Los ecuatorianos no habíamos previsto la subida de los precios de los combustibles ni de la posible alza del gas licuado de petróleo (GLP) de uso doméstico por los reiterados pronunciamientos del Gobierno de que no se eliminarían los subsidios.
Ahora ante este imprevisto titulado “Sincerar los precios”, para acercarnos a los internacionales, tenemos que reafirmar que en materia de subsidios nuestro país es indicado para estas medidas compensatorias, de las cuales el pueblo tiene derecho por su precaria economía.
Si de sinceridad se trata, el Gobierno debe informar el precio al que lo adquiere y no tomar como referente los altos precios de los mercados de otros países que tienen economías superiores. En EE.UU., con un Producto Interno Bruto per cápita de $ 59,531,66, el galón de gasolina tiene un costo promedio de $ 2,60, el diésel $ 2,87.
En Brasil, el galón cuesta $ 4,26 incluidos el 29% del IVA. Y el 9% de impuestos federales para la seguridad social. En España, cerca del 53% del precio de la gasolina y el diésel tienen impuestos especiales, precio del galón 4,8 euros. Grecia, la gasolina más cara del mundo a $ 8,00 el galón, luego de su crisis financiera, ha sido presionada por sus acreedores para un aumento sustancial vía impuestos.
Con esta exposición resulta ilógico, según nos dan a conocer, que los carburantes estén atados al precio del barril del petróleo. Los derivados son: 16% de gasolina, 15% de diésel, 11% de turbosina y el 58% de combustóleo (productos utilizados en plantas eléctricas, calderos, altos hornos, aceites, grasas y lubricantes).
Con esas pautas avizoramos que los precios de los carburantes son elevados por los impuestos que cada país cobra a sus conciudadanos. Pero por lo regular los precios están en relación con la capacidad adquisitiva de la población que menos tiene y el sistema político imperante. (O)
César Antonio Jijón Sánchez