La violencia contra la mujer está arraigada desde que nace el burdo machismo. Ejemplo: los padres que abusan de sus hijas cuando les mandan a hacer los quehaceres del hogar y prohíben rotundamente al varón hacerlo porque dicen que es ofensivo que el hombre lo haga.
Cuando debería ser todo lo contrario o por igual hacer que los hijos varones se ocupen de los quehaceres del hogar hasta por terapia. Si analizamos, las cárceles están más llenas de hombres que de mujeres.
Y vamos un poco más allá, abuso es que un hombre le toque la mano a una mujer sin su consentimiento; violencia es que un hombre le robe besos a una mujer cuando ella no quiere, y peor aún que la toquetee.
No hay por qué llegar hasta execrables acciones, como violaciones, mutilaciones, femicidios, el solo hecho de que un hombre le alce la voz a una mujer ya es agresión.
Aquí tenemos los siguientes situaciones que abonan a la violencia: los dibujos animados que preparan a los niños para ser malcriados desobedientes, aquellos dibujitos que inducen a la droga, la violencia la delincuencia y a crímenes abominables.
También están como demonios escondidos los videojuegos, especialistas en crear delincuentes y seres apáticos a los que todo les aburre, parecen zombis. Y no podemos dejar de lado las armas de juguete, que deberían ser prohibidas.
El respeto a la mujer lo deben enseñar los padres desde que sus hijos son pequeños, y toda la vida; todas las entidades educativas a sus estudiantes; todos los medios de comunicación a las sociedades; y todos los gobiernos a sus gobernados.
Solo así tendremos mejores sociedades que nos lleven por nuevos derroteros de paz, donde no gane la fuerza bruta, sino la inteligencia absoluta. (O)
Isabel Vinueza García