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El Homenaje póstumo en su memoria será esta noche, en el Teatro Prometeo de la Casa de la Cultura

Alexei Páez, el inagotable legado de un anarquista generoso

En El Magnicidio Perfecto, Alexei Páez Cordero analiza la sublevación policial del 30 de septiembre de 2010 en base a la ciencia política latinoamericana. Cortesía
En El Magnicidio Perfecto, Alexei Páez Cordero analiza la sublevación policial del 30 de septiembre de 2010 en base a la ciencia política latinoamericana. Cortesía
11 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

El ‘poderío’ masón -que le dio luz al siglo de la Ilustración, dando vuelta la página de una época oscura- tuvo una continuidad barroca en las aulas latinoamericanas y pudo aplacar la infame obra de inquisidores futuros gracias a su tono desenfadado y elocuente a la vez, un ritmo trepidante como el que usaba el sociólogo, analista político y profesor Alexei Páez Cordero (1959-2011) fallecido de forma prematura.

“La masonería -legión de la escuadra y el compás- es una sociedad secreta, y no tanto, empeñada en difundir las buenas nuevas del proceso educativo y el poderío de la Ilustración. Sus inicios están ligados con las persecuciones que padecen sus integrantes (como las capturas perpetradas por la Inquisición a fines del siglo XIX)”, escribió el cronista y crítico mexicano Carlos Monsiváis (1938-2010) en un ensayo -Las Esencias Viajeras (Hacia una crónica cultural del Bicentenario de la Independencia)- que apareció de forma póstuma.

El fotoperiodista Santiago Rosero, quien fue uno de los alumnos de Alexei Páez -en la cátedra de Teoría Social en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso- recibía la noticia de la muerte de su exmaestro, hace 4 años, en París, donde aún trabaja, con una inquietud que, por ese entonces, confesó en un artículo de la revista cultural de este diario, CartóNPiedra: “Hubiera sido una gran idea -y tal vez un gran proyecto después- tomar fotografías de la pizarra luego de cada una de sus clases”.

Para Rosero, los trazos pedagógicos del sociólogo -a quien su voz firme y anteojos de carey volvían inconfundible- producían ‘constelaciones’ ya sin necesidad de compases ni escuadras. El pulso de Alexei agotaba la tinta de marcadores multicolores porque “su impulso desenfrenado lo obligaba a escribir lo mismo que hablaba. Sintetizado, por supuesto, con su maldito arte para desbaratar las certezas”, un arte milenario que se patentó en la modernidad de pensadores como él, y hoy, como Alejandro Moreano.

Alexei, el hombre desgarbado a quien los medios recurrían con frecuencia para que -como un oráculo enfundado en un saco cuadriculado- les diera las proyecciones de conflictos internacionales, fue un hombre cuya vocación de profesor la ensayó en el núcleo iniciático de su familia. “Nos recitaba fragmentos enteros de El Señor de los Anillos o El Silmarillion de J.R.R. Tolkien, siempre fue un hombre apasionado por las artes en general”, recuerda el poeta y narrador Fernando Escobar Páez, quien era parte de los primeros escuchas de Alexei, en medio de una legión imberbe de sobrinos que descubrió las deidades nórdicas antes de que Hollywood las recreara con su tono comercial.

Antes de ser lo que Escobar Páez llama “rockstar de la academia ecuatoriana”, Alexei fue un acuarelista aficionado, quien también “cometió poesía”, según el abogado Rodrigo Páez Cordero, su hermano mayor, que no se enteró de que el primer casete de la banda de grunge Nirvana que escuchó su sobrino Fernando fue un obsequio del sociólogo anarquista.

