Apellidos raros en el fútbol, visión fugaz de una novela y de la neovanguardia
El cronista lee el apellido de un futbolista de la selección subveinte y de Francia (que nos eliminó 1 a 0, aunque fuimos futbolísticamente superiores, consuelo idiota) y ve jugar a Kokelon (suena a cocolón) y le dieron ganas de raspar la olla todavía fresca (es decir caliente) en la cocina, sobre la hornilla apagada, pero se le interpuso Negó, otro crack francés, que no le negó nada sino que así se llama.
Luego arma un pedo (significa lío, enredo, trobo, huéleme el calcetín, etcétera, en México) con los brasileños Elano, Kaká, Ganso y Pato, en el que se dan un chingo de barbaridades y ya se imaginarán quién pagó el Pato.
Nadie sabe qué hizo Ganso ahí, fuera de hacerse el ganso.
Bhemba, Bongo y Balde suenan a África (¿Camerún?, ¿Nigeria?), Polenta a bachiche, a rioplatenses; Calvo, Sucio (a cualquier lado), Ruicio (burro) y Barril (who knows?).
La novela mirada fugazmente es Si tú mueres primero, de Aminta Buenaño, que Abdón Ubidia describe hábil y acertadamente como “un conjunto muy propio de la vida vivida, como decía el escritor Cursio Malaparte (gracias Abdón, yo creía que era el hombre goma del circo de la Mofle): la soledad, el abandono, la intriga, la nostalgia, las infidelidades, el amor, la culpa” (hasta aquí nomás: el resto sobra).
O como lo subraya Marco Antonio Rodríguez, igualmente hábil y atinado: “La mujer en su multiplicidad de imágenes es el gran personaje de esta obra. En todas sus dimensiones, con sus angustias, miedos, soledades, amores, olvidos, su reciura humana (¿como ricura en el caso de rico o sabrosura en el caso de sabroso?), sus misterios, la maravilla de sus intimidades”.
La misma jeringa con diferente bitoque, descripciones tematísticas. Enumeración de lo que se dice. Nada sobre cómo se lo dice.
Sin mayor dificultad, sin mucha exigencia (fugazmente), puede el lector encontrar cierta dificultad en la autora para construir un fraseo claro y fluido al contar algunas situaciones, más el uso de palabras inexactas y una gran cantidad de falsas (¿supuestas?) elegancias.
En la siguiente situación: “le había quedado un terror neurótico e impredecible a todos los hombres”, por ejemplo, se da el primer caso, ya que si el terror era a todos los hombres, no podía ser impredecible.
O: “el chirriar de los platos en el fregadero”, donde chirriar no es la palabra precisa. Y “besarla toda entera”; más: “le sirvió una taza de café de la vajilla familiar” (¿no será en la vajilla?).
También estas elegancias, más correspondientes a un canon cursi que reales: “los suaves efluvios de la cotidianeidad familiar”, “el potente analgésico de la resignación”, “su corazón y su mente vibraban alto con la ilusión”, “los perfumes salobres de las olas”, y un prolongado, etcétera.
Pero la novela camina, se sostiene, dentro de sus limitaciones, en un nivel de calidad aceptable, con los defectos somera e incompletamente señalados.
Debe reconocérsele el esfuerzo a su autora, la generosa inocencia con la que ha trabajado.
Pasando de coles a nabos voy a transcribir lo que dice el húngaro Miklós Szabolcsi sobre la llamada neovanguardia.
Leámoslo: “La denominación neovanguardia apareció primero en la crítica literaria italiana. Nació en el círculo de los Novissimi. Desde finales de los años 50 (del siglo XX) Edoardo Sanguinetti la utilizó para designar sus propios experimentos. Los términos nueva avanguardia, neoavantgarde y nuevo sperimentalismo surgen simultáneamente. En el plano teórico los Novissimi optaron por la neovanguardia.
El analista húngaro puntualiza que mientras la vanguardia surge al término de la Primera Guerra Mundial y hacia los años 20 (siglo XX) la neovanguardia está ligada históricamente a la guerra de Argelia, la invasión a República Dominicana, la guerra de Vietnam, la revolución cubana, la revuelta de los negros en los EE.UU., el movimiento estudiantil a nivel mundial, los hippies, etcétera, evidenciándose hacia la década de los años 60 del siglo pasado.
Cambio y fuera. Ciao, hasta la próxima.