Panamá, entre la tradición colonial y el flujo de comercio
¿Se puede conocer un país en apenas cuatro horas? La respuesta obvia es “no”. Sin embargo, en ese escaso tiempo, dependiendo de las personas que se crucen en el camino, es posible tener una imagen positiva de cómo es el territorio y la gente que lo habita.
Entre el 25 y 27 de marzo en Panamá se desarrolló una conferencia regional sobre la industria hotelera, organizada por la cadena internacional Wyndham, a la cual fue invitado EL TELÉGRAFO.
El avión que partió desde Quito a las 08:10 del lunes 25 arribó a las 10:10 al Aeropuerto Internacional de Tocumen. En ese mismo instante aterrizaban periodistas de otros países.
Un vehículo de la compañía Terramar nos recogió y trasladó hacia el hotel donde se desarrollaría el congreso, a 25 minutos de distancia.
Durante el trayecto el conductor repasó un guión breve, pero preciso, de cómo en Panamá “hay dinero de sobra”, sin embargo las desigualdades sociales son evidentes.
Lo dijo porque en el panorama se apreciaban deslumbrantes edificios modernos, lujosos e incluso islas artificiales construidas para satisfacer los gustos de las personas adineradas.
En contraste, casi dentro del mismo perímetro, existen viviendas y condominios populares con infraestructuras deterioradas y malgastadas, conocidos como “las barriadas”.
Las edificaciones de la parte moderna de la ciudad exponen su potencial como centro de desarrollo económico y financiero a nivel mundial. Vanessa Silva / El Telégrafo
Afuera la temperatura rondaba los 34 grados, pero la brisa del océano refrescaba a los transeúntes. En medio de la carretera apareció un autobús viejo, de aquellos que tienen el motor en la parte delantera cubierto por una caja que da la impresión de ser una nariz.
Son los “Diablos Rojos”, una suerte de patrimonio de la cultura popular porque llevan plasmados dibujos y figuras muy peculiares. Desde hace unos cuatro años cada vez se ven menos en las calles porque son reemplazados por autobuses modernos, que contaminan menos el ambiente.
En Ecuador, hasta finales de la década de los 90 también circulaban buses similares a los “Diablos Rojos”. Ahora casi ya no existen.
El alojamiento en el hotel fue breve y como en la noche empezaban los eventos previos a la conferencia, aproveché para salir y conocer la ciudad en el corto tiempo disponible.
Panamá es un país que conjuga lo antiguo con lo moderno. Destacan los vestigios de la ciudad antigua, de la época de la conquista española, y estructuras de primer mundo -una de ellas alberga las oficinas de Mossack Fonseca, firma involucrada en el escándalo de los Papeles de Panamá-.
Tomé un taxi y el conductor, José, se ofreció a acompañarme en el pequeño tour que tenía previsto. “Al turista hay que tratarlo bien para que se lleve una buena impresión y vuelva”, me dijo.
La primera parada fue el Canal de Panamá. La obra insignia, que une a los océanos Pacífico y Atlántico, fue construida en 1914. Se calcula que por ahí han transitado más de 700 mil embarcaciones de todo tipo, especialmente de carga comercial.
Solo en 2018 se registraron 13.795 tránsitos, lo que representó $ 2.485 millones en ingresos por peajes.
Impresiona la magnitud de la infraestructura, así como la precisión de su ingeniería, diseñada con exactitud para evacuar agua del océano a través de las esclusas (obra hidráulica) mientras pasan las naves.
Para ingresar al complejo los turistas extranjeros pagan $ 20 y los ciudadanos panameños $ 5. En 2016 se dio paso a una ampliación, la misma que culminó en 2018.
Al cabo de casi cuarenta minutos de visita, salí del lugar; José me esperaba en el estacionamiento. Nos dirigimos al Casco Antiguo, o Casco Viejo, equivalente al Centro Histórico de Quito. Angostas calles, casas y edificios de estilo colonial son su distintivo. Es una de las zonas turísticas más concurridas de Panamá.
Varias infraestructuras están en fase de reconstrucción o mantenimiento, como el Conjunto Conventual de la Compañía de Jesús, ubicado en la calle 7 y Avenida A.
Data de 1741 para albergar un colegio, que posteriormente se convirtió en Universidad. Un incendio en 1781 destruyó la iglesia, y cien años más tarde, en 1882, un terremoto por poco acabó con la edificación. Actualmente es rehabilitada.
El Convento de la Compañía de Jesús fue construido en 1741; un incendio y un terremoto destruyeron la infraestructura. Ahora está en rehabilitación. Foto: Vanessa Silva / El Telégrafo
Más allá de los paisajes y de las construcciones, lo que destaca en Panamá es la cálida acogida de sus habitantes, quienes sin reparos se muestran prestos a atender a propios y extraños.
Es un país con una enorme riqueza cultural, con estabilidad económica y en constante crecimiento, que busca dejar atrás la imagen de ser albergue de fortunas de dudosa procedencia. (I)