Se está discutiendo con diferentes matices sobre la reelección. El tema sale al tapete del debate político luego de que conocidos politiqueros se pronunciaron frente a la determinación de Jaime Nebot de continuar frente a la Alcaldía de Guayaquil.
El caso es que los opinadores en relación aplaudieron la resolución de la “única pieza socialcristiana” de buscar la reelección, mientras que cuando Correa Delgado hizo lo mismo y lo logró, se opusieron contundentemente, llamándolo ambicioso de poder con ínfulas de dictador. Este atrevido y grosero repentino cambio de opinión, causó -como era de esperarlo- la reacción del aludido Correa Delgado, quien, con sobra de merecimientos, criticó la metamorfosis de sus adversarios, que están viendo con “buenos ojos” la posición del Alcalde de Guayaquil, que no deja de ser la misma que tuvo el Presidente meses atrás.
Esta actitud contradictoria justifica una vez más el dicho popular: “Lo angosto del embudo es para el cojudo”. Lo que anhela el abogado Nebot es correcto, como lo fue el deseo del Mandatario, que inclusive logró por mayoría absoluta su propósito. El Alcalde de Guayaquil cree que merece la continuidad, estiman él y sus allegados que están cumpliendo con la ciudad, de la misma manera que lo creyó Correa que cumplía con el país. Ahora solo depende del pueblo aceptar tal consideración.
Nosotros estimamos que es por demás correcta tal pretensión, pues el derecho y la ley son para todos. Creemos, inclusive, que debería ser reformada la Constitución en ese sentido. Debemos entender que si una labor política y social está bien encaminada, con la debida acuciosidad y honestidad, se merece la continuidad. El pueblo es el que recibe los beneficios y tiene la última palabra. La verdad, aunque duela.
Arturo Santos Ditto