55 Cancri e, o cómo apropiarse de un planeta
En 2017, el mundo de la astronomía difundía las imágenes de 55 Cancri e, un planeta extrasolar que orbita alrededor de una estrella similar al sol y que está a 40 años luz de la Tierra.
Un equipo internacional de astrónomos, dirigido por la Universidad de Cambridge, utilizó el Telescopio Espacial Spitzer de la NASA para observar el planeta durante ochenta horas.
La visión infrarroja del telescopio creó un mapa con los diferentes cambios de temperatura que experimenta el territorio, que probablemente tenga una atmósfera más espesa que la terrestre.
Mónica López, guayaquileña, estudiante de la Universidad de las Artes, se sirve de un vacío legal del Tratado de Espacio Exterior de las Naciones Unidas, firmado en 1967 y vigente hasta la fecha, para, como persona natural, apropiarse de ese planeta extrasolar que estaría compuesto, principalmente de diamantes.
A través de una instalación de máquinas, que emulan un centro de monitoreo, muestra las representaciones disímiles sobre el planeta.
El Tratado dice que ningún país puede apropiarse de un planeta extraterrestre, pero no menciona la posibilidad de que personas naturales o jurídicas lo hagan.
A través de una escritura pública, notarizada en Portoviejo, en Ecuador, López toma posesión de dos mil setecientos un metros cuadrados de superficie del planeta extrasolar 55 Cancri e y toma fuentes reales para ficcionar su historia del planeta en un relato fantástico.
En una muestra, que lleva el mismo nombre del planeta, abierta en la galería urdesina DPM, no solo presenta la documentación con la que se convierte en dueña de este planeta desconocido para la vista humana.
López especula sobre todas las posibilidades de gobierno de este planeta, un conjunto de ideas y representaciones que, tal vez, solo caben en el modo de ver occidental, en esa idea tan humana de conquistar lo que no le pertenece.
En una instalación de computadoras López ha reunido todas las representaciones sobre el planeta y los diamantes, emulando un centro de monitoreo. Presentó una conferencia científica sobre los descubrimientos recientes, en una especie de performance.
Trabaja una serie de dibujos en grafito sobre la superficie del planeta y un experimento de laboratorio al que llama “Aliento”.
López se enfrenta a su apropiación de un planeta extrasolar desde las concepciones humanas sobre el mundo y especula una narración ficticia a partir de ellas.
Es conciente de que describir un territorio desconocido es una pulsión mortal, tanto como conquistarlo.
Piensa que al relacionarse con una idea abstracta, tiene una relación con algo que nunca va a conocer, “hay una limitación humana, de tiempo, de espacio, es un vínculo con un hecho fortuito que solo puede ser abstracto”.
La relación de López con este objeto observado por la ciencia parte de una serie de imágenes mentales. A través de ellas esboza una fórmula para abordar el valor agregado que se le da a la materia y que es el resultado de todas las mediaciones y constructos sociales.
A través de la instalación de distintas pantallas conecta una serie de imágenes sobre este planeta que van desde las posibilidades más científicas y razonadas hasta las más naif, como un desfile de Victoria Secret, en el cual los diamantes, el componente central de este planeta que se asemeja a la Tierra, son un accesorio de alto costo.
Los discursos de representación abordan distintas retóricas de comunicación, la invasión de visualidades proponen una idea sobre el espacio. A partir de ello, la artista esboza formas de gobierno, el producto interno bruto del planeta y piensa en cómo los modos de observarlo más desarrollados arrojan imágenes aún difusas, abstractas.
Aquello se ve en la serie de dibujos de grafito. “La imagen del planeta stá velada por interfaces de la máquina, el dibujo se aleja aún más de la representación, el hiperealismo de una imagen es una abstracción”, dice.
La instalación cierra con la obra “Aliento”. A través de objetos de laboratorio inserta en oxígeno líquido un diamante caliente, su composición de carbono hace que se libere como dióxido de carbono y sea aire. “La sustancia más dura de la Tierra desaparecerá del planeta hasta que se pueda revelar”, dice sobre esta pieza.
“Explora las maneras en que esos dispositivos (tecnológicos) y los atributos que imprimen a las imágenes producen efectos de verdad: una verosimilitud ajena a modos compendiados de coherencia o unidad; otro tipo de arquitectura arbitrada por brillos e intensidades”, dice la crítica Lupe Álvarez en el texto de su curaduría. (I)