Baile del curiquingue, tributo a la vida
El baile del curiquingue o de la curiquinga data de tiempos inmemoriales. Consiste en representar a esta ave en armonía con el ser humano.
La convivencia integral del runa con la naturaleza es una de las características de las culturas originarias, por ello realizan varios rurays (continuo hacer de las cosas) y ceremonias en agradecimiento a la Pachamama por los alimentos recibidos.
Dentro de estos rituales y ceremonias se encuentra el baile del curiquingue, que se realizaba en el Hallmay Pacha (tiempo de aporcar) en el mes de diciembre, y en el Pallay Pacha (tiempo de la cosecha) en el mes de junio.
Así consta en una investigación efectuada por el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Ecuatoriano, SIPCE.
El curiquingue es un ave sagrada para los pueblos originarios. Tayta José María Pichazaca, de la comunidad de Quilloac, de la parroquia Cañar, cuenta que antes el nombre debió ser kurikinka: “kuri”, que significa oro, e “inka” que es emperador, rey, suprema autoridad.
El investigador Pablo Guerrero, en la Enciclopedia de la Música Ecuatoriana, cita al Inca Garcilazo de la Vega quien en su crónica sobre el curiquinga afirma que significa “ave sagrada del inca”.
Hoy con el sincretismo de los idiomas entre kañari, kichwa y el castellano se la conoce como curiquinga.
Tayta Benedicto Guamán, de la comunidad de Chaglabán, de la parroquia Cañar, recuerda que, según sus padres, esta ave “traía buena suerte, evitaba la enfermedad de las gallinas, hacía bulla cuando personas o animales extraños se acercaban o querían entrar a la casa”.
Cuenta que en su juventud, cuando araba con las yuntas para cosechar las papas, ocas y mashuas, en el lugar conocido como Amsawayco (quebrada oscura), las curiquingas iban “gritando” detrás de él.
“Se comían los gusanos de las papas y otros insectos y también se comían algunos granos como la haba”, asegura don Benedicto en una entrevista para el SIPCE.
Así, estas aves ayudaban a que las chacras produzcan bien, se comían los insectos y hierbas que crecían junto a los sembríos, así equilibraban el ecosistema.
Por ello la curiquingua es respetada, venerada y de gran significación para los pueblos andinos.
En la parroquia Cañar esta manifestación está en la memoria de sus habitantes.
Don Gabriel Guamán relata que en la Navidad era una tradición ver el baile del curiquingue en los pases del Niño Jesús, una manifestación que con el tiempo se perdió porque apareció la imagen de Papá Noel, los Reyes Magos y otros personajes.
Sin embargo, en el cantón Déleg se ha logrado salvaguardar esta manifestación.
Un morador, Darling Cabrera, recuerda que en su niñez vio el baile del curiquingue “en los pases de misa de la Virgen de los Remedios en noviembre; en la fiesta de San Bartolomé de Déleg, en agosto; y del Señor de la Buena Esperanza de la comunidad de Chulcay, en septiembre”. (I)