Hoy se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en El Salvador, donde lo inusual parece ser su principal característica. Un desgastado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y la cuestionada Alianza Republicana Nacionalista (Arena) dejan a Nayib Bukele, exintegrante del Frente, como el preferido para ocupar la silla presidencial.
Todo ello ocurre en un contexto ciudadano que desconfía del sistema electoral, de la cooptación arenera de distintos poderes del Estado, así como de las alianzas políticas que entretejen el camino a la presidencia.
El FMLN obtuvo su más grande derrota electoral en 2018, al contar con apenas 23 escaños en una Asamblea Nacional controlada por Arena y sus aliados. Esta derrota se extendió a la mayoría de las alcaldías, incluida la de San Salvador. Eso evidenció la debilidad electoral del FMLN frente a una población que le castigó con su voto o que no fue a votar.
Ante ello, el Frente fue sometido a un severo escrutinio, que concluyó con la elección de Hugo Martínez, exministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Sánchez Cerén, y Karina Sosa, como fórmula presidencial.
Hugo representa la candidatura que no proviene de la Comisión Política del FMLN y es cercano al vicepresidente Óscar Ortiz, lo que representa las fracturas históricas internas del Frente. En la campaña electoral se habla de seguridad, empleo, salud, educación, salvadoreños en el exterior y mujeres.
Por su parte, Arena tiene al empresario Carlos Calleja como su candidato presidencial. Actualmente es vicepresidente del Grupo Calleja -la cadena de supermercados más grande de El Salvador-.
Este hecho ha cobrado mayor importancia ante una publicación del Banco Mundial que vincula al Grupo Calleja con una concesión del Estado en el puerto de Acajutla, lo que contradice la Constitución. (O)
Nery Chaves García