No creo que exista una persona más relevante en la actual conformación de la Asamblea Nacional que Fernando Cordero Cueva, afirmación que hago con la fuerza y convicción de conocer de cerca su quehacer político y su desempeño como asambleísta y titular del Legislativo y como ciudadano comprometido con el futuro del Ecuador.
Fernando Cordero, por distintas razones, es un político de fuste, de recia formación y personalidad, que con virtudes y defectos ha sabido conducir a la Asamblea Nacional por el camino del decoro, con una visión propositiva, de vanguardia, de consenso y hasta de exhortos a la hora de defender el papel de la Asamblea frente a los otros poderes del Estado.
Un hecho que se constata a diario en la farándula politiquera es la ingratitud. Abundan los desagradecidos junto con la hipocresía de sus actos y de sus palabras. Esos ingratos que se pasean orondos junto con los oportunistas y los bufones, más temprano que tarde, serán sepultados por la razón. La lealtad separa a los buenos de los malos, a los honrados de los corruptos, a los inteligentes de los mediocres. Y frente a ese cinismo, reivindicar a un hombre justo e íntegro es de justicia.
Fernando “Corcho“ Cordero es ejemplo para quienes aspiran a ser políticos y formadores de conductas ideológicas, es ejemplo para las buenas empresas del discernimiento y del liderazgo esclarecedor. Sus correligionarios y colegas podrán, sin duda, destacar otros muchos méritos. A mí me basta con señalar aquello de lo que el país es testigo: su labor como constituyente, su actitud como presidente, su fidelidad y sentimiento de lealtad a la Constitución y a todas sus instituciones.
Ha sido un presidente especialmente respetuoso de los derechos de la oposición y de las minorías, que más allá de las discrepancias -que nunca las ocultaba- supo como hasta ahora y por cinco años pedir a los políticos una ética cívica para enfrentar las dificultades que impone el ejercicio de la acción política desde el Parlamento y para lo cual siempre ha estado bien equipado, moral e intelectualmente, con sumo patriotismo, rectitud y firmeza, todo lo cual le ha permitido salir fortalecido en la acción democrática parlamentaria.
El país le debe mucho más de lo que le ha reconocido. En momentos en que la clase política es denostada, de manera indiscriminada y muchas veces injusta, su ejemplo de honestidad, dedicación al Estado y servicio a la nación puede y debe contribuir a devolvernos la fe en quienes dedican su vida al servicio público.
Su legado político es bien conocido y su lealtad a Alianza PAIS ha sido excepcional. Entonces, es justo reconocer sus cualidades de conductor de un poder del Estado del cual sale con un futuro político intacto. Le sobra honestidad, energía y carácter para continuar sirviendo al país desde su postura de asambleísta o desde cualquier otra función pública para la que está preparado con sobra de merecimientos.
Eugenio Lloret O.