El fútbol es magia y mágico. Es un deporte que su esencia es el engaño y la injusticia, por eso escuchamos: “En el fútbol no hay lógica”. En ese delgado filamento el artista (futbolista) que hace con su habilidad malabares nos embruja de envolventes emociones, todo se cierne entre la duda y la franqueza. Los futbolistas sin excepción. Los que tratan finamente el balón o aquellos que ponderan la velocidad o fuerza.
Hasta aquí lo tradicional del lindo juego. Después viene lo impuesto por el modernismo. El frío VAR. Que restó autoridad a los árbitros, ya que sus decisiones ahora no son inapelables. Así como van los cambios les conculcarán la potestad de sacar las tarjetas para delegárselas al VAR. Con el transcurrir del tiempo la maquinización se impondrá. Y el fútbol de hace pocos años, el que conocimos y jugamos, quedará como un juego elemental de la Edad de Piedra.
Por modernización reglamentaria suprimirán los jueces laterales. Si ya le son cuestionados los fuera de juego que a veces el ojo humano no alcanza a divisar. Los árbitros centrales serán simples soplapitos, los futbolistas serán como un remedo de androides que corren tras un objetivo observados a través de las pantallas de un televisor inteligente.
Está apaciguándose la emotividad del gol. Si se lo festeja y es anulado por dictamen del VAR, la alegría queda trunca. Así se asesina la efervescencia emocional desmotivando al espectador en su tensión desde los graderíos por alcanzar el triunfo, considerándose al VAR como un aparato mutilador de la emoción, acción y pasión humana.
Sin duda, deben modernizarse varias reglas. Así tendremos más goles, cero interrupciones, mayor espectáculo y el aficionado volverá a sentir el calor del juego en sus venas. El fútbol es un juego de cancha adentro no un juego de Play Station. (O)
César Antonio Jijón Sánchez