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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Antonio Guiteras: un jacobino en el Caribe (1)

Según Raúl Roa, la revolución cubana de 1930 “produjo un líder jacobino, una figura presidencial y un figurín evadido de las páginas de Tirano Banderas”. Esas figuras son, respectivamente, Antonio Guiteras, Ramón Grau San Martín y Fulgencio Batista.

Fuera de Cuba, quizá el nombre más identificable hoy sea el de Batista, a cuya dictadura puso fin la revolución de 1959. Grau se dio un “baño de masas” con un triunfo electoral contundente en 1944, pero perdió esa relevancia incluso desde antes de 1959, por haberse lanzado, en medio de sus bromas perennes, al pozo sin fondo de la corrupción.

Guiteras no fue un gran líder estudiantil en su época, pues la necesidad económica familiar lo arrojó muy pronto al trabajo, pero ganó rápidamente gran prestigio nacional.

Con 27 años sería, en los hechos, el primer ministro del gobierno nacido de la revolución de 1933. Dos años después murió en desigual combate, tras persecución ordenada por Batista, que había puesto precio a su cabeza.

La estrategia revolucionaria seguida por Guiteras concibió los cauces para hacer una revolución en Cuba. Ese tipo de imaginación conseguiría, haciendo uso de la “vía” guiterista, alcanzar el triunfo en 1959.

Guiteras concibió la táctica de una expedición armada que, proveniente de México, desencadenase la lucha insurreccional, creyó en obtener la victoria mediante la lucha armada desde un territorio rural; planeó bombardear el cuartel Moncada, preparó el asalto al cuartel de Bayamo y, desde el punto de vista ideológico, elaboró el “nacionalismo revolucionario” que sería una plataforma decisiva para el triunfo de 1959.

Ahora bien, no es usual presentar a Guiteras como “jacobino”. La calificación de Roa es bastante excepcional. Sin embargo, es quizá a la que más se ajusta su biografía.

La necesidad de conseguir la soberanía nacional, la plena independencia política y económica, de hacer avanzar la “colonia superviva” en Cuba hasta el estatus de una nación y de estructurar un régimen estatal en beneficio de las grandes mayorías populares -todo lo cual llevó a Guiteras a definir al imperialismo norteamericano como el principal obstáculo por vencer para la solución de los problemas nacionales- colocaba al líder revolucionario en la senda del jacobinismo ya ensayado antes en América Latina en las experiencias, contextualmente diferentes, de los “jacobinos mestizos” (1814-1840), del Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia; y de los “jacobinos negros”, del Haití de Toussaint L’Ouverture, que declaró la independencia de ese país en 1804.

En Cuba el proyecto jacobino de Guiteras encarnaba una alternativa moderna al capitalismo liberal oligárquico. Después de la Revolución del 30, la rudimentaria dependencia cubana -típica de un protectorado- hacia Estados Unidos y la estructura oligárquica del Estado cubano desaparecieron dentro del repertorio de las opciones políticas, cobró cuerpo la orientación nacionalista de la economía, surgió la legislación social cubana y un nuevo actor, nacido de la gesta rebelde, adquirió estatus de permanencia: “lo popular”.

Para conseguirlo, el programa de Guiteras adhirió las tesis del ideal político jacobino: la doctrina de tomar el poder del Estado para desde allí realizar la tarea de la revolución social en beneficio del pueblo; la férrea exigencia de actuar “en nombre” del pueblo, sabiéndose su representante; la idea de la democracia como insurgencia a la política de las clases populares antes excluidas de ella; la fe cuasi devota en la virtud revolucionaria; el carácter insobornable del liderazgo y la perentoria necesidad de conseguir todo ello a través de métodos radicales, donde entra la idea de la lucha armada para conseguir el triunfo y de un programa político de corte intransigente.

Pero los jacobinos cargan sobre sí la leyenda del “Terror” sanguinario que marcaría a esa tradición desde Robespierre hasta Stalin. No puedo extenderme aquí sobre Robespierre. Solo sugiero leer a historiadoras como Florence Gauthier, para comprender mejor el sentido del jacobinismo “maximalista” que preconizó el abogado de Arras y cómo se formó la política del “Terror” y cuáles fueron sus bases sociales y sus actores.

Con todo, en el caso de Guiteras la cuestión va decididamente por otra parte: el ministro de gobernación, guerra y marina pagó los daños causados a la sede de la organización obrera comunista por la represión militar ordenada por Batista, aceptó buena parte de las demandas obreras en situaciones de huelga y liberó a obreros que habían sido detenidos a propósito de sus actividades políticas.

Una anécdota describe por entero a Guiteras. Cuando la crisis creada con la Compañía Cubana de Electricidad había dejado ya por tres días sin luz ni agua a La Habana, Antonio Guiteras (1906-1935) redactó a la luz de dos velas el decreto de intervención y ordenó su publicación en la Gaceta Oficial sin la firma del presidente.

De modo similar al jacobinismo francés de 1793, el socialismo de Guiteras quiso escribir con fuego sobre la ideología cubana que es el pueblo el llamado a ser protagonista de la política, el actor, hermoso y trágico, del régimen político de la soberanía.

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