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El Telégrafo

Sueños para un bienestar común

03 de noviembre de 2013

Creo profundamente en la democracia, pero en la democracia participativa, transparente, incluyente, solidaria, respetuosa de los derechos y la libertad de expresión. No en aquellas en las que dista mucho lo que se pregona, que solo buscan intereses particulares, de grupos de amig@s y parientes que ocupen los puestos públicos. Y no dan espacio a los verdaderos revolucionarios a gente joven, emprendedor@s, honest@s.

Tengo que reconocer el trabajo que realizan autoridades seccionales provinciales y nacionales, sé que el presidente Correa ha hecho muchas cosas positivas; también ha cometido errores propios del ser humano, pero sin duda son más sus aciertos. También destaco los avances que hay en muy pocas ciudades. Porque no todos siguen los pasos del líder, algunos caminan a paso de tortuga y, por supuesto, el retraso de las ciudades es cada día más visible. Y no es cuestión de partidos políticos sino de la incapacidad de algunas autoridades. Por eso creo que es estéril, en mi opinión, perder el tiempo discutiendo temas como la reelección indefinida, en los que la mayoría de los ecuatorianos no estamos de acuerdo.

Hay que reconocer el éxito del adversario, imitarlo y superarlo. El Guayaquil de hoy es diferente al Guayaquil del siglo pasado, que falta mucho por hacer, de acuerdo; igual que en todo el Ecuador. Por eso urge una reforma donde se extienda a 5 años el período de todas las autoridades de elección popular, pero solo por una sola vez. Hay que hacer un cambio respecto a este tema, creo que se equivocaron en Montecristi, no debieron aprobar la reelección.

En otro tema se necesita que haya una reducción de asambleístas de al menos 2 por provincia; 9 nacionales; 1 representante por Europa; 1 por Norteamérica y 1 por Sudamérica. Es más que suficiente, esto sumaría unos 60 asambleístas suficientes, no necesitamos más. Hay países que ni siquiera tienen Parlamento y sus ciudadanos son igual representados; además, ese dinero ahorrado serviría para construir 6 escuelas del milenio y/o entregar 20.000 tablets para los jóvenes, o tal vez comprar unas 80 ambulancias para los centros médicos rurales, o repartir un porcentaje a las 1.500 parroquias que necesitan dinero para solventar sus necesidades. Sé que los asambleístas no estarán de acuerdo, y los entiendo: cuidan su trabajo, pero para mí y miles de ciudadanos eso sería una radical revolución.

Otro punto interesante es que se rebaje el impuesto del IVA del 12% al 10%, pero que a renglón seguido se apruebe un impuesto del 10% a todos los funcionarios públicos y privados que tengan un salario de 4.000 dólares mensuales, esto sería un aporte revolucionario y que ese dinero se destine a la educación, salud y vivienda.

Bueno, ese es un sueño, como muchos otros, pero nada es imposible para el que sueña.

Como dijo un gran predicador en Eclesiastés (3,1 al 10): “Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”.

 

José Luis Ruiz

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