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El Telégrafo

Ventas de medicina sin control

10 de septiembre de 2011

Si de algo el ser humano debe cuidarse, es de lo que ingiere. Muchas de las enfermedades que se adquieren se deben al consumo de “alimentos dañinos”. Aunque en realidad no existen tales “alimentos dañinos”, por ello la expresión va entre comillas. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el significado del vocablo alimento es: 1. Conjunto de cosas que el hombre y los animales comen o beben para subsistir. 2. Cada una de las sustancias que un ser vivo toma o recibe para su nutrición. Aclarado, entonces.

Esta aclaración nos lleva a una reflexión: Qué es lo que nos hace daño, entonces, con respecto a lo que ingerimos, si el ser humano -que es el motivo de mi preocupación- no busca conscientemente su destrucción -algo que en la actualidad y por una historia de guerras y acciones incomprensibles está en discusión-.

A simple vista yo diría que se debe a la cultura o, en su defecto, incultura. No existe un conocimiento cabal de lo que nuestro cuerpo necesita para mantener un óptimo funcionamiento y un desarrollo armónico de sus órganos y todos sus componentes.

En este ámbito, comemos lo que nos gusta, en cantidades inadecuadas, sin control de tal o cual nutriente. En otras palabras: no sabemos alimentarnos.

Y lo que es peor: nos automedicamos. Y más aún: últimamente han proliferado las ventas de medicamentos al granel en buses de transporte urbano, que luego de una elocuente aunque simple explicación, adquirimos confiadamente, sin reparar en el daño que nos puede causar tal o cual producto.

Los más ofertados son los productos naturales industrializados. Aunque también -con poca presencia- se los comercializa en estado natural, valga la redundancia, como el caso de la “sangre de drago” , que se expende manufacturada artesanalmente.

Regresando al tema de la venta de medicamentos en los buses, fui testigo de un caso sui géneris. Un individuo, sin estudios secundarios, peor universitarios; sin conocimientos básicos de farmacología; con la única intención de vender un producto para obtener una ganancia o sustento, ofrece una gragea para “eliminar la flema, cualquier flema, toda tos, toda flema esto le saca, esto lo cura”.

Así lo publicita... y así lo vende. Así hay quienes lo solicitan y lo consumen.

Una vez realizada la transacción (dos tabletas por 50 centavos, una vale 30), el comerciante contribuye con un consejo para el uso del medicamento: “No coma guineo, no chupe caramelo ni coma ají, esto le cura la tos y le saca la flema”.

En conclusión: Hace falta control en la venta indiscriminada de medicamentos en la vía pública y al público en general. Esto sin prejuzgar en posibles falsificaciones o adulteraciones que podrían causar hasta la muerte de quienes consumen esos productos.

Atentamente,

Ramiro Serrano Miranda
Durán - Guayas

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