El proverbio explica que lo que vemos con los ojos generalmente no concuerda con lo que hay detrás; que las apariencias engañan y que la mona aunque se vista de seda mona se queda.
A partir de hoy los magistrados ecuatorianos usarán la vestimenta judicial o toga para, según la presidenta del Consejo de la Judicatura: “Revivir la tradición que hace honor a nuestra sublime profesión y la confianza en nuestro sistema de justicia”.
En agosto de 2014, los jueces Baltasar Garzón, español, y Luis Pásara, peruano, calificaron al Consejo de la Judicatura presidido por Gustavo Jalkh en el régimen correísta, como la “Tremenda Corte”.
Este era un jocoso organismo presidido por Aníbal de Mar, (alias) el tremendo juez, y Leopoldo Fernández, (alias) José Candelario Tres Patines, inolvidable dúo que hasta hoy alegra nuestras pantallas, pero con trapacerías de buena fe y, sobre todo, entendibles.
El atuendo felizmente no incluye la peluca que usan los ingleses y que, según testimonios, se la ponen para no ser reconocidos en las calles por los “choros”.
La calificación de Garzón y Pásara, así como la del simple ciudadano que no cree lo que ve con nuestra írrita justicia, son elementos más que suficientes para -salvo honrosas excepciones- considerar a la vestimenta judicial como no merecedora de adornar las figuras de nuestros jueces. (O)
Dr. Carlos Mosquera Benalcázar