar a su némesis...

Pero en el fondo, sabemos que la respuesta es no. Batman no muere porque no pasa de moda. O como diría la versión encarnada por Christian Bale: “Batman no es una persona, es una idea”.

Y sus 80 años lo confirman.
El 30 de marzo de 1939 apareció por primera vez The Bat-Man. Lo hizo en Detective Comics, la serie de historietas que luego le dio nombre a la enorme editorial que hoy conocemos simplemente como DC.

Creado por Bob Kane y Bill Finger, Batman no solo que tiene muchas décadas, sino que además puede ser leído como un signo de los tiempos. Por ejemplo, el giro que tomó el personaje luego de la Segunda Guerra Mundial. Así como Superman sirvió como agente antinazi -que incluso enfrentó a Hitler-, la función del Hombre Murciélago fue un poco más inocentemente ideológica.

En los años de la posguerra había una necesidad generalizada de transmitir la idea del bien y el mal en blanco y negro, y los personajes de los cómics eran perfectos para ello, lo que explica, por ejemplo, que Batman renunciara a usar armas de fuego desde la década de los cuarenta, o la parodia que resultó la serie televisiva de los sesenta, protagonizada por Adam West y Burt Ward, en la que Batman está tan preparado para todo que tiene un helicóptero equipado con repelente de tiburones, y en la que se pone en peligro mortal intentando deshacerse de una bomba para salvar, entre otras personas, a los clientes que beben en un bar de mala muerte en el muelle y a una familia de patitos que cruzan la calle. Ni Robin alcanza a creérselo: “¿Arriesgaste tu vida por la gentuza del bar?”, pregunta el Joven Maravilla. “Todas las vidas valen la pena”, responde el cándido Hombre Murciélago.



Pero pasada esta etapa, Batman gira y vuelve a las profundidades psicológicas, en especial de la mano de Frank Miller. En la misma década en la que salía Watchmen, una visión hiperrealista acerca del destino que tendrían los héroes enmascarados con superpoderes si, en efecto, existieran, el autor de esa saga se encargaba de una historia de Batman que ha pasado a la historia: The Killing Joke (La broma asesina, 1988), en la que el Joker dispara a Bárbara, la hija del comisionado Gordon, dejándola paralítica e impidiéndole seguir siendo Batichica -lo que la llevaría a ser Oráculo, un personaje ampliamente aceptado en el canon-. Y poco después vendría Knightfall, una saga en la que Batman sería derrotado, aparentemente de forma definitiva, por Bane.

Un corpus ficcional
Las películas de Batman que se han rodado desde finales de la década de los ochenta han tenido un universo gigantesco para escoger tramas, personajes, motivos y espacios para representar. Si bien Tim Burton se permitió inventar algunas cosas en sus versiones, como el origen del Joker de Jack Nicholson, la gema de estos dos filmes es la fiel recreación de lo que sería Ciudad Gótica (en el universo de Nolan o de Zack Snyder, por ejemplo, Gotham es otra Nueva York).

Pero la verdadera riqueza radica en los personajes. Batman resulta atractivo para definir perfiles psicológicos. Pero esto solo es posible por el fondo detrás de cada uno de sus amigos y sus no pocos enemigos.

En 1994 apareció bane, un mercenario físicamente superior a batman y, además, lo suficientemente inteligente para hacerle frente en una batalla de estrategias.

La oscuridad es transversal en este personaje, que siempre se está cuestionando a sí mismo, incluso -o en especial- en la versión animada de 1994, que vio a la psicóloga Harleen Quinzel convertirse en Harley Quinn.

El Joker como la demencia más pura y letal, Dos Caras como la fatalidad del azar, Bane como la fuerza bruta superior, Catwoman como la aliada en la que no puedes confiar del todo, Ra’s al Ghoul como la limpieza social... existe un antes y un después en la vida de todos estos personajes. Hay todo un corpus alrededor de Batman en el que su personalidad está definida por las personas que tiene a su alrededor.

Es tan interesante esta dimensión de Batman que en el siglo XXI se ha puesto de moda revisar qué pasaría si sus enemigos fueran sus superamigos, en especial el súper de los súper, Superman. Ocurre en Red Son, en Justice League: Doom, en Batman vs Superman y en Injustice, donde el deseo de Superman de erradicar el crimen es tan fuerte que se convierte en el dictador de la Tierra para lograrlo.

En todos y cada uno de estos arcos argumentales, Batman, un mortal, es un reto para ellos, y, aunque no los pueda superar en una batalla, siempre será mucho más interesante. (CP)

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