En determinadas fechas, denominadas comerciales por grandes segmentos de la población -no cabe duda de ello-, nos invade una serie de anuncios publicitarios, que a riesgo de llevarnos al hastío -ha pasado muchas veces- persiguen como única finalidad conducirnos en forma despiadada y violenta al consumo exacerbado de bienes y servicios, sin duda necesarios para la subsistencia humana, pero muchas de las veces para caer en el gasto fastuoso como si de competir se tratase.
No resulta extraño que, entre todo lo que se nos vende por los ojos, oídos y hasta por el olfato, se llegue a asociar grandes virtudes y capacidades masculinas al empleo de un determinado bien -vehículos, por decir lo menos-, pues de influenciar se trata y mientras más insistentemente se haga, con gran sutileza y empleando herramientas que el poder económico puede solventar por demás -pantalla de televisión-, la partida está ganada.
La voluntad del comprador, quebrada y anonadado por ese inmenso “boom publicitario”, poco o nada puede hacer. Si su condición inmediata no se lo permite, seguro no faltará oportunidad en que pueda hacer de ese consumo su satisfacción personal, que durará mucho menos de lo que la imaginación le ha augurado.
De entre lo negativo que trae aparejado el sistema capitalista es precisamente otorgarle al capital un lugar privilegiado, y si de mantenerlo se trata, todo se puede hacer a condición de que siga siendo el que regente la actividad humana; así que la inducción y subliminación del pensamiento en forma tal de hacer del consumidor el blanco perfecto y del consumismo exacerbado un estilo de vida -de los más deseados hoy en día- es perfectamente entendible.
Desarrollar el pensamiento analítico resulta primordial, evitando la pasividad mental, estado ideal de sugestión; como una manera de abstraerse y de permanecer inmutable cuasi intocable mentalmente, por una serie de mensajes destinados a provocar patrones de comportamiento de consumo y sumisión al capital, muchas veces en detrimento de nuestra identidad y esencia cultural.
Tito Javier Espinosa Vélez