He sido testigo de una atención diferente en el Hospital IESS de Los Ceibos. Ingresé por un absceso, y he vivido en este hospital por casi un mes. Sorprendido, debo manifestar que recibí un trato que no he visto en ningún otro lado.
Al principio, como me tocó un doctor cubano, asumí que este modo diferente de comunicarse se debía al sistema económico comunista de ese país. Estos médicos no padecen del complejo de superioridad de ciertos profesionales guayaquileños. Pero luego me percaté, al interactuar con otros doctores, licenciadas, enfermeras y auxiliares; de que parecían alegrarse al ayudar a los pacientes.
Yo odio los hospitales, pero aquí en el Hospital IESS de Los Ceibos, las enfermeras fueron encantadoras y muy calificadas. Cambiaban de pañales a los adultos mayores con una sonrisa.
Los doctores tienen tacto, el cubano me daba la mano y me decía: “¿Todo bien, campeón?”. Todos tienen paciencia al explicarme sobre mi enfermedad. Sin embargo, puse a prueba el sistema con una queja hacia una de las enfermeras, quiero contarles lo que sucedió, pues no me lo esperaba. Dicha enfermera se portó un poco grosera. Debo manifestar que inmediatamente me quejé con una supervisora por el trato que recibí.
Creo que le llamaron la atención, porque al cabo de un rato vino a pedirme disculpas. Nunca había visto esta compensación al paciente cuando lastiman su sentir. Me siento tranquilo de que exista un mecanismo de control donde velen por mantener esa sensibilidad y protejan no solo la salud del paciente, sino además su estabilidad emocional. Me fui con una sonrisa de satisfacción. (O)
Diego Vélez Vargas