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El Telégrafo

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Verificación de discursos de asambleístas

28 de julio de 2015

Cuando un ciudadano es responsable y emite tal o cual criterio, lo hará siempre con aplomo y ceñido a hechos concretos, veraces e incluso documentados. Esto es deber de cualquier persona bienintencionada, más aún cuando está ejerciendo funciones en instituciones públicas o privadas.

Si un ser humano resuelve intervenir en política, debe estar plenamente consciente de que su participación deberá ser de servicio público, sea cual sea su ideología, ya que en el momento que entra en funciones de su cargo, sea de libre remoción o de elección popular, adquiere una responsabilidad frente a la patria. En estas condiciones, no solamente que debe comportarse formal y serio como lo debe haber hecho en su vida privada, sino que más aún debe tratar de tener, para opinar, todas las informaciones, datos o documentos que acerquen más a la verdad lo que va a tratar o referirse. Lastimosamente -aunque duela decirlo- la estatura de conciencia moral es bastante baja en Ecuador, por lo que no podemos generalizarla, sin decir con esto que no exista la elevada en algunos compatriotas. Este desfase moral es justamente lo que ha mantenido a la nación postrada en la corrupción y la mentira.

De tal manera que es causa de tristeza y pena que cuando se propone en la Función Legislativa que la intervención de sus miembros debe ser reglamentariamente “veraz, verificada, oportuna y contextualizada”, se haya originado un debate de ofensas e improperios. Los señores de la oposición han calificado esta medida como “actitud mordaza a la libertad de expresión”, dejando en claro que lo que quieren dentro de tan importante recinto estatal es el libertinaje, no la libertad para expresarse.

Es realmente demostrativa esta actitud de que no se quiere debatir con verdades, sino con subterfugios calumniosos, ajenos a todo principio moral. Esta disposición convertida en ley legislativa, señor Director, no toca solamente a ellos, sino también a las mayorías. Cuando se denuncia tal o cual cosa, debe ser con pruebas definitivas o relativas, para que en el debate se aclaren posturas y se imponga solamente la verdad. La calumnia falaz es alienante y destructiva. No debemos oponernos por oponernos.

Siempre la verdad, aunque duela.

Atentamente

Arturo Santos Ditto

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