A la edad de 3 años -cuenta Rodrigo- Alexei ya sabía leer. La preescolaridad inexistente en la década del 60 no fue un problema cuando su abuela materna, Judith Godoy Guerrero, lo introdujo a una biblioteca, el primero de los repositorios del pensamiento de la izquierda ecuatoriana, ya que Gregorio Cordero y León, su abuelo, había sido uno de los fundadores del Partido Socialista, obra que lo había puesto a viajar, antes del nacimiento de Alexei, sobre las rieles impías del destierro perpetrado por uno de sus parientes: Federico Páez... pero eso es otra historia.

Los innumerables libros de los Páez Cordero fueron la semilla de los títulos de Alexei, cuya obra más conocida es El anarquismo en el Ecuador, editado por la Corporación Editora Nacional en 1986. En esas páginas -que han servido de base para varios estudios e investigaciones en el continente- el catedrático resume su investigación en una frase luminosa: “El anarquismo es una religión cuyo ritual es la vida”.

La música clásica también había llegado al maestro desaparecido, de la mano de su madre Nadia Cordero Godoy. Su adolescencia estuvo marcada por las escuchas interminables de Richard Wagner mientras jugaba 40, cada sábado, con su hermano y amigos como el pianista Arturo Rodas, quien hoy reside en Francia, al igual que Rosero, el alumno de Alexei que describe sus trazos de maestro de una forma nostálgica: “Tambaleaba dando las espaldas a su pizarra -escribió en medio del luto-, pero poniéndole el pecho al pénsum aunque anduviera zumbándole el Estado que fue su musa y su martirio”.

El Estado, confirma Gregorio Páez, hijo del sociólogo, “siempre le molestó o le generaba reacción en tanto y en cuanto se entrometía en la vida” y, sociólogo como es -“por gusto adquirido”-, explica “El anarquismo ... fue su obra primigenia, pero el salto cualitativo lo dio hacia Los Orígenes de la izquierda ecuatoriana. Él decía que su primer paso era el anarquismo pero en el contexto de todo lo que significaba la izquierda, en cuanto a su proceso de formación, desde abajo, desde los sindicatos, lecturas de diarios obreros que constituyan partidos y que se consolidan en su obra”.

Meses antes de morir -producto de un daño cerebral que originó un coma hepático, agudizado por paro cardíaco-, Alexei Páez Cordero había explicado, en una entrevista televisiva, el conflicto en la Libia de Muammar Gaddafi. El sociólogo irreverente dio una recomendación que no se desgasta: “Hablar de los árabes como una unidad total es bastante erróneo. Hemos asistido al hecho concreto de los conflictos entre chiítas y sunitas, una cosa es la hermandad musulmana, otra los gobiernos panarabistas... las formas del islamismo son, así mismo, variadas, y también están las culturas nacionales: los persas, por un lado, y los árabes, por otro, aunque ambos sean musulmanes. Hemos perdido de vista la profunda complejidad del mundo árabe bajo este estereotipo de una unidad que, evidentemente, no existe y es distinta en los procesos del golfo Arábigo, del norte de África y de Medio Oriente”. (I)

Homenaje póstumo es hoy a las 20:00

En el panel sobre la literatura y vida de Alexei Páez intervendrán el escritor Adolfo Macías Huerta y el hermano del sociólogo y analista político desaparecido, Rodrigo Páez.

En una mesa académica participarán Valeria Coronel, quien hablará del historiador político popular; y Franklin Ramírez, uno de sus exalumnos, en torno a su significado en el pensamiento sociológico ecuatoriano. El evento también contará con el intermedio musical del trovador Hugo Idrovo.

La apertura del evento está a cargo de Guillaume Long, ministro de Cultura y Patrimonio del Ecuador, quien ejerció la cátedra con Páez en el Departamento de Relaciones Internacionales, de Flacso.

El cierre tendrá unas palabras de Gregorio Páez, hijo de Alexei, quien añadirá a la cosecha académica de su padre su apuesta por lo “sarcástica y hasta cínica que se puede leer en Longos, una crítica a la realidad, a lo que somos... siempre centrada en nuestra identidad y lo irónico de su formación”.

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